jueves 18, abril 2024
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Recuperando la memoria mesoamericana: José León

“Así como Sánchez (José León) reescribió la historia del México precolombino, lo espera hacer también para Costa Rica, a partir de una profusa investigación sobre La Gran Nicoya, la cual ha desarrollado por décadas. De acuerdo con los datos que ha recabado, la cultura que habitó la península de Nicoya y buena parte de Nicaragua 1000 años a. C. tenía conocimientos científicos y tecnológicos mucho más avanzados que los imperios azteca, inca y maya. Sin embargo, casi toda la información se perdió en el momento en el que los conquistadores borraron la memoria del pueblo originario y destruyeron sus posesiones más valiosas, entre ellas la biblioteca. Ahora, Sánchez propone reconstruir la historia de La Gran Nicoya por medio de los mensajes que guardan las miles de piezas de cerámica de esta cultura que se encuentran en las bodegas del Museo Nacional de Costa Rica.» Fernando Montero Bolaños, Amanda Vargas Corrales, DIVULGACIÓN  UCR  2022.

Un hecho tan singular como el deceso de uno de los escritores costarricenses más importantes y conocidos, tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales, asume las dimensiones más diversas entre las gentes de los distintos sectores sociales o estratos culturales (si es que cabe el término para el caso), es como si su mera percepción diera lugar a que su sola mención, aún desapasionada, estuviera dando lugar a que se estuviera hablando de personas distintas, tanto como a las valoraciones más disímiles entre sí, incluso en términos de su significado más profundo y humano. Tal es el caso del novelista, poeta e investigador  cultural José León Sánchez (1929-2022), cuyo sólo nacimiento estuvo revestido de las mayores adversidades, de la vida de un hombre que desde su infancia tuvo que luchar solo contra el mundo, siempre en un medio de suyo medio hostil para un niño que careció, casi por completo, de algo que pudiéramos llamar “el apoyo familiar”.

Sucede que para la gran mayoría de las gentes de este pequeño país veleidoso por el predominio de personas que suelen serlo, de muchas maneras, incluso entre las clases menos privilegiadas, las que se caracterizan por ser poco habituadas a la lectura, a la reflexión crítica acerca del medio social y a una valoración justa de la cultura y sus manifestaciones, razón por la que ante la muerte del gran escritor se quedaron sumidas en sus estrechas percepciones vallecentralinas, en sus visiones mezquinas que no les permitieron ver más allá de sus narices, acerca de un pasado donde muchos se ensañaron con el ser humano y escritor, quien pasó numerosos años en prisión, e incluso fue torturado para que aceptara delitos que jamás cometió.

A diferencia del mismo José León Sánchez, en su incesante evolucionar, las susodichas gentes se quedaron encerradas en el espacio-tiempo histórico de “La isla de los hombres solos”, reflejada en las páginas de una extraordinaria obra testimonial de resonancias poéticas, y que tuvo proyecciones universales que lo llevaron a convertirse en el escritor, nacido en este país, más conocido en el casi todo el globo terráqueo. Mientras tanto, sucedió  que  otras de sus obras tempranas, sumamente valiosas tales como  los cuentos “una guitarra para José de Jesús, “El poeta, el niño y el río” o novelas como «La niña que vino de la luna», “La colina del buey”, “La catleya negra” y «La luna de la hierba roja», una obra novelada de los años ochenta, pasaron desapercibidas para un gran sector de la población, a pesar del enorme interés suscitado por el conjunto de  su obra, entre algunos estudiosos y difusores literarios como el estadounidense Seymur Menton (con sus famosas antologías del cuento latinoamericano, publicadas durante décadas por el Fondo de Cultura Económica FCE de México), los académicos costarricenses José Ángel Vargas (Testimonio, discurso histórico y memoria de José León Sánchez), Benedicto Víquez Guzmán(de grata memoria) y más recientemente Óscar Alvarado Vega, quienes no pudieron sacar a ese sector de la población de su retraimiento y sus obsesiones por encasillarlo, dentro de las versiones más limitadas y estrechas de su duro pasado, cuando la sociedad lo satanizó hasta dimensiones insospechadas, oscurantistas y absurdas, vistas desde el presente en que ocurre su deceso, en este cambio de siglo,

Su gran producción novelística de su etapa madura, ya en los ochenta y durante las décadas siguientes con obras de tanta resonancia universal como fueron “Tenochtitlán la última batalla de los aztecas”, “Campanas para llamar al viento”, Mujer la noche es joven aún”, “Al florecer las rosas madrugaron…” traducidas a numerosas lenguas al igual que “La Isla de los hombre solos”, ese compendio narrativo de soledades y carencias de las primeras décadas de su vida e incluso de la violencia que de que fue objeto, convirtiéndolo en un chivo expiatorio,  ni siquiera fueron percibidas en la conversación cotidiana de muchas gentes aldeanas, mientras que la inmensa obra de José León, el extraordinario prosista y poeta mesoamericano, se tornó universal e inalcanzable para un medio tan estrecho, al menos en términos de un presente que estamos seguros irá cambiando con el paso de las décadas que vendrán.

