sábado 18, enero 2025
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Los catalanes hacen cosas

A falta de pocos días para que se celebre el Día Nacional de Cataluña, conocido allí como “La Diada Nacional de Catalunya”, he querido aportar una reflexión al tema mezclando la pedagogía y la ironía. En primer lugar, hay que explicar por qué el día 11 de septiembre se celebra la conmemoración de una derrota en una “comunidad autónoma del actual Reino de España”. Ese día hace justo 310 años, es decir, el 11 de septiembre de 1714, ocupaban la ciudad de Barcelona las tropas borbónicas tras imponer su mayor número frente a una resistencia catalana que había durado más de una década. Desde el año 1700, la Corona Hispánica había entrado en una profunda crisis política cuando empezaron a disputarse el trono dos dinastías. Por un lado, la continuidad de los Habsburgo apoyada por los llamados “Países Catalanes” de la Corona de Aragón, y por otro lado la candidatura de los Borbones franceses apoyada por la Corona de Castilla.

Una vez el pretendiente de los Habsburgo se retiró de la contienda, sólo era cuestión de tiempo para que la disputa cayese del lado de castellanos y franceses, quienes en 1659 ya habían hecho un primer reparto de la frontera de los Pirineos sobre el extremo norte del territorio catalán, hoy parte de la actual República Francesa. El talón de Aquiles de los territorios de habla catalana desde la edad media fue siempre su fragmentación y su estructura política de corte federal, pero que sin embargo encajó muy bien en el esquema de la dinastía Habsburgo entre los siglos XVI y XVII. Esa estructura fue un punto débil para proteger su soberanía, pero en cambio, un valor político de primera magnitud que inspiró los gobiernos en el continente americano bajo la figura de los “Virreinatos”, institución que sólo existía en la Corona de Aragón y que hacía muy eficaz la administración de los territorios, a diferencia de la manera de gobernar en Castilla o en Francia. Es justo a partir de este contexto como se puede empezar a entender por qué Cataluña es un problema irresoluble para una España dominada por completo por las élites castellanas desde hace tres siglos.

Para reforzar esta idea, es impactante observar un mapa político oficial de España del año 1852, donde destacan por un lado la denominada “España Uniforme o Puramente Constitucional” de matriz castellana, y por otro lado la “España Incorporada o Asimilada” de matriz catalana. Las décadas posteriores a ese año supusieron para Cataluña un gran renacer en todos los ámbitos gracias al impulso de la Revolución Industrial, pero cualquier iniciativa catalana para “federalizar” y “democratizar” España acabaría en tragedia. El momento culminante de estas aspiraciones liberalizadoras se produjo en 1939, cuando el general Francisco Franco impuso una cruenta dictadura en toda España que duró casi cuarenta años, el único régimen fascista que pervivió en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, otro capítulo clave para entender la cuestión.

Llegados a 2017, durante los preparativos del Referéndum de Autodeterminación que organizó el gobierno catalán el 1 de octubre de aquel año, se recordaba una frase del presidente español que ocupaba la mayor responsabilidad estatal de entonces, un inolvidable Mariano Rajoy y su célebre “los catalanes hacen cosas”, pero que no impidió el acontecer de cosas gravísimas que se produjeron durante la segunda mitad de ese año. Aquel gobierno español estaba dirigido por el Partido Popular, cuyo origen se conecta directamente con el régimen de la mencionada dictadura de Francisco Franco, durante la cual se había practicado activamente el “terrorismo de estado” para someter a la población, y que ya en “época democrática” se ha seguido practicando y que ha llevado a muchos ciudadanos españoles y catalanes a tenerse que exiliar en el extranjero. Para remachar esto que afirmo, mencionar los atentados producidos en Cataluña el 17 de agosto de aquel mismo 2017, cuando un grupo de jóvenes de origen marroquí fue utilizado para asesinar a un buen número de personas inocentes haciendo servir vehículos, y que diversas fuentes policiales han confirmado que detrás de todo estaban los servicios de inteligencia para lanzar un “aviso a navegantes”. Un mes y medio después, durante la celebración del Referéndum de Autodeterminación del 1 de octubre, miles de policías venidos de otras regiones de España se dedicaron a apalear a ciudadanos indefensos que únicamente pretendían poner papeletas en unas urnas como el mayor acto de democracia.

