martes 23, abril 2024
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Evocación de Juan Durán Luzio

Los tres lustros culminantes en la generosa existencia del intelectual chileno Juan Durán Luzio son años raigales en su proceso vital de costaenrriquecimiento. El autor de «Senderos de identidad: diez ensayos sobre literatura costarricense» de 2003, entrega a su segunda patria en 2010 el libro «Juan Rafael Mora Porras, primer ensayista costarricense: escritos selectos». A partir de esta obra de madurez, dedica su sapiente vocación magisterial a escudriñar y alumbrar el enaltecedor legado latinoamericano de nuestro ‘Pater Patrie’ en los ámbitos de la educación y la cultura, específicamente en la esfera de la palabra escrita.

Para sus amigos, colegas, discípulos y familiares, el fin de 2022 se ensombrece por la partida del catedrático de Literatura, quien convivió con nosotros por más de la mitad de su trayectoria terrenal. Si bien, estamos agradecidos por su vida y reconocidos por su marcada influencia en la restitución de Juan Rafael Mora en la conciencia ciudadana – auténtico reavivamiento cívico y cultural – que, a juicio de la erudita María Amoretti, ha “revolucionado el canon de la historiografía nacional, a pesar del griterío levantado por las ocas en la prensa, quienes, ocupados en confirmar la verdad de nuestro pasado, olvidaron contarnos el pasado de nuestras verdades, de nuestros valores y certidumbres”.

Preceptor, crítico literario e investigador historiográfico

Obtiene su título como profesor de Castellano en la Universidad de Chile. Académico en el Instituto Pedagógico y en el Instituto de Literatura Chilena de su alma máter, gana una beca de Cornell University donde obtiene su doctorado en Literatura Románica. En los Estados Unidos se enamora de la educadora costarricense Flory Stella Bonilla Gamboa (1944-2002), con quien funda una familia que fructifica en dos hijos Juan José y Laura Estela, más dos nietas Floriana y Fernanda. Desde 1977 establecen su hogar en la república de la biodiversidad, la democracia y la paz.

Enseña en la Universidad de Costa Rica y luego, por 38 años, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, que al jubilarse le otorga el reconocimiento de Profesor Emérito “por los valiosos servicios prestados al desarrollo de la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje y su invaluable labor como investigador de la literatura latinoamericana”. Forma en la UNA cerca de un millar de profesores de Español, esparcidos en escuelas, colegios y universidades por todo el territorio nacional. Es profesor invitado en universidades de Alemania, Chile, España, Estados Unidos (Harvard, Chicago, UCLA) e Italia.

Publica medio centenar de ensayos académicos y numerosos libros, entre los cuales cabe mencionar: «Prosa y poesía renacentista» (1979), «Lectura histórica de la novela ‘El recurso del método’ de Alejo Carpentier» (1982), «Bartolomé de las Casas ante la conquista de América: las voces del historiador» (1992), «Entre la espada y el falo: la mujer americana bajo el conquistador europeo» (1999), «Siete ensayos sobre Andrés Bello, el escritor» (1999) y «La literatura Iberoamericana del siglo XVIII»  (2005). Edita, anota y prologa: «El problema», de Máximo Soto-Hall (1992), «Misterio: escenas de la vida en Costa Rica», de Manuel Argüello Mora (2004) y «Terracotas: cuentos breves de Rafael Ángel Troyo» (2006). Dirige un número de la «Revista Iberoamericana», de la University of Pittsburgh, sobre literatura de Costa Rica (1987). Es miembro del Consejo Directivo de la Editorial Costa Rica.

La Academia Costarricense de la Lengua lo elige Miembro Honorario, en reconocimiento de su “notabilísima obra crítica e historiográfica, en especial de las letras hispanoamericanas”.

Mora, uno de los fundadores de la literatura nacional

Con su influyente intelecto, en 2010 establece el Dr. Durán Luzio en su libro: “Juan Mora Porras es el primer ensayista costarricense. Es imprescindible darle el lugar que se merece entre los fundadores de la literatura nacional”. La Dra. Verónica Ríos Quesada, catedrática de Literatura, apunta que tal distinción obedece a “la agudeza de sus planteamientos y la belleza estilística de su prosa”.

Es el año en que el Poder Legislativo declara Libertador y Héroe Nacional al Presidente Mora. Luego, a iniciativa de la Academia Costarricense de la Lengua, el adjetivo morista ingresa al «Diccionario de la Lengua Española» con este significado: “Perteneciente o relativo a Juan Rafael Mora, libertador costarricense”.

