INTRODUCCIÓN
Toda historia tiene un espejo realista, aunque preferimos ignorarlo. El poder dominante en las naciones crea y recrea mitos, especialmente los fundacionales. Así ha sido desde la Antigüedad. Ocurre con nuestros héroes: Simón Bolívar, Juan Santamaría o el Dr. Martin Luther King Jr., de quien voy a hablar. Los degradamos, los sobrevaloramos o, con frecuencia, los enterramos en la memoria, convirtiéndolos en otra persona. De una u otra forma, mentimos.
«Las tradiciones inventadas buscan legitimar el poder actual, simplificando y tergiversando el pasado para acomodarlo a los intereses de las élites contemporáneas» (Hobsbawm, Eric, y Terence Ranger, The Invention of Tradition, Cambridge University Press, 1983).
Las estrategias están ahí, casi imperceptibles: falsificamos, tergiversamos y ocultamos. El Dr. King se convirtió en un héroe solo después de ser asesinado; antes de eso, era mal visto, o, en el mejor de los casos, percibido como una inconveniencia para la mayoría del público estadounidense. En la memoria popular se recuerda, más que todo, «I have a Dream», un discurso establecido maliciosamente como icónico, ignorando el estatus quo la transformación que dicho mensaje ganó en profundidad. De hecho, el Dr. King nació el 15 de enero de 1929 en la ciudad de Atlanta. (Scott King, Coretta, My Life with Martin Luther King, Jr.)
Con el tiempo, su figura fue secuestrada por el Partido Demócrata, santificada por Reagan quien decretó el asueto (el tercer lunes de cada enero), para luego ser manipulada por todos los grupos de poder, incluido Trump. Lograron su objetivo: lo convirtieron en momia, liturgia y fetiche. De un plumazo borraron su evolución revolucionaria y antiimperialista (West, Cornel, Black Prophetic Fire, Beacon Press, 2014).
La plutocracia estadounidense, enquistada en las dos principales formaciones políticas, consolidó su objetivo ideológico: degradar la imagen del Dr. King, maquillarla con un brillo especial y construir un relato trágico fabricado. Lo celebraron como una inocencia sacrificial sobre un montículo falsificado, un idealismo abstracto encarnado. Como resultado, también crearon otro mito perverso: su némesis, Malcolm X, transformado en la contracara radical y peligrosa del Dr. King, cerrando así el círculo de un dualismo manipulador (Sugrue, Thomas J., «The Forgotten Martin Luther King,» The Washington Post, 20 de enero de 2018).
CADA ENERO
Cada tercer lunes de enero, al celebrarse oficialmente el nacimiento de Martin Luther King Jr., la conmemoración me deja un regusto amargo porque, en el fondo, se ha impuesto una media verdad, o sea, una bochornosa inexactitud. Es irónico cómo los valores que King defendió parecen diluirse, incluso en los días dedicados a su memoria. Su legado, que debería inspirar transformaciones duraderas, ha sido despojado de su contenido histórico, reducido a una imagen estática y simplificada.
Como señala el historiador Thomas J. Sugrue: «La imagen de King ha sido cuidadosamente editada, transformada en una versión inofensiva que omite su radicalismo, su lucha contra la pobreza y su feroz crítica al militarismo estadounidense» (The Forgotten Martin Luther King,» The Washington Post).
En lugar de recordarlo como el líder que desafió al racismo, la pobreza y el imperialismo, se nos presenta una versión inofensiva: un soñador idealista, encapsulado en frases elocuentes pero despojadas de su radicalidad.
¿QUIÉN ERA ESTE KING?
El King de 1967 decía con vehemencia pensamientos que citaré:
«Hemos luchado mucho y durante mucho tiempo por la integración, como creo que debíamos haberlo hecho, y sé que venceremos. Pero he llegado a creer que nos estamos integrando en una casa en llamas. Me temo que Estados Unidos puede estar perdiendo la visión moral que pudo haber tenido… Y me temo aún más que, mientras nos integramos, estamos entrando en un lugar que no comprende la necesidad de esta nación de preocuparse profundamente por la difícil situación de los pobres y marginados». (King, M.L., Where Do We Go from Here: Chaos or Community, 1967).
