Estamos en la era digital, aunque nos neguemos a entregarnos a ella, ella domina nuestro día a día.
Recuerdo cuando comencé a interesarme por la informática, sería el año 1988, aquellos inmensos tarros llenos de cable, un monitor y un teclado, al lado aquel montón de “comandos” escritos en un papel, para poder manejar algunos programas, eran monitores monocromáticos verde o ámbar, con un parpadeo intenso.
Comenzaban a aparecer programas que hacían la práctica profesional más sencilla, en mi caso como médico, tenía acceso a información que si bien estaba en los libros y revistas, aquí se tenía todo a mano, salvo los gráficos que eran muy deficientes.
Los años fueron trayendo cambios muy importantes, no obstante, hasta la llegada de los teléfonos inteligentes, comenzó a interesar al gran público, esta evolución fue en calidad como en amplitud, abarcando todos los campos del saber humano. Un artículo de la revista Newsweek de 1991, aseguraba que en breve sabría más un estudiante de medicina que un médico especialista (muchos de mi generación nunca ingresaron al mundo digital), en realidad me tendré que explicar mejor.
La palabra «inteligencia» significa «la capacidad de escoger», esto es elegir o escoger la opción más cercana a la verdadera. Aunque tiene mucho que ver con la palabra -intelecto-intelectual, no lleva involucrada la palabra “razón”, la razón es una capacidad inherente a la condición humana, las máquinas no pueden razonar, ergo: solo eligen aleatoriamente una serie de caracteres.
Para quienes no lo sabían, el lenguaje binario o código binario de la informática, tiene su origen en el milenario libro chino I Ching (libro de las mutaciones), una combinación de 64 hexagramas, cuya utilidad en la antigua China era esencial para consultar asuntos muy importantes. Cada hexagrama está compuesto por dos trigramas, cada trigrama son tres líneas una sobre otra, línea continua y línea discontinua, a lo que se suma además la presencia de números seis, nueve, ocho y siete: acorde a cómo caigan las tres monedas en cada lanzamiento. Carl Jung lo utilizó por más de treinta años en su consulta, yo lo conocí hace cuatro décadas y frecuentemente lo utilizo, en su versión Sapiencial y no oracular.
Regreso a la informática. No hay duda de que cada día ha venido en aumento, casi diario, el uso de las computadoras en la vida diaria y en industria, investigación científica, análisis de datos, etc etc, cada persona en occidente anda su teléfono inteligente (if any!) en el bolsillo, por supuesto que esto ha llevado a una inmensa difusión de los conocimientos, por tanto a una mejor capacidad humana para valorar los hechos de la vida, desde lo más sencillo hasta lo más complejo. Ahora, para conseguir ese infinito de conocimientos, el (los) ser humano ha tenido que meterlos al sistema utilizando diferentes fuentes del lenguaje informático. Una computadora no tiene capacidad de razonamiento, lo que hace es sacar de lo escrito en diversas formas y fuentes y trasformarlo en respuesta.
Que se logre eso por sí solo es un paso gigantesco del conocimiento humano, no obstante si se han introducido datos erróneos, saldrán a la vista como resultado final.
He visto algunos trabajos de la Inteligencia Artificial y son dolorosamente absurdos, son tejidos sin discrecionalidad y el resultado cada vez más incoherente.
Ahora para vender los programas para su uso, se ha magnificado su utilidad. Por ejemplo, en literatura, se acaba de encontrar un plagio inmenso de poemas, publicados como originales, es que la computadora no tiene malicia ni discrecionalidad, no es racional como la mente humana.
No tengo la menor duda de que la IA nunca someterá a la mente humana, aunque desde luego si manipulará a las masas. Por cuarta vez he leído la Rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset, 17 años, 32 años, 50 años y ahora con 74 años, cada vez es más oracular ese libro. El hombre masa es dócil, es manipulable fácilmente: COVID et al.
La masa se amasa, Varguitas dixit.
(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes, Médico.