miércoles 13, noviembre 2024
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Los desafíos de la Biblia

Porque es bueno buscar a Dios sin petulancia ni vanidades: así lo vio Tomás de Aquino como Maimónides y otro muy importante llamado Averroes.  Uno no busca a Dios para ser castigado sino para ser uno redimido de la crueldad, la ignorancia y la ausencia de amor.  El saber y el saber vivir bien con abundante generosidad: eso es el todo. El resto, como la teología dogmática, es un deporte inútil.

 

Es bueno saber que una cosa es la Iglesia (definida como el conjunto de sus instituciones) y otra muy distinta es la idea o la experiencia sobre Dios. De entrada, conviene no confundir estas dos aristas que ciertamente pueden relacionarse sin demérito de esta distinción que ayuda a la conversación de los temas así llamados “divinos”. Procede, por ejemplo, distinguir entre San Francisco de Asís y el papado.

 

Ahora bien, pienso yo, que la idea de Dios corresponde a una esencia cultural, ideológica y civilizatoria inentendible que adquiere rasgos dominantes durante largos periodos de patriarcado y esclavitud. Por eso, en la Biblia Dios se relata con una deidad masculina y en sus páginas la fuerza de trabajo es esencialmente esclava con relativamente pocos pastores, comerciantes y artesanos. 

 

Habla el texto de reinos y tribus guerreras, de crueldades y de gobernantes ayunos de piedad.  Así eran las sociedades de aquel tiempo que datan del neolítico. “Señor de señores” o “rey de reyes” o “corte celestial”, son términos anacrónicos, propios de hace miles años.  Tal Dios fue también cruel: un espejo de nuestro famélico estado de naturaleza.

Sin embargo, el Dios descrito por el humano evoluciona hacia lo bueno. Adquiere rasgos positivos.  El Dios monoteísta (el primero fue Ahura Mazda y luego fue Yahvé) fueron divinidades masculinidades que coadyuvaron a unificar y centralizar el poder. En realidad, Dios (categoría histórica ontológicamente abstracta pero no por ello irreal o carente de un substrato material), no buscó al homo sapiens ni lo creó. Fue lo opuesto. La responsabilidad de Dios recae sobre nuestros hombros. Dios no es padre sino hijo, o, puede que sea ambas condiciones y quizá el humano también.

 

El homo sapiens es evolución cerebral: es capaz de celebrar y enterrar a sus muertos, y es un animal que piensa, elabora y planea, que propone abstracciones, que resuelve problemas y que se agrupa con sentido estratégico.  Así sobrevivió a la dura competencia reproductiva que la naturaleza impone a los seres vivientes. El humano construyó un reino: el del lenguaje, y con él creó las preguntas y al Dios referido. ¿Simbiosis cósmica? ¿Qué sé yo?

 

¿Pero existe Dios objetivamente hablando?, ¿existirá con independencia de nuestra existencia?, ¿se preocupará por nuestros destinos?, ¿participa en los hechos históricos?, ¿le somos indiferente? La respuesta hasta ahora es sencilla: sí y no, porque tal disyuntiva depende de la fe, y la fe es una fuerza muy poderosa de la que también no pocas veces la ciencia y la medicina se han escapado. Así que debatir el ateísmo o la existencia divina no es racional. No me parece serio. Se trata de poses o solo de un dudoso glamur.  

 

Lo de Dios es una experiencia subjetiva anecdótica, como cuando nos hallamos frente a fenómenos científicos que también catalogamos de anecdóticos. Baste con leer el New England Journal of Medicine. Entonces, ¿cuál es la utilidad de Dios?  Bueno, es una de esas categorías históricas antiguas que se preguntó sobre la moralidad, sobre lo admisible o inadmisible del comportamiento humano en sociedades tribales crueles, interrogantes que son actuales en este momento.

 

Por ello, la Biblia sigue vigente, porque el ser humano de ahora no es mucho más diferente de lo que en otras civilizaciones. La lectura de la Biblia solo tiene sentido si separamos lo anacrónico y nos quedamos con las preguntas morales que nos asaltan y que siguen inquietándonos.   En fin, la lectura de la Biblia será única para cada persona, grupo, y ciertamente para cada generación.  

 

La Biblia (el Libro) es una memoria o crónica espiritual forjada por el ser humano, en una conversación entre la moral y la búsqueda de Dios. Buscar y encarnar la identidad de Dios es -según la tradición religiosa- el sumo bien, pero es una identidad que hay que buscar, encontrar poco a poco -como testimonia la historia- en el corazón mismo del humano y transitar por el accidentado camino de los milenios. 

 

Dios será reconocido cuando el bien personal y el bien común dejen de ser barreras infranqueables entre ellas, cuando la paz sea la norma entre los seres humanos y entre éstos y la naturaleza. Tal sería el rostro de un Dios que podríamos ver y con quien conversar sin las tribulaciones de hoy. La Biblia es, ante todo, el libro de las dudas, los dilemas y los esfuerzos morales, tanto como lo son otros textos morales religiosos o no. Claro está que también la Biblia ha servido para justificar el mal.