EL KING REVOLUCIONARIO
Entre 1964 y 1968, el Dr. Martin Luther King Jr. experimentó un notable cambio en sus concepciones políticas, adoptando posiciones cada vez más radicales en sus discursos y acciones. En un libro que, recomiendo, Tavis Smiley destaca: «King enfrentó críticas crecientes y un aislamiento cada vez mayor debido a su postura contra la guerra y su llamado a una redistribución económica radical, marcando un cambio significativo en su pensamiento y activismo». (Smiley, Tavis, Death of a King: The Real Story of Dr. Martin Luther King Jr.’s Final Year, Little, Brown and Company, 2014).
El 4 de abril de 1967, en la iglesia Riverside de Nueva York, Martin Luther King Jr. pronunció uno de los discursos más audaces y controvertidos de su vida: «Más allá de Vietnam: Es hora de romper el silencio.» Este discurso marcó un giro decisivo en su activismo, alejándolo aún más del consenso popular. John Lewis, destacado líder de derechos civiles y excongresista por Georgia, ya fallecido, lo calificó como el mejor discurso de King. (John Lewis, citado en The King We Need por Jelani Cobb, The New Yorker, 2017);
LA DENUNCIA RADICAL DE LA AGRESIÓN CONTRA VIETNAM
En su discurso, King describió Vietnam como «el síntoma de una enfermedad mucho más profunda dentro del espíritu estadounidense» y advirtió:
«Si no se aborda, si la enfermedad continúa extendiéndose, seguramente seremos arrastrados por los largos, oscuros y vergonzosos pasillos del tiempo reservados para quienes poseen poder sin compasión, fuerza sin moralidad y poder sin visión.»
Subrayó, además:
«Llega un momento en que el silencio es traición… Durante los últimos dos años, mientras he roto la traición de mis propios silencios, ahora hablo desde las llamas de mi propio corazón…» (King, M.L., Más allá de Vietnam: Es hora de romper el silencio, Riverside Church, Nueva York, 4 de abril de 1967).
King vinculó la lucha contra el racismo y la pobreza por ser una «inmoralidad inherente del militarismo desenfrenado» en los Estados Unidos, proclamando:
«Nunca podría volver a alzar mi voz contra la violencia de los oprimidos sin haber hablado primero claramente sobre el mayor provocador de violencia en el mundo de hoy: mi propio gobierno…» (King, Más allá de Vietnam).
PESE A TODO, UN PROFUNDO AMOR POR SU NACIÓN
«A pesar de mi agria crítica de las políticas estadounidenses, amo a esta nación más allá de consideraciones de tribu, clase, raza o procedencia nacional…» (King, M.L., Más allá de Vietnam).
CONSECUENCIAS EN LA PRENSA DE SU GIRO POLÍTICO
El discurso «Más allá de Vietnam» desató una ola de condenas de los medios más influyentes de la época. Un total de 168 periódicos importantes criticaron abiertamente a King, marcándolo como persona non grata en la Casa Blanca del presidente Lyndon B. Johnson. Johnson, recordemos, persiguió políticas imperialistas como la brutal invasión de la República Dominicana en 1964 y su cruel persistencia en Vietnam. (Garrow, David J., Bearing the Cross: Martin Luther King, Jr., and the Southern Christian Leadership Conference, William Morrow & Co., 1986).
The Washington Post afirmó el 7 de abril de 1967: «Ha disminuido su utilidad para su causa, su país y su pueblo.» Mientras tanto, The New York Times describió el discurso como «tanto derrochador como contraproducente», escrito el mismo día.
Otros fueron aún más severos. Time Magazine calificó el discurso como «calumnias demagógicas que sonaban como un guion para Radio Hanoi» (Time Archives, 21 de abril de 1967).
CRÍTICAS DESDE LA COMUNIDAD NEGRA
King también enfrentó críticas de prominentes figuras afroamericanas, incluyendo al Dr. Ralph Bunche, diplomático y el primer negro Nobel de la Paz; Carl Rowan, el periodista negro más influyente de la época; Thurgood Marshall, el primer juez afroamericano de la Corte Suprema; la NAACP, la mayor y más antigua organización negra por los derechos civiles, y, para colmo, la Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur (SCLC), organización que él mismo cofundó (Smiley, Tavis, Death of a King; Garrow, David J., Bearing the Cross).
