En noviembre de 2024, el presidente de El Salvador -Nayib Bukele-, fue invitado a visitar Costa Rica por el presidente Rodrigo Chaves. No entraré a comentar nada sobre el porqué de aquella visita, pues ya se habló largo y tendido. En este artículo me voy a centrar en un detalle que quizás pasó desapercibido, y quizás también sea calificado como de “poco importante”. A mi juicio, ese detalle que voy a comentar deja en evidencia la posición “clasista” de la mayoría de los mandatarios latinoamericanos a lo largo de la historia postcolonial de los últimos dos siglos. Es decir, no es algo exclusivo del presidente tico o del presidente salvadoreño, pero sí considero que dentro del actual contexto centroamericano hay que resaltarlo poniendo gran alarma.
La cuestión es que, en una de las ruedas de prensa conjunta de ambos mandatarios, el presidente Chaves hizo referencia a la coincidencia con el presidente Bukele sobre el interés mutuo respecto a la historia de la antigua Persia (actual Irán, por cierto). A través de esa ya popular verborrea cargada de arrogancia, el presidente Chaves dijo que una de las muchas cosas que le unían a su homólogo salvadoreño era el gusto por la historia antigua, en especial los capítulos relacionados con el rey persa Darío. Yo escuché aquella rueda de prensa por internet, observando al presidente Bukele con una compostura más bien retraída y servicial, a diferencia del presidente Chaves que mostraba todo su orgullo por el discurso que estaba realizando. Que vaya por delante decir, que ambos personajes han dado “aire fresco” a los discursos y a las políticas de toda Latinoamérica, valorando positivamente la voluntad de los dos por mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos. Sin embargo, si comparo a estos dos presidentes centroamericanos con el actual presidente de Colombia -Gustavo Petro-, están muy lejos del nivel intelectual del mandatario colombiano, como también están muy lejos del nivel intelectual del que fuera presidente de Uruguay -José Mujica-. Tanto al presidente Petro como al presidente Mujica, no se les ocurriría jamás vanagloriarse de sus conocimientos sobre la antigua Persia en una rueda de prensa, y en cambio sí hablarían con devoción sobre las culturas de los nativos originales de América.
Dicho esto, considero que es sumamente importante para que lo tome en consideración tanto el presidente Chaves como todo su equipo de asesores, que en pleno siglo XXI hablar de Persia y no hacerlo de Mesoamérica, es un completo insulto a la inteligencia, empezando por la “inteligencia” de todos los rectores de las más importantes universidades de Costa Rica, quienes deberían ser los primeros en poner el grito en el cielo sobre esta cuestión. Y digo esto no sólo por dar valor a las culturas de los nativos originales de América, también para aclarar que Mesoamérica está considerado uno de los cinco pilares de civilización de la historia humana junto con Egipto, Mesopotamia, India y China. Y por si tampoco lo sabe el señor Chaves, una pequeña porción de Costa Rica en su extremo noroeste (Guanacaste), forma parte de aquella Mesoamérica que alcanzó en algunas áreas un conocimiento muy superior al que trajeron consigo los primeros colonos europeos en todo el continente americano.
Por otro lado, me he referido al concepto de “clasismo”, con el que seguro el señor Chaves no se identifica. Quizás su persona no, pero muchos de sus discursos y políticas están más alineados con el “clasismo” que con un “socialismo con rostro humano” capaz de acabar con las gigantescas desigualdades sociales de Latinoamérica, y sobre todo capaz de hacer frente a las oligarquías que se sienten muy cómodas con la historia de la antigua Grecia o de la antigua Persia, y en cambo detestan enormemente a los llamados “indígenas”. En este sentido, la importante población de “indígenas” que viven en las dos vertientes de la cordillera de Talamanca en Costa Rica, siguen sufriendo la más descarnada discriminación social y económica en el país de la “pura vida”. Una “pura vida” que sobre todo disfrutan las clases más pudientes, quienes envían a sus hijos a estudiar a Estados Unidos o a Europa, mientras que los hijos de los “indígenas” de Costa Rica viven en muchos casos en condiciones miserables, y, por tanto, con una total falta de oportunidades respecto a la población blanca y mestiza. Le pido, pues, al señor Chaves y a todo su equipo, que para cambiar las cosas en un país hay que empezar primero por los discursos y el lenguaje que se utiliza. Como referentes, les invito a que escuchen muchas de las reflexiones del presidente colombiano Gustavo Petro o del expresidente uruguayo José Mujica. Este artículo va dedicado a la herencia cultural de los nativos americanos en Costa Rica.
(*) Sergi Lara, divulgador geográfico y asesor turístico.