En su conferencia académica “Forjando la República: Los concertados pasos de Juan Rafael Mora”, resalta la pasión del constructor republicano por el orden como sistema de organización del Estado regido por el interés común, la justicia y la igualdad, así como regla que se observa para hacer las cosas y mandato que se debe obedecer y ejecutar.

Escribe un análisis comparado entre las 311 palabras de la Segunda Proclama de Juan Rafael Mora (1856) y las 272 del Discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln (1863): “Los dos escritos se debaten entre el ensayo breve y el poema en prosa: lenguaje pulcramente organizado y sin embargo directo y urgente; frases cadenciosas, anáforas precisas, antítesis claras, cuyo llamado se construye en oposiciones binarias simples: en Lincoln, morir para dar vida; en Mora, combatir para alcanzar la paz. Textos cuyo ruego es altivo, y sin embargo el tono imperativo y solemne surge de modo casi natural. Su mensaje es tal que ha quedado en el alma de los pueblos”.

Añade: “Hay en Mora y Lincoln una clara idea de la nación anhelada, un plan de sociedad futura, una fe y optimismos fortalecidos por el enorme desafío que ambos enfrentan: en Mora, conducir por primera vez un ejército nacional hacia la frontera para defender el territorio patrio de invasores extranjeros; en Lincoln, evitar la secesión del país y defender la igualdad entre todos los hombres. Ambos discursos son un canto a la libertad e igualdad de los individuos y de los pueblos, a la nueva república que poco a poco surge soberana y democrática, tanto así en la gran unión del norte como en una compacta nación de la América Central”.

En fin, “Plutarco creó la feliz expresión ‘vidas paralelas’ para organizar sus relatos sobre similitudes en las vidas de ‘excelentes varones’. Varios estudiosos sugieren, en Costa Rica y en Estados Unidos, que las de Mora y Lincoln se desenvuelven como vidas paralelas. En lo universal, los dos se oponen a la esclavitud y lideran violentas guerras para que prevalezca la libertad del ser humano Son considerados por la historia como los mejores presidentes de sus respectivos países. Pero, irónicamente, ambos mueren asesinados por cobarde venganza”.

Junto al recordado historiador Raúl Aguilar Piedra (1946-2020), publicamos «Palabra viva del Libertador» (2014), con 140 textos del héroe. A la vez, me corresponde editar «Polifonía del Padre de la Patria», con 130 atisbos, narraciones y testimonios sobre el presidente de la República de 1849 a 1859. En su presentación, expresa el Dr. Durán Luzio: “Gracias a estos libros, Juan Rafael Mora comienza a ser visto, a respirar una más completa vida nueva. Esperemos que, de ahora en adelante, por obra y gracia de estos textos, su presencia necesaria para la educación, la cultura y la soberanía del país sea permanente e indeleble. ¿No es esta labor un acto de defensa de la patria, un homenaje a su libertad?”.

El Gobierno de lo República lo nombra por Chile en la Comisión Internacional del Bicentenario Morista, en compañía de Carmen M.ª Iglesias Cano de España, Enrique Iglesias del Uruguay, Robert J. Lenz de los Estados Unidos, y Eduardo Torres-Cuevas de Cuba.

En la celebración del Bicentenario, dirige una exhibición bibliográfica en homenaje a Mora el escritor, en la Biblioteca Joaquín García Monge de la UNA.

El 13 de febrero de 2015, es uno de los 17 fundadores de la Academia Morista Costarricense, corporación docta, de bien público, con personalidad jurídica propia y capacidad ejecutiva para el cumplimiento de sus fines. Su misión principal es auspiciar el estudio, la investigación, la enseñanza y la difusión de la vida, el pensamiento y la obra del Libertador y Héroe Nacional Juan Rafael Mora y su época, así como el ascendiente de su legado en el devenir de Costa Rica. Algunos de sus fines: conmemorar el nacimiento, la muerte y las efemérides del Padre de la Patria; apoyar al Sistema Educativo Nacional en la enseñanza concerniente al ejemplo vivo del Héroe en la formación de la niñez y la juventud; propiciar la erección de monumentos que perpetúen su memoria y velar por la preservación de los sitios relacionados con su travesía vital, así como de los espacios, plazas o vías públicas nombrados en su honor; enaltecer el ejercicio ciudadano y el desarrollo de la cultura de las virtudes cívicas personificadas en el carácter morista.

