miércoles 24, abril 2024
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De ratones y libros (Of mice and books) 49

Viajes por mi biblioteca, 49

Para el artista, el Arte es compromiso. El Arte es vivido primordialmente como la sensación de estar comprometido con una misión, en una dimensión no utilitaria, relacionada con la belleza en su sentido más amplio.

Para el poeta, artista de la palabra, la Poesía es compromiso, es llamada. La Poesía es vivida primordialmente como la sensación de estar comprometido con una misión, en una dimensión no utilitaria, relacionada estrechísimamente con la belleza, en el sentido más amplio que puedan expresar las palabras.

La intuición de la intensidad de esa llamada conduce perentoriamente al auténtico poeta a adoptar una forma de vida y un tipo de relaciones sociales adecuadas deliberadamente a facilitar la explicitación de la misión, que a él se le presenta como una iluminación: palabras encendidas que deben ser descifradas y arduamente reelaboradas todavía en estado incandescente, con gran riesgo para el mismo poeta. Pienso en los que no soportaron el contacto: como el gran Hölderlin, como Alfonso Cortés en Nicaragua.  Y pienso en otros que escaparon a tiempo para no ser triturados, como Rimbaud.

Claro que también están los “poetas oficiales” con sus versitos biensonantes, que ganan premios municipales instalados en su zona de confort. Pero entonces estamos hablando de otra cosa.

Yo creo que las cosas son de la manera que las estoy diciendo porque (tengo que contarles) desde su adolescencia, este ratón centroamericano conoció y admiró a la distancia a una persona que escribió, experimentó y padeció intensa, vitalmente, la poesía: Rainer María Rilke.

Rainer María Rilke.

De Rilke hemos hablado antes: nació en 1875, en una familia de la pequeña nobleza militar alemana de la época; y tuvo una infancia desgraciada. Pero a los 22 años topó con la suerte de conocer y entablar una intensa relación con la genial y fascinante Lou Andreas Salomé, quien fue su madre, su amante y, por el resto de su existencia, su consejera y amiga incondicional. Y topó con la suerte de que a los 27 años, ya con un nombre en el campo de la poesía alemana, pudo iniciar una fecunda relación personal con el gran escultor francés Augusto Rodin, quien le transmitió el amor y la admiración por el mundo de las cosas sencillas, y le enseñó con el ejemplo que el trabajo tenaz, extenuante, es parte esencialísima de la obra de arte.

Como una flecha que vuela derechamente al blanco, la existencia de Rainer María Rilke es el itinerario de una constante preparación personal para la búsqueda sin tregua de la obra maestra: visión relampagueante del Cosmos que es a la vez una mirada admirada de sus criaturas, culmen de su esfuerzo y de su propia vida.

En sus Cartas a un joven poeta (Amanecer, Buenos Aires, 1941) al aconsejar al joven Kappus sobre su vocación, Rilke le pide que:

“…Investigue la causa que lo impele a escribir; examine si ella extiende sus raíces en lo más profundo de su corazón. Confiese si le sería preciso morir en el supuesto de que escribir le estuviera vedado…” (Carta de 17 de febrero de 1903)

Pronto se verá que no está hecho para el matrimonio y la familia; ni para un trabajo rutinario.  Alcanzar la tensión creadora de la obra (desde que apenas la intuye), será su objetivo primordial, y final. En pos de ello descubre que necesita desprenderse de lo cotidiano, viajar para experimentar la Tierra, el Planeta en todas sus formas; y disponer de la riqueza de múltiples relaciones, preferiblemente epistolares; pero también, a la vez, defender su radical soledad. Su peregrinaje sin tregua comprende Francia, Alemania, Suiza, Dinamarca, Suecia, Polonia, Rusia, Checoslovaquia, Austria-Hungría, Yugoslavia, Italia, Grecia, Egipto, España, hasta donde yo sé.  Vive pobre y austeramente, con frecuencia habitante solitario en viejos castillos facilitados por amigos y admiradores devotos, como la princesa Marie von Turn und Taxis-Hohenloe, quien en 1912, “en momentos cruciales”, le brindó el asilo de su Castillo de Duino, en el Adriático. En esa ocasión el genio brillará un momento y se apagará, pero el Poeta sabe esperar: esperará años, si es preciso, porque