 

Como todo texto, la Biblia nació para ser interpretada. Y esto conduce a un conocimiento científico que interesa a las ciencias sociales, en especial a las disciplinas de sociología y antropología. Porque el saber bíblico se hace imitando a los arqueólogos que encuentran lo nuevo que es lo viejo escondido y con ello ensanchar el universo de las interpretaciones. 

 

Paradójicamente, el arte y la reflexión crítica, que mucho debe a su herencia helénica y pagana, como a la tradición rabínica hebrea, tanto como a la cristiana e islámica en su veta monoteísta, entre otras importantes fuentes, ha construido un espejo de nosotros mismos (una humanidad monstruosa) utilizando el lenguaje (en sentido amplio) y el ingenio creativo de la imaginación, para retratarnos como herederos naturales de lo brutal y el sufrimiento. 

 

Como humanidad, hoy no somos mejores de lo que siempre hemos sido: agresivos. El Génesis es anacrónico: ya no es posible creer que fuimos ángeles, que fuimos creados a semejanza de Dios o que alguna vez existiera el jardín del Edén; tampoco es posible considerar -como lo hiciera Rousseau- que el hombre nace bueno y se corrompe por vivir en sociedad.  Ucrania: si antes éramos asesinos por ley de la naturaleza, hoy lo somos por insensatos y estúpidos. Y son los políticos poderosos, las empresas armamentistas, quienes incitan nuestros instintos criminales. 

Resulta que el ser humano es desasosegado porque lo intimida la naturaleza y el congénere, la escasez material y la muerte; territorial porque en ello consolida inciertamente su sobrevivencia. Y aunque ya no esté su vida amenazada sigue actuando como si lo estuviera. Es como si los ecos de un pasado perdido y trepidante estuvieran activos en alguna parte del cerebro. De la caverna al presente, guerra y territorio parecen ser la marca indeleble de todo en el mundo narrado.

 

El nacimiento de lo humano marcó la necesidad de no ser comido y de matar para sobrevivir.  Tuvimos que agruparnos y guerrear, aguantar hambre y crueldades, tanto como los otros clanes y tribus.  Empero, a pesar de que nuestros cerebros nacieron espantados, hostiles y defensivos -como las salvajes hienas- fueron capaces de reflexionar con la paciencia del tiempo sobre el bien y el mal.

 

Y en esto consiste el milagro de nuestra evolución cerebral, en habernos dotado de una biología capaz de contradecir nuestra aterrorizada genética, génesis de quienes somos: demonios que acarician ángeles.

 

(*) Allen Pérez es abogado.

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5 COMENTARIOS

  1. Un texto desafiante como suelen ser siempre los tuyos, de una gran expresión lírica que se combina con un racionamiento preciso y bien fundamentado acerca de los avatares de la condición humana. Al fin y al cabo, eso, que llamamos con cierta ligereza «DIos», no más que es una construcción y deconstrucción histórica contínua, como parte de una búsqueda incesante e interminable de la especie.

    • Has acertado, Rogelio. Sea como sea, que lo dicho no es santa palabra, no es dogma, y puede que me equivoque en todo o en parte, pero tiene una cualidad: invita a la reflexión y a la conversación amistosa.

  2. Muy interesantes reflexiones acerca de lo que somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos como especie. Y yo me pregunto: ¿En qué momento aquel débil ser habitante de esas cavernas, rodeado de peligrosos seres, en qué momento, repito, ese australopitecus de hace ya varios millones de años se preguntó quién era él enfrentado a la naturaleza y si realmente existía ese ser divino creador de ese mundo frío e inhóspito y muchas veces cruel?
    Pensemos que los últimos descubrimiento de la paleoantropología nos están permitiendo ahora apenas indagar en la vida y muerte de aquellos antepasados nuestros cuyas únicas herramientas eran solamente trozos de piedra labrados con pequeños golpes al calor del fuego que difícilmente iluminaba la escena inundada de oscuridad. ¿pensaban esos seres primitivos y desnudos en otra cosa que no fuera en su propia sobrevivencia?

  3. El Universo es mi Dios ,tengo las pruebas por mi propia experiencia ,lo descubrí hace muchos años ,siendo una niña de diez años ,empecé a comunicarme con el Universo por las noches en mi patio , todo lo que le he pedido al Universo se me ha cumplido , solo falta que me repare un comprador de mi casa para comprar una casa en la montaña ,me quiero aislar de la gente , solo quiero tener contacto con mi Universo ,el Universo me ha despertado mi consciencia ,me enseñó que no debo creer en las religiones del hombre, en los políticos y en la ciencia ,recibo los mensajes del universo por mi intuición , mi intuición me enseño a investigar todo, por eso sé en el infierno de mundo que estoy viviendo ,el que ha creído en el impostor Dios de la biblia está solo y perdido en manos de los demonios que nos gobiernan ,en las sectas religiosas y en el sistema demoniaco. y otra cosa he aprendido que el diablo y los demonios de la biblia no existen ,el diablo son los globalistas y los demonios son los políticos esclavos de la bestia banquera que gobierna el mundo., espero que mi manera de pensar no perjudique a nadie ,mi comentario es algo personal ,no para convencer a nadie , ni para que nadie se burle. gracias por sus respéto.

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