Su personalidad resulta determinante en el proceso de restauración del Padre de la Patria. Como señala el Dr. Jaime Ordóñez Chacón, catedrático de Derecho, “ya tenemos un héroe pleno, rotundo y definitivo en Don Juanito, nuestro gran presidente que definió el carácter nacional. Un profuso y sistemático trabajo de escribir y reescribir la historia y poner en su justo lugar a Juan Rafael Mora y su coyuntura, nos permite ahora tener nuestro héroe”.

Una educación basada en virtudes y valores moristas

Presenta en la Academia Costarricense de la Lengua su trabajo “Ocho chilenos entre la vida y la muerte de Juan Rafael Mora”.

En la III Semana Morista, dirige el simposio “Ficción narrativa en torno al Presidente Mora y su época”, en el que, con presencia de sus autores, se analizan las novelas «La guerra prometida» de  Oscar Núñez Olivas, «Don Juanito y yo» de Quince Duncan, y «La ruta de los héroes» de Adriano Corrales, se proyecta el documental «El héroe olvidado» de Mauricio Ortiz, hay un recital poético de Gustavo Castillo Durán, el autor Manlio Argueta relata “Cómo escribí desde El Salvador mi novela sobre la Guerra Patria Centroamericana”, el autor y crítico Jorge Eduardo Arellano da una conferencia sobre “La Guerra Nacional antifilibustera en la literatura de Nicaragua”. El Dr. Durán Luzio ofrece ahí su discurso académico “Juan Rafael Mora, de la historia a la ficción: visiones selectas”.

Recorre el país como expositor en actividades de enseñanza y difusión organizadas por la Academia, en un movimiento popular de renovación del ser costarricense que surge de abajo hacia arriba: Alajuela, Cartago, Esparza, Heredia, La Trinidad de Sarapiquí, Limón, Naranjo, Pérez Zeledón, Puntarenas, San Carlos, San Marcos de Tarrazú y Santa Rosa. En esa corriente de civismo hay una florescencia de pensamiento nuevo y sensibilidad creativa expresada en 80 publicaciones de ensayos y estudios, nueve obras musicales (una de ellas, la primera ópera rock en el país), unos 20 poemas, 14 novelas y cuentos, cuatro obras de teatro, 20 pinturas y murales, tres esculturas, siete guiones de video documental y ficcional incluido un serial en ocho episodios, así como numerosos discursos académicos, seminarios, simposios y conversatorios en torno al Padre de la Patria y su época, además de varias exposiciones archivísticas, bibliográficas, literarias y pictóricas. La onda expansiva del despertar morista trasciende con la realización de investigaciones, la publicación de obras, el nombramiento de sitios, la entronización del retrato y varias iniciativas más en Alemania, Argentina, Brasil, Cuba, El Salvador, España, Estados Unidos, Inglaterra, Nicaragua y Paraguay.

El Consejo Superior de Educación – cuya sede pasa a llevar el nombre del Presidente Juan Rafael Mora – adopta nueve acuerdos sobre el estudio del legado morista en escuelas y colegios, mientras que el Ministerio de Educación Pública coloca el retrato del prócer en 5000 centros educativos, introduce las efemérides moristas en el Calendario Escolar y emite guías pedagógicas que se ocupan de la Guerra Patria Centroamericana y la Victoria Centroamericana sobre el Expansionismo Esclavista. La Universidad Técnica Nacional se declara universidad morista, da el nombre del héroe a su sede regional del Pacífico y crea ahí una cátedra de estudios moristas. En fin, el Consejo Nacional de Rectores establece la Cátedra Juan Rafael Mora como programa permanente, interdisciplinario y humanista de las cinco universidades públicas.

