Antony Blinken, ese chef estrella de la diplomacia made in USA, ha vuelto a encender los fogones del cinismo internacional. Su última creación: aplaudir la decisión del presidente surcoreano de levantar la ley marcial. ¡Bravo! Porque, claro, nada dice “compromiso democrático” como cerrar los ojos mientras tus aliados improvisan con recetas de dictadura gourmet: un toque de represión aquí, un brochazo de autoritarismo allá. Es como un episodio de Masterchef Golpista: ¿Cuánto autoritarismo puedes añadir sin que el jurado internacional lo llame dictadura?
Por supuesto, si esto hubiera ocurrido en un país menos “amigo” de Washington, digamos Venezuela o Irán, estaríamos viendo sanciones relámpago y un solemne discurso de Joe Biden sobre cómo “la democracia no es negociable”. Mientras tanto, en algún sótano oscuro, Jake Sullivan ajustaría el paquete de “apoyo humanitario”, empaquetado en armamento y dólares frescos para el bando “correcto”. En la diplomacia estadounidense, la hipocresía no es un defecto: es una especialidad.
Ahí está Venezuela, donde Washington respaldó a Juan Guaidó, el presidente con menos votos que un sorteo de lotería, ahora retirado en las cavernas de Miami, o, quizás Madrid. Sú legado? Un gobierno de PowerPoint que Blinken exhibe cada vez que necesita demostrar “apoyo a la democracia”. Su oficina virtual incluso incluye un botón de «imprimir credibilidad,» aunque la tinta lleva años agotada.
Durante una conferencia de prensa en 2019, un periodista venezolano le preguntó a Guaidó cuál era su plan para recuperar el control del país. Sin pestañear, el político respondió: “Mi gobierno opera desde cualquier parte del mundo.” Un verdadero presidente nómada, con más sellos en el pasaporte que reformas en Venezuela. Por supuesto, la única respuesta diplomática de Washington fue: “Eso demuestra su compromiso con la democracia global.”
¿Y qué decir de Arabia Saudita? Dónde más, si no allí, la diplomacia americana perfeccionó su doble moral.
Los periodistas se descuartizan si disienten, pero mientras compren armas y el precio del barril sea amigable, todo está bajo control.
“Valores compartidos”, le llaman.
Y no olvidemos Afganistán, donde después de exportar “libertad” a punta de bombas durante dos décadas, lo dejaron como un buffet de caos, con los talibanes ocupando la mesa principal. Pero Blinken calificó el desastre como “un éxito estratégico”, porque si algo caracteriza a un fracaso monumental, es su capacidad para redefinirlo como estrategia.
Porque, al final, no todos los golpes son iguales. Algunos se disfrazan de “errores estratégicos” y otros se justifican como “cambios necesarios”. Mientras tanto, Corea del Sur recibe una suave palmadita en la espalda y un recordatorio amable: “No lo hagan tan evidente.” Y si alguien cuestiona este menú de hipocresía, siempre queda la respuesta estándar: “Es culpa del régimen, no del chef.”
Así que, estimado lector, la próxima vez que escuche sobre “defender la democracia”, recuerde: no es un principio, es un plato. Y como todo plato exclusivo, no todos tienen acceso. En este menú, siempre habrá espacio para otro golpe, servido con una bandera de libertad como mantel y el petróleo como condimento. El chef sonríe desde su cocina, mientras el comensal nunca deja de pagar.
(*) Allen Pérez S., Abogado
Cambridge, diciembre de 2024
No hay que ir tan lejos para hablar de la defensa de la democracia en términos gastronómicos. Basta con mirar los chefs de la comida criolla, aquellos especialistas en mantener sin ninguna alteración la receta del casado institucional o la sopa de mondongo con un adecuada independencia de poderes. Todo debe estar debidamente preparado y condimentado para evitar que se rompa el status quo que beneficia a unos pocos. Y cualquiera que trate de desafiar la cocina de leña o de cambiar las ollas por más viejas que parezcan se puede enfrentar a represalias de cocineros, ayudantes, lavaplatos y meseros de todas las instituciones.
Licenciado Pérez, sus críticas son muy bien fundamentadas, le doy la razón en absolutamente todo. Pero esto me hace pensar: No siente repulsión por vivir en Estados Unidos?