“…Todo es llevar hasta el término y después dar a luz (…) esperar con profunda humildad y paciencia la hora del nacimiento de una nueva claridad: sólo eso es vivir como artista: en la comprensión como en la creación (…) Ser artista es no calcular y no contar; madurar como el árbol, que no apura sus savias…” (Carta de 23 de abril de 1903)

En los años que siguen a 1912 ya Rilke es autor de una vasta y reconocida obra poética, que incluye: Leben und Lieder (Vida y Poesía) (1894); Larenopfer (Ofrenda a los Lares) (1895); Traumgekrönt (Coronación de un Sueño) (1897); Advent (Adviento) (1898); Das Stunden-Buch (Libro de Horas) (1899-1903); Das Buch vom mönchischen Leben (Libro de la Vida Monástica) (1899); Das Buch von der Pilgerschaft (Libro del Peregrinaje) (1901); Das Buch von der Armut und vom Tode (Libro de la Pobreza y la Muerte) (1903); Das Buch der Bilder (Libro de las Imágenes) (4 Partes, 1902-1906); Neue Gedichte (Nuevos Poemas) (1907); Requiem (Requiem) (1908); Mir zur Feier (Para mi Celebración) (1909); Das Marien Leben (Vida de María) (1912). Y también de tres obras en prosa: Geschichten von lieben Gott (Historias del Buen Dios) (1899); Die Weise von Liebe und Tod des Cornets Christoph von Rilke (Canto de amor y muerte del Corneta Christoph von Rilke) (1899); Les Cahiers de Malte Laurids Brigge (Los cuadernos de Malte Laurids Brigge) (1904).

La Primera Guerra Mundial amarga su prolongada y penosa espera, que dura un decenio y que el Poeta rellena con labores vicarias (pero también magníficas, como su traducción al alemán de la poesía de Paul Valéry).

Y la espera se trueca abruptamente en un frenesí creador en febrero de 1922, mientras vivía su última residencia en el Castillo de Muzot, en la Suiza Francesa; frenesí que lo arrastra a dar cima, en pocas semanas, a las 10 Duiniser Elegien: las incomparables elegías empezadas en Duino diez años antes; y a escribir de un tirón los más de 50 sonetos que componen su último libro: Sonetten an Orpheus (ambos libros están recogidos en el tomo segundo de las Obras Completas de Rilke editadas por Insel Verlag, Frankfurt an Main, en 1984; hay varias versiones al español).

Sobre los  Sonetos a Orfeo, con fecha 7 de febrero de 1922, el Poeta dirigió una carta a su amiga Gertrud Ouckama Knoop (Cartas desde Muzot; Cederna, Milán, 1947) para relatarle lo siguiente:

“…Prestigiosa y querida amiga: En unos pocos y ajetreados días, cuando verdaderamente intentaba concentrarme en otras cosas, me fueron donados estos sonetos.  Desde la primera mirada comprenderá la razón por la que Ud. debe ser la primera persona en poseerlos. Pues, aunque sea lejana la referencia (un solo soneto, el penúltimo, el XXIV, evoca realmente la figura de Vera en todo el torbellino que le estoy dedicando) éste domina y mueve el desenvolvimiento de todo el poemario,  haciendo penetrar más y más -aunque tan secretamente que sólo muy despacio lo reconocí-  la irresistible inspiración que me sacudió. Reciba benévolamente estos sonetos en su sagrada memoria…” (pág. 102/3)

Más de cinco semanas después, el 18 de marzo de 1922, recibió la señora Ouckama Knoop otra carta de Rilke (en Cartas desde Muzot, cit.):

Prestigiosa y querida amiga, ante las tristes y penosas tramitaciones que la tenían ocupada en Weimar en la fecha de su última carta (20 de febrero), decidí demorar mi respuesta, pero a disgusto: primero, porque hubiera querido agradecer de inmediato su grata acogida de los Sonetos a Orfeo; y segundo, porque necesitaba confesarle que, en el ínterin ¡el número de esos poemas se duplicó!  Los recibirá apenas mi pluma (realmente un poco cansada ahora) tenga un respiro para copiar esta nueva Segunda Parte de los Sonetos…” (pág. 121) 

En relación con las Elegías de Duino, en la tarde del 11 de febrero citado, Rilke escribió a Marie von Turn und Taxis (Cartas desde Muzot; cit.)

