España puede conspirar y dictar una usurpación del derecho a la libre determinación de los catalanes política, jurídica y militarmente, también monárquica y democráticamente, cuando quiera, y goza de inmunidad para ello. Los catalanes no podemos hacerle frente, e intentarlo es considerado un acto de terrorismo que se castiga con la captura, un juicio militar y la cárcel, en nombre del estado de una ley marcial española enquistada en su orden dictatorial y constitucional histórico y colonial.
España puede desmantelar e intervenir la estructura institucional catalana, tanto la labrada por el consenso natural a lo largo de la historia como la recuperada aparentemente en un sistema democrático, y negar que ha actuado por despecho usando la fuerza del derecho de conquista, contrario al orden internacional contemporáneo. Incluso, desautorizando a la propia Organización de las Naciones Unidas cuando ésta manifiesta su desacuerdo. Los catalanes no podemos actuar en igualdad de condiciones, al estar bajo la atenta observancia del implacable y desacomplejado brazo represor español al mínimo intento de levantar la voz nacional catalana.
España tiene silla en las Naciones Unidas gracias a un acuerdo de dudoso trato de favor entre el franquismo y los poderes occidentales, y puede cultivar y establecer patriotas castellanos en su estructura diplomática internacional, en castellano, y negar a la nación catalana presionando a sus homólogos reconocidos, ejerciendo una posición de amenaza permanente en nombre del orden geopolítico establecido, del que España es pieza clave con el control del estrecho de Gibraltar junto el Reino Unido. Los catalanes no podemos hacer diplomacia internacional para defender a nuestra nación y reclamar su respeto y reconocimiento, e intentarlo, si se hace en nombre de un programa político apoyado por unas elecciones democráticas, se castiga con el embargo de los bienes propios y la ruina familiar. Gibraltar es colonia británica desde el momento en que los catalanes somos abandonados por los británicos en el Tratado de Utrecht de 1713. Marruecos cede su presión hacia las colonias militares españolas de Ceuta y Melilla, en el estrecho de Gibraltar, a cambio de su dominio sobre el Sahara Occidental, antigua colonia española africana que reclaman los marroquíes. El problema catalán también es geopolítico y afecta a un frágil desorden geopolítico entrelazado en distintos pueblos, que requiere ser resuelto de un modo integral.
España puede elegir quién entra y sale de su territorio, y exigir que se conozca la historia española basada en las gestas, la lengua y la cultura de la nación castellana, pero los catalanes no podemos hacer valer la historia de la constitución nacional catalana, como principado de una corona en la que el Reino de Aragón se entrega voluntariamente al conde de Barcelona, y este poder lo haga partícipe de la constitución moderna de una confederación hispana que Casilla rompe desde la imposición de los Decretos de Nueva Planta de 1707 y 1716. La historia real de España ha sido manipulada desde sus cimientos para crear un paradigma dominante castellano que tiene por objeto someter la españolidad a una idea castellana controlada desde Madrid. No podemos escribir nuestra historia libremente ni exigir que se conozca y se respete nuestra singularidad nacional, y tampoco podemos pedir a los recién llegados que aprendan catalán si quieren vivir aquí. Intentarlo se castiga con la estigmatización pública y laboral de historiadores, artistas, periodistas, jueces y por supuesto políticos, así como con la retirada de los fondos públicos que se destinan a ello si se realiza desde una entidad pública, aunque se disponga de autoridad democrática y moral y de mayoría parlamentaria para hacerlo.
España puede imponer la unidad de la lengua castellana en nombre del Instituto Cervantes y la Real Academia de la lengua española, pero los catalanes no podemos defender la unidad de la lengua catalana extendida en España, Francia e Italia, ni siquiera disponer de una academia de la lengua catalana más allá de Cataluña, por no decir defender el hermanamiento lingüístico, histórico y cultural con Occitania. La política migratoria y lingüística española, así como la política institucional interior del Estado español, es un brazo represor de la lengua y cultura catalanas (y del resto de lenguas y culturas distintas a la castellana en España, claro).