Hoy, en septiembre de 2024, el panorama político español y catalán se ha apaciguado mucho con los diferentes gobiernos del Partido Socialista Obrero Español, tanto en el estado como en la “autonomía catalana”, pero ello no significa que el llamado “problema catalán” esté resulto. Muy al contrario, si dentro de una población catalana de unos 8 millones de habitantes, entre el 40% y el 50% todavía se decantan por independizarse de España como una buena opción, está claro que el asunto tiene raíces mucho más profundas. Unas raíces que no sólo hacen referencia a la lengua materna que habla cada persona, sino también al concepto de “democracia” y de “progreso” que transmite el Reino de España. Un reino que concentra la mayor diversidad cultural y nacional de toda Europa, y que, en vez de hacerlo servir como un valor y una fortaleza, lo convierte en un arma de autodestrucción permanente.

A lo largo de mil años de vínculos culturales entre los diversos pueblos de la Península Ibérica, aquella ya célebre frase dicha por un presidente español de, “los catalanes hacen cosas”, puede servir para referirse a una enorme cantidad de logros en todos los ámbitos que se han impulsado desde las tierras catalanas, y que paradójicamente, sin esos logros ni tan siquiera existiría la propia España como ente político. En este sentido, el mayor símbolo de todo este asunto lo encontramos junto al puerto de Barcelona, a los pies del monumento a Cristóbal Colón, el mayor de entre todos los monumentos dedicados al descubridor del Nuevo Mundo en cualquier parte del planeta. ¿Y por qué fue en Barcelona donde se erigió este gran monumento a finales del siglo XIX? ¿Se lo han preguntado las élites españolas? La burguesía catalana sí tenía claro que aquel descubridor era uno de los suyos. Desde aquel momento, ya hace más de un siglo, decenas de historiadores han afirmado y afirman que el descubridor de las Américas hablaba catalán, y por lo tanto era de origen catalán con el apellido de Colom. Un apellido muy común en tierras catalanas, y que se puede comprobar en una gran cantidad de documentos oficiales relacionados con el almirante que entre finales del siglo XV e inicios del siglo XVI dirigió cuatro expediciones de exploración a través del mar Caribe, bautizando a los lugares descubiertos con numerosos topónimos de origen catalán.

El monumento a Cristóbal Colón. Foto Ayuntamiento de Barcelona

A finales del siglo XV, la potencia naval que se concentraba en el Mediterráneo Occidental entre los puertos de Barcelona, Valencia y Mallorca no tenía parangón ni competidor. Si a ello le sumamos que un grupo de banqueros establecidos en esos puertos, todos de raíz judía, pero con la lengua catalana como denominador común, fueron los grandes financiadores de los viajes colombinos, ¿es exagerado pensar que un almirante judeoconverso con apellido Colom fuera el líder indiscutible de aquella gesta? Pero efectivamente, para los anales de la “historia oficial” todo ha quedado sepultado por esa frase de, “los catalanes hacen cosas”. Es decir, hay pruebas irrefutables de grandes hechos protagonizados por personas con nombres y apellidos, pero no interesa darlo a conocer por “razones de Estado”. ¿Alguien se imagina que, en el Reino Unido, en Francia o en Alemania, un personaje de la talla de Cristóbal Colón no habría sido estudiado con todo el rigor para determinar su origen? Evidentemente es una hipótesis inimaginable, pero ciertamente la relación política entre Cataluña y España tampoco puede encontrar paralelismos en Europa.

De esta relación incomprensible ya habló largo y tendido el escritor inglés George Orwell a través de su libro “Homenaje a Cataluña”, publicado en 1938 en plena Guerra Civil, una contienda que como ya he apuntado acabaría con la victoria del general Francisco Franco y una posterior dictadura de cuarenta años. Y efectivamente, esa es la terrible historia de España, el único país de Europa que se niega a sí mismo, pues niega todo rastro de catalanidad por ser impuro, es decir, por no ser castellano. Un problema irresoluble porque una parte del territorio se ha apropiado de todo, pero no puede asimilar cultural ni lingüísticamente a esas otras partes que no son de matriz castellana. Es un problema colosal, un pez que se muerde la cola eternamente y que por muchas operaciones de maquillaje político que se hagan siempre vuelve al punto de partida. Un punto de partida protagonizado por una gente, un pueblo, una cultura, una lengua y una historia que no sólo deberían ser un patrimonio para proteger por el Reino de España, sobre todo son un patrimonio para proteger por la Unión Europea como uno de los principales pilares de civilización en el continente. Que nadie tenga duda, “los catalanes hacen cosas”, desde hace más de mil años.

El autor del artículo en un valle del Pirineo Catalán. Foto Sergi Lara(*) 

(*) Sergi Lara (Barcelona 1973) divulgador geográfico y asesor turístico.

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