“…Finalmente, Princesa, finalmente el bendito día, cuán bendito, en que le puedo anunciar completas las Elegías: ¡diez! Por la última, grande (que empecé en Duino: <<Que un día evadido del Laberinto de los bajos pensamientos – júbilo y gloria entoné a los Ángeles en coro concordes>>) por esa última (que ya desde entonces estaba dispuesta como última) me tiembla aún la mano. La terminé hoy, sábado 11, a las seis de la tarde. Todo en poquísimos días, fue una tempestad sin nombre, un huracán del espíritu (como, en otro momento, en Duino) Todas mis fibras y mis tejidos crujían –ni pensar en comer; solo Dios sabe cómo me sostuve…” (pág. 105)

La inspiración artística tiene sus caminos recónditos, impredecibles: en Duino, en 1912, Rilke supo al momento que las Elegías apenas intuidas, apenas esbozadas, serían la cumbre de su obra: lo perfecto dentro del conjunto de una obra ya exquisita. Pero al poco andar, la vena poética súbitamente se cegó, como se pierde la veta entre las moles pétreas de una mina de oro.  Después de diez años de paciente espera, en sólo unas pocas semanas el Poeta sintió gozosamente brotar de su pluma las que serían sus dos creaciones supremas, y dos cumbres de la Poesía Universal.

Un paréntesis para hablar de la tarea de traducir del alemán al español: si se trata de una simple nota oficial, requiere un esfuerzo mayor que con una lengua romance; si estamos ya ante la traducción de poesía en alemán, ello ofrece al traductor muchísimas dificultades; pero la traducción de la poesía de Rainer María Rilke lo sumirá en profunda desesperación, por la complejidad y sublimidad del mensaje, expresado en una lengua exacta y llena de sonoridad: una sonoridad muy distinta a la de las lenguas latinas.

Mosaico Dell’orfeo.

Para darnos una idea, creo que podremos medir, a la vez, la enorme distancia entre el alemán y el español y el grado de aproximación entre original y traducción, recurriendo a dos sencillos ejemplos: el de los versos finales del conocido poema Canción de Amor; y el del último terceto del Soneto XXII de los SONETOS A ORFEO   (traducción propia):

  1. De ‘Canción de Amor (Liebes Lied):

…Doch  alles,  was  uns  anrührt,  dich  und  mich,      nimmt   uns   zusammen   wie   ein   Bogenstrich, die aus zwei Saiten eine Stimme zieht. 

Auf welches Instrument sind wir gespannt?

Und welcher Geiger hat uns in der Hand?

O süßes Lied.

Estas dos últimas estrofas del poema realizan musicalmente un rallento gradual, hasta acabar en un susurro:  Oh süsses Lied

El traductor al español debe renunciar a ese resultado, y buscar otro tipo de efectos:

Pues lo ya vivido por ti y por mí

Nos liga, al igual que un acorde

Que de las dos cuerdas obtiene una voz.

¿En cuál instrumento fuimos tensados?

¿Cuál violinista nos pulsó en su mano?

¡Dulce canción!

  1. Del Soneto XII (Sonetos a Orfeo) tomamos el terceto final:

Alles ist ausgeruht:

Dunkel und Helligkeit,

Blume und Buch.

Todo es morosidad:

Oscurana y claridad,

Libro y flor.

¿Qué valor, qué significado tiene la poesía de Rainer María Rilke para nosotros latinoamericanos, para mí?  Es un poeta germanoparlante muerto hace casi un siglo, súbdito del desaparecido Imperio Habsbúrgico. Es vagamente panteísta, habla de dioses y ángeles y es decididamente elitista, mientras yo soy agnóstico, creo en las ciencias y soy decididamente socialista. ¿Entonces?

Bueno,  creo ciertamente en las ciencias, pero estoy consciente de sus límites: hay en el Universo un remanente de cuestiones que hasta hoy no han tenido respuesta científica ni filosófica; y las que nos proporciona  la Teología tradicional me parecen inaceptables.

Ahora bien ¿cabe un abordaje poético de las grandes cuestiones hasta ahora insolutas? ¿Por qué no? Me parece que el agnóstico, lejos de impedirlo, debe estimular el pensamiento racional en todas las direcciones posibles, y no descalifica a priori “las razones del corazón” que decía Pascal.

