Columna Poliédrica
La estupidez campea a lo largo y ancho del territorio costarricense. Nunca que yo recuerde se ha vivido un tiempo en que la gente ha estado más interesada en las frivolidades y en actividades que no aportan nada a la sociedad. Ya ni siquiera vivimos la sociedad del espectáculo vaticinada por Guy Debord, ni la sociedad líquida de la que habla Zigmunt Bauman; estamos viviendo la sociedad de la estupidez, en la que muchas personas se disputan el trono al más estúpido o estúpida, son tiempos bien, pero bien, decadentes.
Los medios de comunicación de diverso tipo son los principales promotores de esta cultura de la estupidez. Un día sí y otro también, aparecen contenidos desarrollando acciones que atentan contra el sentido común y la más mínima inteligencia; sin embargo, la paradoja es que esas puestas en escena generan dinero a la persona o a los grupos que las hacen y las divulgan, su aporte a la sociedad es nulo y aparecen de manera fugaz, pero ganan dinero con esas tonterías.
Hay gente que habla de la economía del entretenimiento y defiende este tipo de estupideces. Una economía requiere de aportes productivos que beneficien a la sociedad, ello supone que haya un valor agregado para satisfacer las necesidades de los seres humanos; no obstante, cuando hablamos de la actividad del entretenimiento, debemos tener mucho cuidado de no confundir lo que es un valor agregado para la sociedad y lo que son actividades que más bien estancan a los seres humanos organizados.
Las diferentes actividades artísticas permiten que el ser humano se desarrolle en una de sus facetas más importantes, pero también puede ser desvirtuada como está ocurriendo actualmente. Las diferentes artes que ha desarrollado la humanidad han sido posibles por la creatividad de las personas en su deseo innato de expresividad, esto ha dado como resultado las obras más sublimes en todos los campos artísticos; pero eso es diferente a las cosas que estamos viendo en el presente, en que las acciones estúpidas reciben remuneración únicamente por ser vistas por el mayor número de personas, es decir, no hay criterios para establecer el valor artístico de los contenidos que son objeto de pago.
La racionalidad ha venido a menos en nuestro mundo. La humanidad camina pegada a una pantalla de móvil o celular, no se tienen miras de mediano y largo plazo, la gente solo quiere divertirse y no quiere pensar; y como si eso ya no fuera una gran tragedia, la irrupción de la inteligencia artificial hará del no pensar la constante de la actividad humana, el delegar las actividades del pensamiento a esta nueva herramienta tecnológica será la regla y no la excepción.
La libertad del ser humano en sus diferentes expresiones dependerá de la inteligencia artificial. Nos encaminamos a una época en que las personas dependeremos, en grado sumo, de los algoritmos y todo esto será recibido de buena gana porque evitará el trabajo de pensar; en otras palabras, la trampa estará en que el ser humano no tendrá que hacer el esfuerzo de pensar y ello siempre ha sido un anhelo de una buena cantidad de personas.
Lógicamente hablamos de la masa de las personas, no de quienes desarrollarán y controlarán estas tecnologías. Como ha sucedido hasta la fecha, habrá quienes conscientes de esta realidad, asumirán el control de estos procesos para beneficio propio y de sus intereses; no todos tendremos acceso a los beneficios de la inteligencia artificial, así ha sido a lo largo de la historia de la humanidad y nada indica que vaya a ser diferente ahora.
El punto de inflexión en que nos encontramos será decisivo y determinará el futuro de la humanidad para los próximos siglos.
(*) Andi Mirom es Filósofo
andimirom@gmail.com
columna poliédrica.blogspot
Precisamente ese es el sueño que los súper poderosos pretenden del ser humano tradicional. Una persona que no piense, razone y produzca una manera distinta de evolucionar con inteligencia. Somos actualmente, una mayoría de engañados, quienes disfrutamos ante ello, con los vicios y costumbres que hoy han fomentado, como un evolucionado escape para aceptar esa anquilosis. Por ello, han repartido estupidez, a diestra y siniestra donde a punta de algoritmos con la IA, seremos meros zombis o autómatas, que vemos la vida y la muerte, que transcurre sin gran novedad. Y las redes sociales y los conectados medios de comunicación han transmitido y labrado los terrenos, para transpirar ese conformismo estúpido e intrascendental. Urge parar esa caída, si muchos se percatan a tiempo, hacia donde nos quieren empujar.
En un mundo deshumanizado, que va rumbo al caos bíblico, que podemos esperar, nada.
Simplemente las profecías se cumplen y la maldad, el odio, el irrespeto y la burla hacia Dios, la Iglesia y quienes la representan son el principio del fin, que ya se está cumpliendo en todo el planeta. ✍️🌏🙏
No estoy de acuerdo con su punto de vista>Precisamente las religiones lo que han hecho por milenios, es adormecer la conciencia de la humanidad con rituales y doctrinas vacías para explotar a más no poder (entre otras prácticas del horror).
Para la transmisión oral la llegada de la imprenta representó una amenaza y simbolizó la decadencia de la sociedad. Para la transmisión escrita la llegada de la radio representó una amenaza y simbolizó la decadencia de la sociedad. Para la transmisión radial la llegada de la televisión representó una amenaza y simbolizó la decadencia de la sociedad. Para la televisión la llegada del Internet representó una amenaza y simbolizó la decadencia de la sociedad. Los valores se aprenden en el hogar y el conocimiento en el sistema educativo, encender o apagar, consumir o dejar de consumir contenido, es una decisión y no una obligación.
El artículo presenta una crítica válida sobre la superficialidad y la frivolidad que parecen dominar la cultura contemporánea. Sin embargo, es importante considerar también el contexto en el que estas dinámicas se desarrollan. La saturación de información y el consumo de entretenimiento ligero pueden ser vistos como una respuesta a un mundo cada vez más complejo y estresante.
Si bien los medios de comunicación juegan un papel en la promoción de contenidos vacíos, también es cierto que existen iniciativas y plataformas que buscan elevar el nivel del discurso público, ofreciendo arte y entretenimiento que invitan a la reflexión y al análisis crítico. La clave radica en educar a la audiencia para que pueda discernir entre lo que realmente aporta valor y lo que solo busca captar atención.
En cuanto a la inteligencia artificial, es fundamental reconocer su potencial para mejorar nuestras vidas y facilitar el acceso a la información. Sin embargo, es necesario un debate ético sobre su uso y la forma en que puede afectar nuestra capacidad de pensar de manera crítica. La responsabilidad recae no solo en los desarrolladores de estas tecnologías, sino también en los usuarios, quienes deben ser conscientes de su relación con la tecnología.
En definitiva, en lugar de caer en la desesperanza, podríamos enfocarnos en fomentar un consumo más consciente y crítico de los contenidos, así como en promover un uso ético y responsable de la inteligencia artificial. La educación y el diálogo son herramientas clave para enfrentar esta «sociedad de la estupidez» y construir un futuro más reflexivo y enriquecedor.
Efectivamente, desde hace unos 15 o 20 años entró en marcha una campaña de estupidización de la población mundial.