Río de Janeiro (Brasil), 15 nov (Sputnik).- Los jefes de Estado y de Gobierno del G20 (las 20 mayores economías del mundo) se reúnen en Río de Janeiro los días 18 y 19 de noviembre y tanto activistas como especialistas en medio ambiente confían en que la cita sirva para reforzar sus compromisos en la lucha contra el cambio climático, pese a que las señales no son muy esperanzadoras.
«Necesitamos mucha más ambición, más compromiso de los países en avanzar en la implementación de lo que ellos mismos acordaron», explicó en una entrevista con la Agencia Sputnik Stela Herschmann, especialista en política climática del Observatorio del Clima, que reúne a decenas de entidades científicas y organizaciones ecologistas brasileñas.
Este año la cumbre del G20 en Río de Janeiro coincide con la COP-29 del clima de Baku (Azerbayan), que se celebra del 11 al 22 de noviembre.
Por ello, Herschmann cree que cualquier palabra, gesto o señal político de los líderes del G20 en Río puede impactar en la recta final de las negociaciones sobre el clima en Baku, que también estarán marcadas por el triunfo de Donald Trump en EEUU.
Para la especialista, el regreso de un negacionista climático al frente de la potencia más contaminante puede aguar las negociaciones y desmotivar al resto de países.
Los países del G20 emiten el 80 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. En 2022, fueron 57,4 gigatoneladas de CO2 equivalente. Para cumplir el objetivo del Acuerdo de París firmado en 2015 habría que reducir esa cantidad al menos a la mitad antes de 2030.
Herschmann recuerda que hasta ahora, a nivel global, las emisiones no se han reducido. Siguen aumentando, aunque a un ritmo menor que años atrás: «Había una curva muy fuerte, la hemos colocado casi recta y a partir de 2025 habría que bajar la ladera rápidamente, hasta llegar a una caída del 43 por ciento de emisiones en 2030 y del 60 por ciento hasta 2035. Hacer eso afecta a las estructuras de la forma en que el capitalismo se organiza en el mundo», recuerda la especialista; por eso tantas resistencias.
Pero, ¿cuál es el papel de Brasil en la reducción de emisiones, sobre todo ahora que ocupa la presidencia del G20? El Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva hizo de la diplomacia verde uno de los ejes de su administración, comprometiéndose a acabar con la deforestación en la Amazonía en 2030.
Según los datos oficiales más recientes, la deforestación en la Amazonía cayó un 30 por ciento entre agosto de 2023 y julio de 2024: la selva tropical perdió 6.288 kilómetros cuadrados de vegetación, frente a los 9.064 kilómetros cuadrados del periodo anterior.
La tala de la selva tropical para el avance de la agricultura y la ganadería es la principal fuente de emisiones de carbono en Brasil, ya que la mayoría de energía que consume el país procede de fuentes renovables.
La disminución de la deforestación es un factor clave para que Brasil haya logrado reducir un 12 por ciento sus emisiones en 2023 respecto a 2022, pasando de 2.600 millones a 2.300 millones de toneladas, según el Sistema de Estimaciones de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero del Observatorio del Clima (SEEG).
Los especialistas, no obstante, resaltan algunas incoherencias en el discurso ambientalista de Lula, ya que, por ejemplo, no renuncia a la explotación de petróleo y sigue defendiendo que la estatal Petrobras sea uno de los pilares de la economía nacional.
«Brasil tiene una incoherencia interna que tiene que aclarar al mundo; si va a ser un líder climático o el cuarto mayor productor de petróleo. Porque las dos cosas a la vez no será», defendió Herschmann.
Esa contradicción puede ensombrecer la COP-30 del clima que Brasil organizará el próximo año en Belém (estado de Pará, en plena Amazonía) y ya se deja ver en los trabajos sectoriales del G20 que este año ha estado liderando Brasil.
El ministro de Minas y Energía de Brasil, Alexandre Silveira, ferviente defensor de la explotación de petróleo mientras sea rentable, lideró los trabajos de transición energética del G20, y el documento final, el que se entregará a los presidentes de los países, esquiva el elefante en la sala.
«Existen referencias indirectas, pero no hay nada que diga que hay que eliminar los combustibles fósiles, nos sorprendió muy negativamente», señala la especialista, que recuerda que incluso en la COP28, celebrada bajo los auspicios de los petrodólares de Dubai , se consiguió una referencia directa a esa necesidad.
Como un punto positivo de la presidencia brasileña del G20 en cuestión climática, Herschmann destaca la decisión de haber unido los debates de los ministerios de Medio Ambiente y de Finanzas, algo inédito hasta ahora y que puede servir para fortalecer económicamente soluciones ambientales ya disponibles. (Sputnik)