Buenos Aires, 2 nov (Sputnik).- «Hay que poner a los propios, que a veces son amigos, conocidos, que están con la ideología adecuada, que te dan la confianza necesaria para llevar a cabo una tarea que implica no traicionar la ideología del presidente».
Con esta claridad se expresó Daniel Parisini, uno de los militantes con más llegada dentro del círculo del presidente de Argentina, Javier Milei, e influyente en las redes sociales, al justificar la expulsión de la ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino.
La eyección de la canciller, una economista sin experiencia en relaciones internacionales, se produjo el miércoles, tras el voto de Argentina en la Asamblea General de Naciones Unidas a favor del levantamiento del bloqueo estadounidense contra Cuba. Aunque había acatado como propio el alineamiento incondicional de Milei a Washington e Israel, Mondino había caído en desgracia meses antes.
La estrategia del Gobierno «es una forma de construcción política típicamente populista de derecha, en su caso muy basada en la confrontación, en la búsqueda de un enemigo interno», explica a la Agencia Sputnik el politólogo Marcelo Falak, especializado en relaciones internacionales, economía e historia.
El arrinconamiento de la ministra fue palpable con la intervención de su ministerio que realizó la hermana del mandatario y secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, y el principal asesor del jefe de Estado, Santiago Caputo.
Mondino quedó cada vez más aislada: fueron desplazados sus colaboradores más cercanos, quedó excluida de viajes al exterior, como el de la cumbre del G7 en Italia, y perdió el control de una agencia de promoción de inversiones que dependía de la Cancillería desde hacía 31 años.
La remoción de Mondino vino con un aviso. «El Poder Ejecutivo iniciará una auditoría del personal de carrera de la Cancillería, con el objetivo de identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad», advirtió la Oficina del Presidente al confirmar como nuevo ministro de Exteriores al embajador en Estados Unidos, el también empresario Gerardo Werthein.
El intento de eliminar cualquier disenso quedó en claro con un correo electrónico que envió al cuerpo diplomático hace unos días, en el que advirtió que todos aquellos que no asumiesen las directrices de la actual gestión debían «dar un paso al costado».
El doctor en sociología Gabriel Merino no tiene claro si el Gobierno puso en marcha una caza de brujas, «pero se empieza a enunciar esa idea de purga, que hay que ver hasta dónde puede avanzar».
Este especialista en análisis geopolítico consideró que la estrategia que implementa el presidente sí pretende «atemorizar a distintos sectores del Estado».
«Hay objetivos más de fondo: para avanzar en la idea de alineamiento automático con Estados Unidos y con el Occidente geopolítico, tiene que romper un conjunto de tradiciones, de formación dentro del cuerpo diplomático, que tiene una mirada más multilateral», señala.
Si bien hay un influjo más claro de Occidente, el personal diplomático argentino busca tender también un «vínculo con el sur global con la idea de defender ciertos intereses estratégicos, como el reclamo por las islas Malvinas (ocupadas por Reino Unido), por lo que es importante tener una política coincidente con el conjunto de países del mundo».
«Para desarmar todo eso, avanza esta idea de purga también en otros lugares del Estado», dijo este profesor de la Universidad Nacional de La Plata e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Enemigos por doquier
El enemigo declarado es hoy el kirchnerismo, fuerza que gobernó de la mano de los presidentes Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), una categoría que en la cabeza del actual mandatario también abarca a otros sectores del peronismo; el comunismo, y la izquierda en cualquiera de sus formas.
El viernes, el jefe de Estado acusó a la izquierda de intervenir en todos los ámbitos del país y convertirlo «en un baño de sangre».
«Ese estilo agresivo de construcción política lo resumo en su forma de deconstrucción, en la polarización, en clave populista, escogiendo un enemigo interior», retomó Falak. «Ensalza su figura como un líder carismático, dividiendo a la sociedad con una narrativa de conflicto permanente», añade.
La confrontación constante que exhibe Milei se trasladó a la política exterior del Gobierno con la decisión de romper con la neutralidad histórica en la que navegó la nación sudamericana a la hora de terciar en conflictos ajenos.
«Este giro narrativo, sobre todo en materia de política internacional, se vio en su discurso el 24 de septiembre ante la Asamblea General de Naciones Unidas, donde pareció incorporar elementos más cercanos a las ultraderechas de Brasil, EEUU e incluso de Europa», rememoró Falak.
La nueva impronta de su doctrina no fue formulada «en clave anarcocapitalista, como se supone es su filiación ideológica, sino en clave de soberanismo-antiglobalismo, un poco al estilo del expresidente (de Brasil) Jair Bolsonaro (2019-2023) o (el expresidente de EEUU) Donald Trump (2017-2021)», matizó el politólogo.
En esta nueva configuración es clave el ejército de trolls que tiene acceso a fondos públicos y trabajan incluso dentro de la sede del Ejecutivo para abundar en la agresividad retórica de su líder. En la imposición de una nueva batalla cultural el presidente construye un nuevo paradigma teórico que embiste contra los consensos progresistas, tengan que ver con las minorías, los derechos humanos o el feminismo.
«La política contemporánea en casi todo el mundo cada vez más es más populista para la construcción del poder, y en ese sentido, esa estrategia le resulta tan funcional y eficaz a Milei que lo llevó al poder en una carrera meteórica de dos años entre su elección como diputado y presidente», recordó Falak.
Ese relato es amplificado con los recursos que da el Estado. Ante la huelga nacional de transporte que paralizó al país el miércoles, el Gobierno utilizó las pantallas y los megáfonos de estaciones de trenes, incluso una aplicación gubernamental para realizar trámites y acceder a los servicios digitales estatales, para lanzar mensajes como «los sindicalistas no te dejan trabajar» o «si te obligan a parar, llamá al 134», en referencia al número telefónico del Ministerio de Seguridad que recibe denuncias anónimas.
«Este paradigma comunicacional que le permite niveles de ponderación suficientemente elevados pese a aplicar un ajuste fiscal muy severo, puede ser funcional para la construcción de poder a corto plazo. Pero me genera preocupación respecto al sostenimiento de la república, la división de poderes y la vigencia de un clima de convivencia política pacífica, más allá de los conflictos inherentes a cualquier democracia», advirtió Falak.
En ese nuevo esquema de construcción de poder, el mandatario habilita el vale todo, con tal de aleccionar a los disidentes: amedrenta a sus propios funcionarios, descalifica a artistas, menosprecia a políticos, ataca a periodistas. Señala con el dedo, o con su palabra, y los dardos de los trolls caen en tromba a continuación. (Sputnik)