miércoles 24, abril 2024
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La ética* y la moral** hoy en día

Ética y moral, la personalización de ambas y su adaptación a nuestro personal modo de ver, han causado un grave daño a todos. Hemos entrado en un mundo de confusión, un mundo de “todo se vale”, que tiene sus raíces en múltiples factores, muy humanos por cierto, pero por esa razón muy equivocados la mayoría de las veces. No nos gusta que nos digan cómo debemos actuar, no es exactamente un anarquismo personal, no, es una manera cómoda de vivir nuestra vida.

Hasta hace pocas décadas nos movíamos dentro de una serie de normas, mismas que nos hacían ser de una manera aceptable para los demás seres humanos.

Las definiciones ayudan a valorar mejor aquello que pretendemos comprender, de este modo En otras palabras, la ética también puede ser definida como el estudio de la moral, la teoría racional de cómo actuar en sociedad. La moral es la forma en que actuamos, el comportamiento, el hábito. La ética tiene que ver más con la teoría y la moral, con la práctica.

Nuestra fuente primigenia de fundamentos éticos y morales, nos ha llegado principalmente desde el helenismo, para los países occidentales, mientras que en Asia han sido los pensadores como Confucio y Lao Tzé quienes nos legaron profundas raíces acerca de nuestras obligaciones, para con el prójimo y para con nosotros mismos.

Durante dos milenios han sido las religiones, las encargadas de promover la idea de ética y de moral,no obstante desde al menos cinco mil años atrás hay información acerca de estas ideas dentro de las religiones mono y politeístas. Quizá como daño colateral, el poder concentrado en la clase “sacerdotal”, producto del miedo agregado, ha llevado a serios cuestionamientos y la caída en una especie de agnosticismo.

No obstante, para ser realistas, la ética y la moral no dependen de ninguna religión, son básicamente el producto del hogar y del entorno: nadie puede dar lo que no tiene. En los últimos años la proliferación de escándalos políticos, todos terminados en nada, internacionales y nacionales, han promovido la idea de “ellos lo hacen yo también”. Vemos políticos eminentemente corruptos, pavoneándose frente a la sociedad que los circunda, como semidioses, con una hoja de vida totalmente sucia: ¿cómo serán sus hijos? Pues iguales por supuesto, no pueden nacer peras del olmo.

Hoy por hoy, lo que nos perturba a todos, son los hechos carentes de ética y de moral, producto de personajes enfermos de su espíritu y con esa avidez de dinero y poder, se saltan cualquier barrera y hacen lo que les dé la gana.

¿Podríamos cambiar esto? No lo creo, no, aunque nosotros como personas podemos buscar la práctica de las virtudes básicas, para vivir en paz y como una especie de rebeldía frente a los corruptos, que tampoco son mayoría pero si mucho más notorios, más nefastos y son la razón de un descreimiento total de la sociedad actual. Los escándalos del clero de la mayoría de las religiones, ha contribuido mucho a esta era del «laissez faire, laissez passer», que consume la sociedad.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

 

 

 

 

 

 

 

 

 

* Conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad.

 

** Conjunto de costumbres y normas que se consideran buenas para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en una comunidad.

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1 COMENTARIO

  1. CARTA
    CORRUPCIÓN II
    “Impunidad Angustiosa”
    “La impunidad vuelve valientes a los cobardes y osados a los pusilánimes, y el día en que cobardes y pusilánimes alcanzan el poder sus sucias babas lo aniquilan todo”

