Moscú, 31 ago (Sputnik).- El 1 de septiembre de 2004 para la escuela número 1 de la pequeña ciudad de Beslán, situada en la república rusa Osetia del Norte-Alania, en el sur del país, iba a ser un día festivo pero se convirtió en una tragedia para más de un millar de personas que fueron tomadas como rehenes por un grupo terrorista.
Cada 1 de septiembre los niños, padres y maestros en Rusia celebran el Día del Conocimiento que marca el inicio del año escolar en el país. Cientos de niños, acompañados por sus padres y otros familiares, con flores y otros regalos en manos, se ponen en filas para celebrar la fiesta y felicitar a sus maestros.
En plena celebración en el colegio №1, un camión se detuvo ante el edificio de la escuela, del que saltó un grupo armado de más de 30 personas que se pusieron a disparar al aire, sembrando el pánico entre los presentes.
Algunos consiguieron escapar, otros intentaron resistirse, pero fueron asesinados a tiros. Los demás quedaron encerrados en el gimnasio de la escuela. Desde ese momento y durante unas 52 horas niños de primeros grados, adultos y personas mayores, lucharon desesperadamente por sus vidas a punta de fusiles, rodeados de artefactos explosivos, sin comida, agua ni medicinas.
Tres días de infierno
Al principio, no había información precisa y fiable sobre el número de rehenes y los terroristas. Las autoridades y los medios de comunicación rusos informaban de unos 300 rehenes retenidos por entre 20 y 25 bandidos.
Solo en el tercer día desde el inicio del atentado Leonid Roshal, entonces director del Instituto de Investigación de Cirugía Pediátrica de Urgencia y Traumatología, anunció la cifra real de los cautivos: más de 1.000 personas.
Durante las primeras horas posteriores a la toma de la escuela, los terroristas se negaban a entablar negociaciones o plantear exigencias. Hacia el mediodía, entregaron una nota en la que amenazaban con volar el edificio en caso de asalto, y más tarde, con uno de los rehenes liberados, entregaron otra nota con una sola palabra: esperen.
Al fin y al cabo, los terroristas formularon las siguientes condiciones para la liberación de los rehenes: liberar a los combatientes que participaron en el ataque contra la ciudad de Nazrán en el sur de Rusia el 22 de junio de 2004; retirar las tropas federales rusas de la República de Chechenia y reconocer su independencia.
Asimismo, los terroristas amenazaron con fusilar a 50 niños por cada miembro muerto de su grupo, y a 20 por cada herido.
La inmensa mayoría de los terroristas eran oriundos de las repúblicas rusas de Chechenia e Ingusetia, dirigidos por Ruslán Juchbárov, ingusetio de 31 años, también conocido como ‘Coronel’.
Mientras tanto, los rehenes se esforzaban por sobrevivir en condiciones casi inhumanas: atrapados en un gimnasio mal ventilado y plagado de artefactos explosivos improvisados, sufrían calor, sed y hambre, ya que los terroristas les impedían comer, beber e ir al baño, obligando a la gente, incluidos los niños, a beber su propia orina.
Además, los terroristas decidieron ejecutar a algunos hombres adultos porque sospechaban que podrían resistirse. Para ello, los llevaron del gimnasio a las aulas de la escuela, les fusilaron y arrojaron sus cuerpos por las ventanas al exterior.
Al segundo día, el expresidente de Ingusetia Ruslán Áushev (1993-2001), el único que consiguió negociar cara a cara con los terroristas, llegó a la escuela capturada.
Juchbárov rechazó la petición de Áushev de proporcionar comida y agua a los rehenes, pero accedió a liberar a un grupo de unos 25 rehenes, madres con bebés.
Los intentos de la sede operativa, creada tras el inicio del atentado, de entregar agua, alimentos y medicinas a los rehenes continuaron hasta el final del segundo día, pero los militantes rechazaron todas las propuestas.
Desenlace tráfico
Al tercer día llegó el desenlace. Hacia las 13.00 hora local (GMT+3), cuando los empleados del Ministerio de Emergencia acudían a la escuela para recoger los cuerpos de rehenes muertos, se produjeron dos potentes explosiones consecutivas en el gimnasio por motivos no especificados.
Los rehenes que sobrevivieron a las explosiones saltaron por las ventanas y salieron corriendo por la puerta principal hacia el patio del colegio. Los terroristas, por su parte, abrieron fuego contra ellos con armas automáticas y lanzagranadas, matando a unas 30 personas.
A continuación, las fuerzas especiales lanzaron un asalto, complicado por las acciones descoordinadas de un gran número de civiles armados, apodados «milicianos», que dispararon indiscriminadamente y se arriesgaron a alcanzar a los miembros las fuerzas especiales.
Los terroristas, que estaban preparados para el asalto, resistieron obstinadamente, utilizando a los rehenes supervivientes como escudos humanos mientras los trasladaban del gimnasio arrasado por el fuego a otras zonas del colegio.
Al final, la operación antiterrorista duró hasta la noche, se extendió a otras partes de Beslán y culminó con la eliminación de casi toda la banda de 32 miembros, incluido el líder Ruslán Juchbárov, y la liberación de los rehenes supervivientes.
Sólo sobrevivió un terrorista, Nurpashá Kuláev, de origen checheno, que fue condenado a cadena perpetua en mayo de 2006.
Secuelas
El 17 de septiembre de 2004, Shamil Basáev, uno de los líderes de la lucha armada por la independencia de la autoproclamada República Chechena de Ichkeria de Rusia y de los combates en Chechenia entre 1991 y 2006 (hasta su muerte), reivindicó la organización del atentado de Beslán, que causó más de 330 muertos, incluidos 186 niños, y unos 800 heridos.
Más de dos años después de lo ocurrido, una comisión parlamentaria que investigaba las causas de la tragedia concluyó que el atentado fue posible por el incumplimiento de los requisitos de seguridad emitidos del Ministerio del Interior ruso.
Todos los años, del 1 al 3 de septiembre, se lleva a cabo en Beslán la Vigilia Conmemorativa, y el 3 de septiembre se celebra en todo el país el Día de la Solidaridad en la Lucha contra el Terrorismo.
En memoria de las víctimas del atentado se erigieron monumentos y memoriales en varias ciudades de Rusia y del mundo.
En febrero de 2005 se creó la asociación de víctimas del terrorismo llamada Madres de Beslán, cuyos objetivos consisten en perpetuar la memoria de las víctimas de actos terroristas y guerras locales así como contribuir a una investigación objetiva del atentado de Beslán.
Al mismo tiempo, en abril de 2017, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó que Rusia pague casi tres millones de euros a Madres de Beslán por no haber tomado las precauciones suficientes para prevenir el ataque y minimizar las bajas durante la liberación de rehenes. Moscú rechazó este fallo como inadmisible.
Sin embargo, en febrero de 2019 las autoridades rusas pagaron la indemnización de acuerdo con la resolución del tribunal.
No importa cuántos años hayan pasado desde esta desgarradora tragedia, la más sangrienta en la historia de Rusia, el dolor de los supervivientes de este infierno de tres días, de sus familiares y de los seres queridos de las víctimas nunca abandonará sus corazones. (Sputnik)