Yuba, 4 ene (ACI Prensa).- Al continuar con su viaje apostólico en África, el Papa Francisco explicó a obispos, sacerdotes, seminaristas, consagrados y consagradas “qué significa ser ministros de Dios en una historia marcada por la guerra, el odio, la violencia y la pobreza”.
“Les deseo, queridos hermanos y hermanas, que sean siempre pastores y testigos generosos, cuyas armas son solo la oración y la caridad, que se dejan sorprender dócilmente por la gracia de Dios y son instrumentos de salvación para los demás; profetas de cercanía que acompañan al pueblo, intercesores con los brazos alzados”, dijo el Papa este 4 de febrero en la Catedral de Santa Teresa en Yuba, Sudán del Sur.
En su discurso, el Papa Francisco recordó el retiro espiritual en 2019 en el que líderes políticos fueron invitados al Vaticano “para que, por medio de la oración, acogieran en sus corazones la firme resolución de trabajar por la reconciliación y la fraternidad en el país”.
En aquella ocasión, el Santo Padre se arrodilló y besó los pies de algunos de ellos para solicitarles trabajar a favor de la paz.
Luego, el Papa Francisco evocó la historia de liberación y salvación de Moisés, para compartir algunos consejos concretos para la actividad pastoral de la Iglesia.
En primer lugar, el Santo Padre señaló que “nuestra obra viene de Dios. Él es el Señor y nosotros estamos llamados a ser dóciles instrumentos en sus manos” y advirtió el peligro de pensar que “nosotros somos el centro, que podemos confiar -si no en teoría, al menos en la práctica- casi exclusivamente en nuestras propias habilidades”.
En esta línea, el Papa lamentó cuando “como Iglesia, pensamos dar respuestas a los sufrimientos y a las necesidades del pueblo con instrumentos humanos, como el dinero, la astucia, el poder”.
De este modo, el Santo Padre alentó a “acercarnos a Dios con asombro y humildad, dejarnos atraer y orientar por Él; para que confiemos en su Palabra antes de usar nuestras palabras, para que acojamos con mansedumbre su iniciativa antes de centrarnos en nuestros proyectos personales y eclesiales; pues la primacía no es nuestra, sino de Dios”.
“Ante el Buen Pastor, comprendemos que no somos los jefes de una tribu, sino pastores compasivos y misericordiosos; que no somos los dueños del pueblo, sino siervos que se inclinan a lavar los pies de los hermanos y las hermanas; que no somos una organización mundana que administra bienes terrenos, sino la comunidad de los hijos de Dios”, indicó.
En este sentido, el Papa subrayó que “nuestro primer deber no es el de ser una Iglesia perfectamente organizada, sino una Iglesia que, en nombre de Cristo, está en medio de la vida dolorosa del pueblo y se ensucia las manos por la gente”.
Para ello, el Santo Padre pidió permanecer en comunión, cultivar “el respeto recíproco, la cercanía, la colaboración concreta”.
“Tratemos de vencer entre nosotros la tentación del individualismo, de los intereses de parte. Es muy triste cuando los pastores no son capaces de comunión, ni logran colaborar entre ellos, ¡incluso se ignoran!”, afirmó,