En su discurso de posesión de silla en la Academia Morista, presenta un panorama de los avances en educación y cultura alcanzados de 1849 a 1859. Destaca el pensamiento presidencial de quien “nunca duda que el saber bien impartido y la ilustración en general constituyen las mejores vías hacia el orden, el progreso y la civilización. Sabe con claridad que la instrucción conduce a la república y a la democracia: la ignorancia, a la anarquía y al desgobierno”. Su Administración construye el edificio de la Universidad de Santo Tomás y les da un nuevo reglamento a las facultades de Teología y Ciencias Eclesiásticas, Filosofía y Humanidades, Leyes y Ciencias Políticas, Medicina y Ciencias Naturales. “Cuando un alevoso golpe de estado interrumpe su tercer mandato, hay por todo el país 76 escuelas primarias que atienden a más de 5000 estudiantes. En los pueblos se enseña a leer, escribir y doctrina cristiana, pero en las cabeceras de provincia y en las poblaciones mayores, se añaden contabilidad, moral y gramática castellana; en otros establecimientos se pueden adquirir todos los conocimientos más generales del saber, como son geografía, historia, aritmética comercial, álgebra, dibujo lineal, nociones de geometría, moral social y moral religiosa, y reglas de cortesía”. La Universidad de Santo Tomás, con 150 estudiantes en ocho cátedras, finaliza 1858 graduando un abogado, tres bachilleres y un matemático”.  Además, agrega el expositor, “en lo que me parece un rasgo totalmente novedoso, en ese año se abre un primer jardín de infantes en el país, según un modelo vigente en Suecia”.

La mejor interpretación que conozco sobre el sentido de la obra del Dr. Durán Luzio está en los conceptos que recientemente ha expresado – en otro contexto – la catedrática Susana Trejos Marín, doctora en Filosofía por la Universidad de París I, quien considera que “los escritos de Juan Rafael Mora deben ser vistos como un diálogo mayéutico en el sentido socrático del término. Se siente maestro y padre de su pueblo, le explica las circunstancias, las acciones a tomar, y lo hace con la convicción de que el pueblo ya sabe y vive lo esencial, lo trata con el respeto que merece como ser libre, inteligente, trabajador, bueno, poseedor de los valores de honestidad y patriotismo.  Así gobierna, dirige, decide y educa al pueblo, lo eleva, le da autoestima, ya que un verdadero gobernante solo es grande si engrandece los valores de su pueblo”.

Para la distinguida académica, Mora “encarna lo que los griegos llamaron ‘paideia’, concepto relacionado con los elementos fundamentales que intervienen en la formación y constitución del ser humano, desde antes de su nacimiento, que posibilitan el crecimiento integral y que le permite llegar a ser lo mejor que sus potencialidades le concedan. Es el proceso que hace posible alcanzar la plenitud y cumplir los ideales de ser humano que cada cultura se forja. No es solo el conjunto del saber alcanzado por una cultura, es el acercamiento al ideal que cada cultura tiene de sí misma, que Don Juan Rafael supo forjar y cumplir en su propia persona, demostrando así que la utopía es posible. Pensemos en ese modelo nuestro de ser humano, con una ‘paideia’ basada en los valores de nuestros grandes héroes y en las raíces de lo que ha sido nuestro pueblo”.

“Hablar de ‘paideia’,” agrega la Dra. Trejos Marín, “es buscar en palabras tales como cultura, tradición, educación, artes, valores, el conjunto del saber implícito y explícito en cada etapa del devenir humano. En los griegos, es el ideal que los condujo a la conciencia de sí mismos, en aras de generar una visión de su propio ser y de formarlo en consonancia con esa visión. Es la vía para hacer cada vez más humana a la humanidad. Los currículos de una ‘paideia’ morista abarcan la totalidad de un proyecto humano de nobleza plenamente costarricense. Juan Rafael Mora no solo dio independencia a su nación, sino que le dio libertad a su pueblo, una libertad interior, cualitativamente humana. Somos libres cuando al par somos liberadores, cuando nuestras profundas convicciones nos llevan al compromiso de contribuir al logro de una sociedad más humana y de un ser humano más completo. ¿Utopía? ¡Claro que sí! Pero es que la vida no tiene más sentido que aquel que somos capaces de darle por nuestro compromiso y la acción que de allí se sigue. Y en este desafío, estamos condenados a elegir, ya que si decidimos no elegir, no elegir es nuestra elección. Por eso nos advierte [Jean-Paul] Sartre que estamos condenados a ser ‘libres’.”

Estos son los tamaños de nuestra gratitud a la memoria de Don Juan Durán Luzio, amigo fraterno y compañero morista, quien entregó lo mejor de su vida a la educación y la cultura de esta república esmeralda que lo acogió como costarricense “amoris causa”.

(*) Armando Vargas Araya, Presidente Emérito, Academia Morista Costarricense

Canberra, Australia, 22 de enero de 2023.

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