Desde joven, Rilke toma conciencia de lo misterioso de la existencia, frente a lo cual la Poesía debe dar respuesta. Bajo la influencia de Nietzsche, que vive ‘la muerte de Dios’, se convirte en lo que Hölderlin llamó “un poeta en tiempos de penuria”. No profesa ninguna religión, y si habla de dioses y ángeles, eso no debe llamar a confusión. Como él mismo lo aclara en una carta dirigida a Witold von Hulewicz el 13 de noviembre de 1925 (Cartas desde Muzot, cit.):

“…El ángel de las Elegías no tiene nada que ver con el ángel del cielo cristiano … El ángel de las Elegías es esa criatura en la que ya aparece consumada la trasformación de lo visible en invisible que nos esforzamos por llevar a cabo… El ángel de las Elegías es ese ser que garantiza reconocer en lo invisible un rango más elevado de la realidad…” (pág. 325/6)

¿Quién me oiría, si gritase yo, desde la esfera de los ángeles?”

     pregunta Rilke en el arranque de su Elegía Primera; y esto significa la postulación de un mundo no escindido en dos realidades (como están los mundos platónico y cristiano) sino unitario y a la vez complejo, una de cuyas dimensiones (lo abierto: donde están las respuestas que no tenemos) es inasequible desde la cotidianidad. Entonces, la misión del poeta es descubrir el camino que lleva a ese mundo y describirlo y celebrarlo en sus múltiples manifestaciones; y esa es precisamente la fascinante materia que compone sus dos últimos, grandes poemarios, los cuales fueron objeto de un riguroso escrutinio de parte del filósofo alemán Martin Heidegger en la década de los años 40 del Siglo pasado.

Después de la publicación de su libro Ser y Tiempo en 1927, el filósofo alemán Martin Heidegger exploró la que fue llamada una salida o una respuesta poética a los problemas radicales de la Metafísica, y lo hizo mediante una cala en la obra del célebre vate ilustrado Friedrich Hölderlin y en la de  Rainer María Rilke, contemporáneo de Heidegger.

En efecto,  es en su libro, traducido en Argentina bajo el título de “Sendas Perdidas” y en España bajo el de “Caminos de bosque”, donde Heidegger incluye un ensayo titulado ¿Y para qué poetas? donde concluye una reflexión a propósito de la Elegía de Hölderlin  ‘Pan y Vino’. Según la Elegía, como los dioses han abandonado la tierra y esto ha causado grandes calamidades a los humanos, la misión de los poetas en esos tiempos, que son “tiempos de penuria”, es la de decir expresa y poéticamente la esencia de la poesía, como lo hace, en su tiempo, el propio Hölderlin. En ello es donde ve Heidegger la posibilidad de un aporte, desde la poesía, al ámbito de la metafísica. Según él, “…habría y hay la necesidad única de experimentar lo inexpresado en lo dicho por su poesía por medio de un pensar lúcido. Esta es la vía de la historia del ser. Si alcanzamos esa vía, llevará al pensamiento a un diálogo con la poesía desde la historia del ser …” (pág.202)

Seguidamente el Filósofo se pregunta si Rilke ‘es un poeta en tiempos de penuria’, examina su periplo vital y somete a un exhaustivo análisis el lenguaje de la poesía correspondiente a las Elegías de Duino y a los Sonetos a Orfeo, más otros poemas aislados. Al término de su análisis, Heidegger concluye:

“…Si Rilke es un «poeta en tiempos de penuria» (sin duda lo es), entonces su poesía es la única que responde a la pregunta de para qué es poeta y hacia dónde se encamina su canto, a qué lugar del destino de la noche del mundo pertenece el poeta. Este destino decide qué sigue siendo destinal dentro de esta poesía.” (pág. 238)

Rainer María Rilke interpretado por Leonid Pasternak.

Me parece indudable que Rainer Maria Rilke asumió plenamente la  misión del poeta “en tiempos de penuria”;  y su respuesta fue una obra densa e incomparable, que desafía y seduce; a la vez que (ya cerca de cumplirse los cien años de su muerte)  nos convoca al compromiso y a la autenticidad a quienes vivimos esta nuestra época, la cual, más que ninguna otra anterior, merece ser llamada “tiempos de penuria”.

(*) Walter Antillon Montealegre es Abogado y Catedrático Emérito de la Universidad de Costa Rica.

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