No sin cierta nostalgia vuelvo a mirar una foto de hace casi cuatro años, a principios del 2019 cuando eso que llamaron «la pandemia» no había aparecido en el horizonte. Celebrábamos el cumpleaños de mi esposa Marielos Azofeifa Víquez en San Joaquín de Flores. La feliz circunstancia nos reunió por última vez. Hasta siempre José León Sánchez, el más universal de nuestros escritores, sin demérito de otros que tengo también en gran aprecio. Pasará mucho tiempo antes de que las gentes del común reconozcan la inmensidad de su obra, la del escritor maldito y universal en que se convirtió, para gran pesar de quienes lo denostaron a través de varios decenios con sus hipócritas, además de  envidiosas santurronerías, su racismo tenaz, su odioso clasismo frente a su inocultable e imperdonable éxito en el plano planetaria, en medio de esta no tan consensual “suiza centroamericana”, al decir franco y sincero su colega, el destacado novelista y periodista Carlos Cortés. Ese fue su duro e inmenso privilegio y el mío rendirle tributo a su preciada memoria que perdurará entre quienes tuvimos el privilegio de su cercanía, la que se hará extensiva a todo un pueblo, el que todavía tiene que despertar de su letargo cultural frente a la obra de quien fuera un gigante prometeico, digno de las grandes culturas mesoamericanas por las que tanto se apasionó.

(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.

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4 COMENTARIOS

  1. Un excelente artículo, Rogelio. José Leon decía: «mi oficio es amar a Mexico», y en la entrega del Premio Magón la volvió a repetir. Tenia muchos motivos para decirlo. Fue acogido, estimulado y reconocido como uno de los grandes escritores latinoanericanos. Algo que su patria, a la que tambien amó entrañablemente, solo supo reconocerle despues de muchos años, otorgándole el MAGON, aunque manteniendo el estigma del presidiario, tal y cono consta en la placa de la sala de los premios MAGON. Muy importante destacar «Tenochtitlan», una de las principales novelas decoloniales de América Latina. Y en esa direccion, tambien su identificacion, en toda su obra con los sectores más desprotegidos y discriminados: los niños, las mujeres, los presos y los pueblos originarios. Tanto con esta gran novela.como con los aportes de investigacion que dejo encaminados sobre el quipú de Talamanca y La gran Nicoya, se puede apreciar su interes y entrega apasionada por revalorizar la herencia cultural de nuestros ancestros. El percibia que Améroca Latina no encontraria su derrotero para una autentica soberanía y dignificacion, sino alcanzaba a descubrirse en toda la riqueza cultural heredada por sus pueblos originarios. Ojala, esos trabajos lleguen a publicarse pronto.

  2. Gracias Álvaro: Los hermosos y lúcidos textos que se han publicado (aparte del tuyo que espero comentar), en estos días en el Semanario Universidad y en la Revista Dominical del diario La Nación, acerca de la vida y obra literaria e investigativa de José León Sánchez, me han confirmado el acierto de algunas de mis valoraciones e intuiciones que hago en mi texto supra, acerca de la inmensa pasión mesoamericana, además de la fuerza lírica y existencial de un hombre que se inventó a sí mismo, que tuvo que partir de mucho menos que cero hasta elevarse hasta las cumbres de la literatura latinoamericana de nuestros tiempos.
    Ese ha sido el caso del texto “JOSÉ LEÓN SÁNCHEZ La obra titánica de un hombre solo”, donde el periodista y escritor Manuel Bermúdez, editor del Suplemento FORJA del semanario Universidad, nos dice que “La vida del escritor José León Sánchez solo se puede comprender desde la literatura. Los intentos documentales, biográficos, las entrevistas, la constatación de hechos, todo ha sido en vano, el personaje se desdibuja, se vuelve fantasmagórico, se transforma. El escritor se convierte en sus escritos…”(Semanario UNIVERSIDAD edición 2444 Costa Rica 23 al 29 de noviembre de 2022).
    José Eduardo Mora, también del Semanario UNIVERSIDAD, en esa misma edición nos dice que su existencia misma fue “UNA VIDA DE NOVELA HILADA POR EL MILAGRO DE LA PALABRA”,,,dentro de la que: “Con una vida de novela, con sus giros inesperados, sus zonas vacías y una narrativa que se fue construyendo con el paso del tiempo. José León se abrió paso en el mundo de la literatura como si fuera un samurái que tenía que derribar muchos obstáculos a su paso para salir airoso…El primero de ellos fue sus orígenes indescifrables, porque de su infancia siempre se supo poco, más allá de que fue abandonado por su madre y que a muy corta edad terminó en un hospicio de huérfanos (Hay cierto paralelismo con la vida del jalisciense mexicano, el extraordinario cuentista Juan Rulfo). De ahí, su historia daría varios saltos, con elipsis, con regresiones y con golpes de un guión que nunca tuvo un trazado lineal.” También el texto del novelista Álvaro Rojas Salazar, titulado UNA VIDA DE NOVELA (REVISTA DOMINICAL LA NACIÓN Domingo 27 de noviembre de 2022), con un encabezado que dice: “José León Sánchez fue recluido en San Lucas siendo un joven huérfano acusado de un crimen terrible y salió transformado en escritor, en novelista, lo cual por sí mismo es milagroso”.