    Hay, sin dudas, una alarmante proliferación del delito, y por ende de la corrupción. La actual generación está en deuda con el derecho. A través de los siglos se han ideado formas de controlarlo que han dado resultados más o menos satisfactorios. En la actualidad no se sabe, no sabemos, cómo se habrá de combatirlo para reducir su alarmante peligro sin crear un estado policial ni afectar el derecho a la defensa y a la presunción de inocencia que protege, a los criminales. La sociedad adopta criterios permisivos, rechaza la censura, favorece el hedonismo, abandona los altos ideales como programas de vida, se ríe de la pureza, sé farsa de lo sublime, desconfía de los heroísmos, desecha los esfuerzos, se inclina hacia el jolgorio, elige lo fácil. Tomamos esas posturas porque se nos da la gana, porque estamos en nuestro derecho de hacerlo, porque cada cual tiene su criterio para elegir el camino hacia su felicidad. Pero no debe resultar sorprendente que en la medida en que la humanidad desprecie las virtudes, proliferen los vicios, los delitos y aumente la impunidad. Existe sin duda una enorme falta de confianza en los tres poderes del estado. A la justicia ordinaria muchas veces no se la teme, se la supone inocua (todo el mundo “confía en la justicia”; muchos, en realidad, confían en su torpeza). Basta entrar en las cavernas de la información y nos encontramos nuevamente con el mundo de los bolsones, resabios de anteriores y recientes elecciones que se mantienen en el tiempo, con organizaciones perfectamente acicaladas que regentean los alimentos de los pobres y de quienes más lo necesitan. Pero pareciera que las autoridades vienen de martes y quienes deben combatirla nada saben sobre los lugares de ventas. Como las drogas que se la encuentran en cada esquina. Mientras los allanamientos y aprehensiones de la Justicia proliferan y llenamos las cárceles (comisarías) con los “perejiles” y los verdaderos personajes intelectuales del negocio están libres e incluso ostentan su riqueza. El tiempo pasa y florece la indemnidad. Nuevamente el silencio de muchos. Es que cuando las inmoralidades o presuntos delitos se denuncian, se verifican y el Estado da vuelta la cara como que “nada tengo que ver con esto» es, en la práctica, lo mismo que patrocinar , promover, apadrinar la inmoralidad, que queda expuesta ante la ciudadanía sin que nada la evite, la corrija ni, menos aún, la castigue. Lo que es peor, el grado de resignación, de tolerancia y hasta de paciente aceptación con el que se la ve en estos días ante tan alarmante impunidad sobre el origen y el destino de los alimentos de quienes más lo necesitan. Nihil novi sub solé (no hay nada nuevo bajo el sol). Hay quizás demasiada pobreza, una pobreza acompañada de la desesperanza de conseguir un trabajo digno. La pobreza, la penuria extrema, el hambre que pueden llevar al robo, a ese tipo de robo que es plenamente justificado cuando tiene como objeto la supervivencia. Pero la ola delictual que se advierte en la actualidad, no parece responder a esas extremas necesidades sino a la desaprensión, a la desvergüenza, a la falta de normas, al extravío, a la droga a la mafia. Una convención interamericana, aprobada por ley nacional, impone a los gobiernos su deber de adoptar las medidas para detectar, sancionar y erradicar la corrupción. No se dice que se deba combatir el delito, pues cae de maduro que los países aceptan la obligación de poner en vigencia su legislación, y todos tienen sus códigos penales para que se cumplan, no para adorno de bibliotecas. Los tucumanos en estos momentos, estamos ante la evidencia de organizaciones que extiendan su poderío hasta ciertos despachos que debieran mantenerse inconmovibles. La ausencia del Estado no anticipa ni presagia un cambio favorable sino al contrario el florecimiento de los negocios espurios en donde el autor intelectual siempre será ajeno. Todavía recuerdo hace muchísimos años en donde un periodista recordaba a Enrique Santos Discépolo que murió en 1951. Sus versos o aquellas reflexiones encajan perfectamente en este País y Tucumán contemporáneo… Es que da lo mismo que sea cura/colchonero, Rey de basto/ caradura o polizón. Señora de ojos vendados/ que estás en los tribunales/Sin ver a los abogados/ baja de tu pedestal/Quítate la venda y mira/, cantó alguna vez María Elena Walsh. Qué paradoja estamos en Enero del 2024 y pareciera que nada ha cambiado.-
    Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
    D.N.I. N°12.209.529
    Av. Camino del Perú 1575
    San Miguel de Tucumán

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