Siendo un pueblo sin libertad, sometido a un proyecto de negación y represión nacional bajo el estado de una constante intervención institucional, sin altavoz diplomático, sin historia reconocida y sin derecho a hacer valer la propia lengua, España demuestra, día sí día también, que somos una colonia. Todos estos hechos son evidentes y España los pone en práctica desde 1707 hasta el siglo XXI, con la complicidad europea y colonial del Tratado de Utrecht, de 1713, donde se abandona a los catalanes a la suerte del rey Borbón.
La cuestión catalana no es un asunto interno del Estado español, es internacional. No cabe esperar justicia cuando el agresor es el juez, digan lo que digan quienes no quieren afrontar este asunto, por las razones que sean. Por tanto, en base al ordenamiento internacional contemporáneo y el derecho natural de los pueblos, reflejados en el espíritu de la Carta Atlántica de 1941 y de la Carta de las Naciones Unidas de 1945, cumplimos con todos los requisitos para reclamar, a la comunidad internacional, ejercer el derecho a la autodeterminación.
En resumen, Cataluña P I D E de las Naciones Unidas: (*)
- QUE su caso atrasado de liberación nacional sea, a partir de ese momento, programado como uno que necesita solución inmediata.
- QUE su demanda de autogobierno sea presentada para una solución inmediata de acuerdo con los principios y cláusulas de la Carta Atlántica, con independencia de cualquier solución regional contemplada para España.
- QUE su posición en la organización política de España sea decidida por sí misma, mediante plebiscito de los catalanes nacionales, tras el reconocimiento de su condición de nación.
- QUE cualquier otra desavenencia o disputa entre Cataluña y España sea sometida a audiencia ante el Consejo de las Naciones Unidas o la Corte Internacional de Justicia en su nombre.
Al presentar su reclamación de liberación nacional ante esta Conferencia y ante la opinión pública internacional, Cataluña espera justicia de Naciones Unidas.
Nueva York, 14 de abril de 1945
Barcelona, 25 de abril de 2025 (**)
(*) Petición planteada por los catalanes a las Naciones Unidas, en 1945.
(**) Ochenta años después del inicio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Organización Internacional, llevada a cabo del 25 de abril al 26 de junio de 1945 en San Francisco, que estableció la Organización de las Naciones Unidas (ONU), esta petición sigue vigente.
Las Naciones Unidas tiene, desde el momento en que aprueba la Carta fundacional de 1945, el caso de los catalanes sobre la mesa. Sólo hace falta recuperar esta historia, hacer memoria y exigir una respuesta a esta petición. La petición fue aceptada, y todavía espera respuesta, del mismo modo que los catalanes esperamos una respuesta que esté a la altura del impecable referéndum popular del 1 de octubre de 2017, con toda su carga de legitimidad, incuestionable, y de la vergonzosa y nefasta gestión de Su Majestad el Rey de España y toda la estructura validada y amnistiada, desde 1977, de la dictadura militar y nacionalcatólica que lo apoya desde el momento en que España se dijo a sí misma que sería castellana, por derecho de guerra, y mantiene bajo un férreo y estricto control al Consejo General del Poder Judicial, al Tribunal Supremo y al Tribunal Constitucional español, la piedra angular que se debe torcer, vencer y hacer desaparecer.
(*) Andreu Marfull Pujadas, Profesor en Planificación y Geografía Urbana a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México
Artículo dirigido a ampliar la conciencia de las razones que hacen del caso catalán un asunto internacional, que trasciende la cuestión considerada como un asunto interno del Estado español. Y, a su vez, se comprende como un problema que debe ser resuelto con una lectura decolonial particular, que interpela a las Naciones Unidas desde su fundación, en 1945, y al débil orden geopolítico actual que tiene sus raíces en el tratado de Utrecht, de 1713, que pauta un conflicto colonial en el que están involucrados España, el Reino Unido, Marruecos y las colonias de Gibraltar, Ceuta, Melilla, el Sahara Occidental y, por supuesto, Cataluña y su pueblo y nación históricos más allá de sus actuales límites administrativos.
Viva
Cataluña libre…! Por una República Catalana.