Sin embargo, algunos fueron más generosos con King pese a sus diferencias. Stokely Car Michael, del Comité Coordinador Estudiantil No Violento, cuestionó su enfoque no violento mientras acuñaba el término “Poder Negro”. A pesar de la discrepancia siempre lo admiró y le guardo cariño hasta el final. (Joseph, Peniel E., Stokely: A Life, Basic Civitas Books, 2014).
Por otro lado, Malcolm X, desde una tradición distinta, compartía una visión crítica del sistema estadounidense. En su único encuentro, el 26 de marzo de 1964, Malcolm afirmó: «Me emociona ver a un hombre religioso tomar una postura firme por lo que cree.» Menos de un año después, Malcolm fue asesinado. King sufrió el mismo destino en 1968, ambos a los 39 años (Cone, James H., Martin & Malcolm & America: A Dream or a Nightmare, Orbis Books, 1991).
LA PERSECUCIÓN DEL FBI
La persecución de King no se limitó a las críticas públicas. J. Edgar Hoover, director del FBI, lo declaró «el enemigo número uno de los Estados Unidos.» Bajo su dirección, el FBI intervino sus comunicaciones, lo sometió a vigilancia constante e infiltró su organización con informantes como James Harrison, tesorero de la SCLC, y Ernest Withers, fotógrafo del Movimiento por los Derechos Civiles (Garrow, David J., The FBI and Martin Luther King, Jr.: From ‘Solo’ to Memphis, The Atlantic Monthly, julio/agosto 2002).
LA OPINIÓN PÚBLICA
La opinión pública también se tornó en su contra. Una encuesta de Gallup de 1966 reveló que casi dos tercios de los estadounidenses tenían una opinión desfavorable de King. Incluso entre los afroamericanos, su aprobación disminuyó significativamente durante sus últimos años (Martin Luther King Jr. Steady Decline in Popularity, Gallup News).
HUMANO Y VULNERABLE
A pesar de su imagen pública de fortaleza, King enfrentó inmensas presiones que afectaron profundamente su vida personal. La constante vigilancia del FBI, las amenazas de muerte y las tensiones internas del movimiento por los derechos civiles generaron un enorme estrés. Fue hospitalizado al menos una vez por depresión, un hecho que muchos desconocían o preferían minimizar. (Garrow, David J., Bearing the Cross: Martin Luther King, Jr., and the Southern Christian Leadership Conference, William Morrow & Co., 1986).
Para sobrellevar estas tensiones, King adoptó ciertas prácticas que contrastaba con su imagen pública. Fumaba con frecuencia, aunque evitaba hacerlo frente a los demás para proteger su reputación. También luchaba contra el sobrepeso y consumía alcohol ocasionalmente, encontrando en estas conductas un escape ante las presiones constantes. «King no era un santo en su vida personal, pero el FBI magnificó estos detalles para desviar la atención de su mensaje y desacreditar su liderazgo» (Branch, Taylor, Parting the Waters: America in the King Years 1954–63, 1988).
UNA INFANCIA MARCADA POR LA CULPA Y LA COMPASIÓN
El Dr. King, desde niño, tuvo una extrema sensibilidad hacia el sufrimiento humano y era capaz de combinar culpa y compasión. Aquí narraré un asunto que se desconoce a raudales.
Desde temprana edad, Martin Luther King Jr. mostró una humanidad profunda y una sensibilidad que lo acompañaría durante toda su vida. A los 12 años, enfrentó una tragedia personal que marcó su infancia.
La muerte repentina de su abuela Jennie Williams, ocurrida mientras él jugaba fuera de casa contra las instrucciones familiares, le provocó una profunda culpa. En su desesperación, King intentó quitarse la vida saltando desde una ventana del segundo piso de su hogar familiar.
Este episodio traumático, aunque trágico, resalta no solo su vulnerabilidad, sino también su capacidad para superar el fatal suceso y transformar el dolor personal en una fuerza poderosa de empatía y de lucha por la justicia.
