Indiscutible el hecho de que somos seres funcionando dentro de la naturaleza (no orden natural porque hay mutaciones: salvedades más infrecuentes que lo que muchos quisieran.), no funcionamos contra las leyes de la naturaleza, no, somos su producto evolutivo. Una cosa son las leyes naturales y otra muy diferente las leyes humanas, aunque puedan interactuar, no consiguen cambiarse unas a otras, no tienen secuencia morfológica, aunque se pueden desobedecer las leyes humanas, aunque la justicia pueda cobrarnos, se puede; no ocurre otro tanto con las leyes naturales, de esto tenemos ejemplos cada rato.
¿Somos producto de la evolución? Si, es posible que seamos un subproducto evolutivo de los grandes simios, a pesar de que la ciencia aún nos debe “el eslabón perdido”.
El hecho de “ser humano”, producto del azar evolutivo, nos obliga a someternos a ciertas leyes naturales, caso contrario hubiéramos desaparecido miles de años atrás. Una revisión de la literatura médica, nos muestra la inmensa variedad de mutaciones, que llevan a la enfermedad, a la discapacidad y en muchos casos a la muerte. Esa variedad en el genoma siempre ha existido, quizá menos porque éramos menos seres humanos pisando la tierra, además la investigación médica no había avanzado tanto. Muchos de estos casos son incompatibles con la vida, hoy día se pueden diagnosticar “in útero” una gran cantidad de ellos. Muchos países han modificado las leyes humanas, dando paso al aborto terapéutico, cuando la seguridad es total de patologías en el producto, la alternativa científica es el aborto, otros casos son patología quirúrgica que puede ser efectuada en el útero. Ahora bien, la regulación debe ser estricta, porque un embrión es un ser humano, que si bien aún no tiene condiciones para sobrevivir, eso no le resta la calidad humana.
Personalmente no estoy de acuerdo con el aborto, salvo en caso de patologías incompatibles con la vida o aquellos casos de violaciones múltiples. ¿Mis razones? Una sola: creo en la inviolabilidad de la vida humana. Hace 140 años, un militar hijo de militar panameño, Tomas Guardia, dijo: “la vida humana es inviolable”, con esto abolió la pena de muerte.
Yo estudié medicina con la idea de salvar vidas y aliviar el dolor, este norte se dibujó claro en mi mente de joven y nunca dejé de pensar de este modo, es posible que al haber sido creado por unos padres de principios morales dignos de encomio, fortaleció esa idea en mi.
Tuve la experiencia de atender una paciente que había abortado, bonita, joven, extranjera, su consulta no tenía nada que ver con dicho episodio, pero su dolor físico complicado de comprender, me llevó a hurgar en su subconsciente, ella por fin se atrevió a contarme lo difícil que era llevar su vida después del aborto; fue en vano tratar de convencerla que “a lo hecho pecho”, ya no podía regresar el tiempo, pero que parodiando a Dostoyevski: el perdón de los pecados está en el remordimiento. No hubo manera, la referí a un psiquiatra amigo, ella siguió asistiendo a sesiones de psicoanálisis, en vano según supe después, cuando ella se suicidó, tenía 31 años. Me siguió como un fantasma por muchos años, hasta que al fin un día desapareció de mi mente, ahora que la he mencionado no consigo comprender porqué me perturbó tantos años, sin respuesta. Quizá fue el terrible drama que padecía, su belleza física y espiritual, no me pasaba esa desaparición física, pensé lo diferente que hubiera sido su vida si hubiera tenido ese hijo, quizá a esta altura sería abuela, su hijo podría haber representado un gran alivio para muchas personas, ella hubiera envejecido en paz.
Definitivamente somos humanos, nos comportamos como humanos y pensamos como humanos; no podría ser de otra manera, hoy ví un palo de mango en mi traspatio, joven y lleno de mangos grandes, me gusto ser testigo de esa maravilla de palito, por suerte encontré una bella parasita a horcajadas en una horqueta del mango que promete una floración pronta, será una guaria, tendrá además de mangos, flores, pero seguirá siendo un palo de mango.
De igual manera es inútil dar coces contra el aguijón. Enormes grupos disconformes con la vía natural se empeñan en convencer a los demás que somos los equivocados, que estamos en un error y la publicidad engañosa parece hacerlos multiplicar de forma exponencial. No, definitivamente los equivocados son ellos y ay de nosotros si guardamos silencio por comodidad. Una política dijo hace tres días que “el embrión no es un ser humano”, cierto que la mayoría de los políticos mienten, pero decir eso es ser un ignorante.
Que cada quien piense lo que le venga en gana, pero que no trate de tergiversar la verdad.
(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es médico