jueves 23, enero 2025
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Rememora la rémora

“Del sombrero hacia arriba: nadie sabe nada”.

Con esta frase, mi abuela materna me enseñó a no creer en los “sabiondos”, de ninguna disciplina. Imagino a mi abuela leyendo todos los libros sobre astro física y sobre física cuántica. Sobre salvación y condenación, sobre la teoría de los virus y el Boson de Higgs.

Y es que en realidad después de ahí, no le logré creer a nadie si no podía demostrarlo; en el ejercicio de la medicina creía en lo que veía que se podía hacer con certeza, caso contrario no creía aunque tuviera que hacerlo por el bien del paciente.

Durante la crisis mundial existencial del COVID, no pude creer salvo que por la duda simbólica, tomaba algunas medidas exhibidas por la famosa OMS y sus reinos seculares: los ministerios de salud.

Nunca dije “es mentira”, siguiendo el postulado: ante la duda abstente”, pero me quedó un sinsabor que nunca podré olvidar, mientras viva.

Imagino que hubiera sido un episodio perfecto para el difunto Sartre, el existencialismo llevado al límite. Albert Camus hubiera disfrutado mucho, leí “La peste” en pleno confinamiento, era la tercera vez que la leía desde el año 1967. Pensaba que sería un manual para los médicos, donde sencillamente se obedecía y se hacía obedecer, ¿a quien? Al que manda a los que mandan.

La historia humana, desde los criptogramas de las Cuevas de Palmira, ha sido un perenne fakenews, doblegándonos ante el que manda, sin chistar si se desea sobrevivir.

La frase de mi abuela me habría de convertir en un irredimible anarquista, no logrando siquiera obedecer a ciegas a mis maestros, quienes eran los primeros en demostrarme su exuberancia ignorancia, que escuchaba y repetía para poder continuar hacia adelante, sin ninguna convicción. Al final he conseguido paz, es que la vejez no convierte al hombre en sabio, lo enseña a uno a quedarse callado, escucho todo y no incorporo en mi mente lo que considero insicuervido.

Dichosamente tuve la oportunidad de librarme muy joven de los jefes tontos (casi mayoría), desapareciendo el estrés y la angustia de vivir una vida luchando contra mis convicciones: “no transija a expensas de sus principios”, frase que leí en el año 1970 en Guadalajara, cuando apenas comenzaba mis estudios de medicina.

Ahora no discuto nada, ni siquiera lo ignoro, sencillamente cambio de pensamiento y así se evade la controversia.

Es frecuente que lea las noticias interesantes (no importantes, porque nada tiene importancia), hago una micro síntesis y continúo leyendo otros asuntos, si el asunto cobra interés, lo rebusco para sacar una conclusión limpia.

Quizá tomando la vida con esta filosofía sea más dura, no obstante las noches son muy tranquilas en la almohada.

“¿Para qué leer un libro?” Escuché a un hombre decir, así sin ruborizarse, no contesté y volví a mirar hacia otro lado, no encontré que tuviese la más mínima importancia contestar a alguien que dice una frase tan fuera de cualquier signo de sentido común inteligente (y es que si existe el sentido común, errado o no).

Cuando vemos las disquisiciones de los presidentes de las últimas cinco décadas, comprendemos porqué ganan las elecciones.

El aislamiento voluntario, inmerso en el arte, la naturaleza y el silencio es verdaderamente el Nirvana de cualquier persona.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es médico

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1 COMENTARIO

  1. Espero llegar a la edad del autor para saber, más que conocer, porque no es lo mismo sabiduría que conocimiento, y la mayor evidencia de la sabiduría es la humildad. Si tienes sabiduría comparte la sabiduría, si tienes conocimiento comparte conocimiento. Si con los años llega el cansancio, no debemos desmayar; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.

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