Es bien sabido por mucha gente en Europa y en América, que España tiene grandes dificultades para gestionar lo que se conoce como el “problema catalán”. Hay que tener muy presente que la relación entre castellanos y catalanes se empezó contaminar en unos años muy concretos a partir de la segunda mitad del siglo XVI. Si durante la primera mitad de aquel siglo, el rey Carlos V había jurado lealtad a las cortes catalanas y además tenía una residencia oficial en las afueras de la ciudad de Barcelona -Molins de Rei-, cuando su hijo Felipe II heredó el trono el objetivo de las élites castellanas era hacerse con el control total de la Península Ibérica, de ahí que en aquellos años se incorporase también a Portugal dentro de los dominios del Imperio Hispánico. A inicios del siglo XVII se publicaba la célebre novela de Miguel de Cervantes sobre las aventuras de un personaje llamado Don Quijote, que ponía de relieve la mentalidad decadente de los hidalgos castellanos incapaces de adaptarse a la modernidad que estaba por venir y que representaban naciones como Holanda e Inglaterra. De hecho, la única capital ibérica que se describe con halagos en la novela El Quijote no es por casualidad la ciudad de Barcelona, la capital de Cataluña que ya era un polo cultural de primer orden donde la libertad de pensamiento atraía a gentes de toda Europa y el mundo.
Frente a una Cataluña como potencia comercial y polo cultural, el rey Felipe II y su corte representaban justo todo lo contrario, como bien simboliza el mayor edificio construido en aquel tiempo bajo las órdenes del mismo monarca, el colosal monasterio de San Lorenzo de El Escorial en las afueras de Madrid. Y es a este punto donde quiero llegar, a la actual capitalidad de España que apenas tiene cuatro siglos frente a una ciudad de Barcelona de más de 2.000 años de historia. El “problema catalán”, pues, es un “problema castellano” que no puede digerir una realidad política y cultural demasiado grande y potente, cuando en un momento dado de la historia conjunta lo más inteligente hubiera sido construir un verdadero Estado Federal. Se optó en cambio por la asimilación siguiendo el modelo francés, que en la Península Ibérica era imposible de replicar. A partir de entonces, diversas y cruentas guerras para mantener la “unidad de España” se sucedieron hasta llegar a la dictadura del General Franco durante el siglo XX. Los herederos directos de aquella reciente dictadura siguen hoy tratando de mantener la “unidad de España” y la falsa grandeza que representa el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, comportándose como aquel Don Quijote que perdió la cabeza y era incapaz de aceptar la realidad. Eso mismo pasó entre los años 2012 y 2018, cuando el gobierno de los herederos del franquismo español utilizó todo tipo de maniobras corruptas de bajísimo nivel moral e intelectual, apoyándose en la fuerza del Estado y en el poder económico más potente para someter al movimiento nacionalista catalán que había conseguido organizarse de una manera masiva. Hace unos pocos días se han conocido las grabaciones que un policía corrupto hizo en los despachos de algunos ministros del Gobierno español durante aquellos años para acabar con los principales líderes catalanes a través de prácticas mafiosas. Ministros con nombres y apellidos que en cualquier país mínimamente serio y civilizado ya estarían en prisión. Pero no, en España se prefiere seguir como un país perdido en el tiempo, igual que describió el escritor Miguel de Cervantes, gobernando por la corrupción para conservar privilegios de época medieval.
(*) Sergi Lara, divulgador geográfico y asesor turístico
Mi pais predilecto para viajar y conocer,beber y comer.Pura necedad de politicos catalanes para hacerse del poder.No tiene capacidad de independencia Cataluña.
Grandes verdades se esconden en este artículo. El Quijote sigue vivo, y España sigue estando perdida en su mentalidad colonial, asimiladora, de quien no acepta la existencia de otros pueblos en los territorios que ha sometido por la fuerza. Cataluña es el problema de esta bajeza españolista castellana sin lucidez moral, empática e intelectual que tiene su trasero en los tronos del poder. Prepotente. Fóbico. Ofensivo. Burlón.
A quien le importa realmente? Ojalá se separen rápido para no tener que leer estos artículos cada semana.