Como señaló el historiador Taylor Branch: “Incluso en su niñez, King enfrentó el peso del dolor humano, desarrollando una sensibilidad que más tarde le permitiría conectar profundamente con las luchas de los demás”. (Branch, Taylor, Parting the Waters: America in the King Years 1954–63)
LA CAMPAÑA CONTRA LA POBREZA
En noviembre de 1967, King anunció la Campaña del Pueblo Pobre, una iniciativa nacional para exigir el fin de la pobreza en los Estados Unidos. Señaló cómo la Guerra de Vietnam desviaba recursos que podrían haberse destinado a programas sociales. Según King: «La Gran Sociedad de Johnson fue arrasada en los campos de batalla de Vietnam, como un sueño efímero.» (King, Martin Luther Jr., citado en Garrow, Bearing the Cross, 1986, p. 591).
Como parte de esta campaña, King viajó a Memphis en 1968 para apoyar a los trabajadores de saneamiento que exigían condiciones laborales dignas. En este contexto, el 3 de abril de 1968, pronunció su último discurso, «He estado en la cima de la montaña.» Afirmó: «Puede que no llegue allí con ustedes, pero quiero que sepan esta noche que nosotros, como pueblo, llegaremos a la Tierra Prometida». (King, Martin Luther Jr., citado en Branch, At Canaan’s Edge, 2006).
Un día después, el 4 de abril de 1968, exactamente un año después de su histórico discurso en Riverside, King es asesinado en el balcón del Lorraine Motel en Memphis, Tennessee (Branch, Taylor, At Canaan’s Edge: America in the King Years 1965–68, Simon & Schuster, 2006, p. 767).
LA HERENCIA RADICAL CONTRA LA VIOLENCIA Y LA INJUSTICIA EN CUALQUIER PARTE DEL MUNDO
Martin Luther King Jr. murió convencido de su misión profética. Denunció con valentía las contradicciones de un sistema que no garantizaba salarios dignos, atención médica universal ni igualdad de oportunidades. En su discurso «Más allá de Vietnam,» afirmó: «Nuestra nación continúa gastando miles de millones de dólares en la guerra mientras millones de sus hijos carecen de lo básico, como comida, ropa y educación» (King, Más allá de Vietnam).
King también condenó el complejo industrial militar como «una máquina desenfrenada que prioriza el lucro sobre la humanidad, una amenaza para la supervivencia de la civilización» (King, Más allá de Vietnam).
Murió en el momento más débil de su lucha cívica, cuando su popularidad estaba por los suelos. La historia no le hizo justicia: lo enterró dos veces. Por honestidad con la verdad, al Dr. King Jr. Debería recordárselo cada año un 4 de abril. El último año de su vida lo retrata de cuerpo entero.
CONCLUSIÓN
El Dr. King entendió que los opresores no tienen color político. Sus rostros se ocultan tras retóricas progresistas o conservadoras. Su valentía al denunciar un sistema desigual y violento sigue siendo un faro para quienes luchamos contra las sombras del poder.
El Dr. King, murió sin ser considerado héroe, en su momento final, aunque lo fuera. Lo fue inmediatamente después para, poco a poco, contener los violentos disturbios en algunas e higienizar su figura a conveniencia del imperio.
La historia no le hizo justicia: lo enterró dos veces. Sin duda, hoy King alzaría su maravillosa voz por Palestina y denunciaría al sionismo, como lo hiciera, luego, el Obispo sudafricano, Desmond Tutu.
El 20 de enero es un día de asueto obligatorio para recordarlo asépticamente, como se recuerda una nube. Y, a una hora de esa misma fecha, alguien asumirá las riendas de la Casa Blanca. ¡Cuánta ironía!
Que el legado radical de King nos inspire en la resistencia frente a los opresores, sean estos republicanos o demócratas. El Dr. King fue un humanista cristiano que no distingue fronteras, un legado que pertenece al mundo.
Los auténticos héroes mueren y resucitan más de una vez.
Investigado y escrito por Allen Pérez
Cambridge, enero de 2025