  3. Del escritor e historiador limonense Gerardo Morales García, una semblanza o una mirada sobre José León Sánchez: «Hará unos quince días que vi por última vez a José León Sánchez. Lo vi en un oulet, de esos que hay hoy por todo lado, comprando o devolviendo una maleta, en apariencia fina, pero barata. No lo saludé porque era quedarse con él toda la mañana. Pasé de lejitos.
    Lo vi bastante débil y con dificultades para caminar. No pensé nada en particular al verlo. Solo le dije a un dependiente quien era el personaje que acababa de atender. Y se sorprendió. Si había oído hablar de él y sabía que era un escritor famoso. Se acordó de La isla de los hombres solos, que no había leído nunca.
    En mi caso hacía varios años había estado en su casa, con una investigadora de la Universidad de Columbia, acompañándola en las entrevistas que le hacía. Era impresionante. Su vida era una verdadera novela, con la intensidad de lo trágico, de lo salvífico y de la venganza de alguien que se sabía estigmatizado y marginal.
    Una vez me dijo que era el único escritor profesional de este país. El único que vivía de las ganancias de su obra. Ningún otro podía decir lo mismo.
    Hoy nos deja sin grandes aspavientos.
    Pienso que no fue ni menos ni más pecador que cualquier otro ciudadano costarricense. Supo siempre estar a la altura de quienes lo adulaban y se acomodaba fácilmente a las difíciles circunstancias. Lo propio de quien debió sufrir mucho en una isla que el hizo famosa y que muchos la conocen con el nombre de su novela o testimonio.
    No fui su amigo. Muy pocos lo fueron. Pero llegué a admirarlo por la forma en que logró burlar las múltiples cárceles en las que estuvo preso sin estar dentro de ellas.
    Siempre me dio la impresión que la verdad que decía era para confundirnos y burlarse de nosotros. Nunca lo vi reírse. Si sonreír pero hacia adentro, para sí mismo.
    Ni siquiera le pido que descanse en paz. Figuras como José León serán siempre una gran provocación, tanto en el reino de los muertos, donde llegará pronto, como en el reino de los vivos.
    Ojalá que el tránsito que hoy empieza le sea grato y que se purifique en el espacio eterno!»

  4. Mesoamérica significa «América media». Este término se propuso para referirse a un espacio cultural que abarca desde la parte meridional de México hasta Costa Rica, el cual se diferencia de otras regiones por la forma de vida de sus pobladores, su clima y su geografía. Mesoamérica es un espacio de climas y paisajes variados, como valles, bosques, costas, pantanos y selvas.

    Sus tierras son húmedas y fértiles, adecuadas para la agricultura, además hay numerosos lagos y ríos. Aún con esa diversidad, los habitantes de la región tenían ciertas características en común, por ejemplo, sus sociedades se organizaban en grupos con diferentes funciones e importancia. Por una parte los gobernantes, divididos en jefes religiosos y militares, y, por otra, artesanos y campesinos.

    Esta división social se manifestó en los palacios, templos, habitaciones y espacios urbanos en los que los gobernantes vivían. Su dieta constaba de maíz, frijol, chile, calabaza o güicoy, aguacate y cacao. Hicieron importantes obras para controlar y aprovechar el agua de lluvia, ríos y lagos. Su religión era politeísta tenían creencias religiosas que combinaban con conocimientos de astronomía, matemáticas, ingeniería, arte, escritura y medicina. Además destacan los basamentos escalonados y edificaciones que construyeron en las ciudades para el ritual de juego de pelota. Inventaron un sistema de numeración con base vigesimal y su escritura era ideográfica, es decir, dibujaban símbolos que representaban ideas. Se regían por dos calendarios diferentes: el de 365 días para las actividades agrícolas y el de 260 para sus creencias religiosas. Con sus mitos intentaron explicar la complejidad del mundo natural y el humano, tratando de preservar la armonía entre ambos.

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