“El mejor gobierno es el anarquismo, pero no lo merecemos”. (J.L. Borges), gran verdad es esta, no lo merecemos.
A principios del siglo XX el anarquismo fue un movimiento que causó furor, enormes grupos “deístas” y “anarquistas” se reunían en el Cabaret Voltaire a discutir el futuro de Europa.
Se sentían atados por poderes extraordinarios, nacidos de los fracasos de las guerras napoleónicas y del atentado de Sarajevo, los cinco siglos de poder absoluto de los Habsburgo, habían creado un mundo que parecía muy bien cimentado, el comunismo y el socialismo dieron un espacio al pensamiento anarquista, fue muy efímero, los totalitarismos no aceptaban una posición como el anarquismo, y, aunque fue proscrito oficialmente por la mayoría de los gobiernos, siguió tras bambalinas confrontando posiciones, aunque sin definirse como un movimiento. Es que en realidad desde la primera guerra mundial ya no lo fue, convirtiéndose más bien en una posición de total libertad individual frente a los totalitarismos.
En este zapato en que nos han metido los poderosos (económicamente hablando), que ahora como respuestas a los déficit crónicos de economía de EEUU junto a sus lacayos de la OTAN, se viene fortaleciendo el BRICS, cada día se suman más países, el equilibrio económico tiende a tomar una posición que si no despertara la ambición de los “demasiado” ricos, podría agregar muchos años de paz al mundo, pero sabemos que eso es imposible.
Ahora bien, hay demasiada gente anarquista (pasiva mayoritariamente), dentro de los gobiernos cada día hay más gente sin ningún interés ideológico, aún más, la mayoría desconoce qué línea ideológica practica.
Nuestro país ha estado entre estatismo y liberalismo, desde siempre, solamente que desde la década de los cincuenta se volcó al estatismo, alternando con un liberalismo moderado. Los últimos tres gobiernos no han sido nada, están entre “camagua y elote”, y en este último no me ubico, al ser una pléyade de desconocidos, no parece que se puedan definir, ni siquiera los dos anteriores, porque se le salieron del canasto a Ottón Solís.
La última ocurrencia, porque este gobierno es el campeón de los ocurrentes y su presidente con esa manera poco educada de tratar a los adversarios, hace dudar al más pintado, no tiene nada que perder porque fue el perfecto desconocido, en una década no lo recordarán ni los miembros de su gabinete; la ocurrencia de blindarse con una póliza “de mala praxis política” es lo único que no habíamos tenido: ¿miedo al 2026? No lo sé, pero yo si le tengo miedo al desenlace, hay demasiados conflictos en juego.
Demasiado tarde para pensar en el anarquismo.
(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es médico.
Haití es un verdadero ejemplo de anarquía, los BRICS dejaron por fuera a Nicaragua y Venezuela, no hay punto de comparación entre estos países y el nuestro, salvo la población migrante que llega al país proveniente de los 3 países mencionados, y por qué vienen a Costa Rica? es una pregunta que podrían responder los migrantes, mientras tanto bienvenido todo aquel que quiera trabajar!