Nada hay más importante para quienes nos atrevemos a escribir sobre cualquier cosa, basados en nuestra profunda ignorancia y en la absurda osadía de opinar, que tener, al menos, claras las definiciones de los términos. El título de este artículo es, en sí mismo, un atrevimiento de mi parte. Une dos cosas totalmente dispares, la realidad concreta y la creación intelectual de lo incomprensible.
Por ello comienzo diciendo que la anatomía es una ciencia, rama de la biología, que estudia la estructura de los seres vivos, es decir, la forma, topografía, ubicación, disposición y relación entre sí de los órganos que lo componen. La anatomía se basa en el examen descriptivo de los organismos vivos, y forma parte de un grupo de ciencias básicas llamadas ciencias morfológicas (biología del desarrollo, histología y antropología física), que completan su área de conocimiento. Ello nos lleva aceptar de salida que es una ciencia (creación humana) que versa sobre lo concreto y lo limitado, como es el cuerpo humano, por ejemplo.
Por otro lado, se conoce como infinito lo que no tiene final ni término, y agregaremos que tampoco principio, que es en realidad una creación intelectual que busca darle sentido a lo incomprensible para nuestra limitada electroquímica cerebral. Pero algo aún más importante: está compuesto por el todo, lo sin principio ni final, sin límites de ninguna clase.
Por lo tanto, la anatomía del infinito es tratar de comprender la forma, la ubicación, disposición y las relaciones del infinito. Es decir, tratar de comprender lo incomprensible, tratar de abarcar con nuestra limitada capacidad la inmensidad de lo desconocido. Y con ello aceptamos de salida su imposibilidad.
Nuestra arquitectura mental no está diseñada para entender algo así, nuestras intuiciones sobre el espacio, el tiempo y la materia colisionan con la realidad, y debemos recurrir a herramientas extramentales para, al menos, operar con la realidad: por ejemplo, las matemáticas.
Por esa razón, la gente sigue preguntando cosas que resultan incoherentes en la realidad física. Preguntas como ¿qué había antes del Big Bang?. O ¿qué hay más allá de los límites del universo? ¿Cómo se las arregla una partícula para pasar a través de dos rendijas a la vez?
Murray Gell-Mann describió la mecánica cuántica como “esa disciplina misteriosa y confusa que nadie de nosotros entiende de verdad pero que sabemos cómo usar”. Esta definición, procedente de un Premio Nobel de Física por sus descubrimientos sobre partículas elementales como Gell-Mann, habría de dejarnos más tranquilos cuando continuamente nos llegan noticias de cómo el Gran Colisionador de Hadrones está literalmente destejiendo la realidad.
Si no entendemos qué ocurre, es normal, tenemos cerebros que no están diseñados para entenderlo.
Por eso no puede dejar de asombrarme que existan personas que consideren que la verdad no existe o que todo es relativo, y que es opinión subjetiva, tú tu verdad y yo la mía. Me asombra porque ni siquiera están diseñados para entender las verdades de la ciencia, ¿cómo van a entender si existen o no aspectos ajenos a esas verdades?
Una limitación importante surge de nuestros sesgos cognitivos inherentes. Nuestras creencias, experiencias, emociones y antecedentes culturales dan forma a nuestro proceso de pensamiento, lo que genera un sesgo de confirmación, la tendencia a favorecer la información que confirma nuestras creencias preexistentes. Este sesgo puede obstaculizar nuestra capacidad de analizar y comprender objetivamente nuevas ideas o perspectivas alternativas. Reconocer nuestros prejuicios y buscar activamente opiniones diversas puede ayudar a mitigar esta limitación.
En la era digital, nos bombardean con una cantidad abrumadora de información. Si bien es increíble tener acceso a un vasto conocimiento, nuestras mentes luchan por procesar el gran volumen de manera efectiva. Esto da como resultado una sobrecarga cognitiva, lo que nos hace pasar por alto detalles importantes y cometer errores de juicio. Desarrollar técnicas eficientes de filtrado de información y perfeccionar nuestras habilidades de pensamiento crítico puede ayudarnos a superar esta limitación.
Nuestra percepción de la realidad está limitada por nuestros órganos sensoriales. Solo percibimos una fracción del espectro electromagnético, escuchamos una gama restringida de sonidos y tenemos una sensibilidad gustativa y olfativa limitada. Como resultado, es posible que no comprendamos la verdadera naturaleza de la realidad, incluidos los fenómenos que existen más allá de nuestras capacidades de percepción. La ciencia y la tecnología, como los telescopios y los microscopios, ayudan a ampliar nuestros sentidos y superar esta limitación.
La memoria es una función cognitiva esencial, pero tiene sus limitaciones. Nuestros recuerdos son muy selectivos y propensos a la distorsión. Los detalles se olvidan o se modifican con el tiempo y, a menudo, recordamos los eventos a través del lente de nuestras emociones, lo que genera prejuicios. La incapacidad de recordar o almacenar información con precisión puede impedir nuestra comprensión de eventos pasados y dificultar nuestra toma de decisiones. Emplear técnicas mnemotécnicas y comprender la falibilidad de la memoria puede ayudar a optimizar nuestros procesos cognitivos.
Muchos aspectos del mundo, particularmente en campos como la física, la biología y las ciencias sociales, exhiben sistemas altamente complejos. Mentes humanas luchan por comprender complejidades como el comportamiento caótico, los bucles de retroalimentación o las propiedades emergentes. Nuestras limitaciones cognitivas nos impiden comprender plenamente los sistemas complejos, lo que a menudo nos lleva a modelos simplificados o erróneos. Los esfuerzos colaborativos, la investigación interdisciplinaria y las simulaciones por computadora pueden ayudar a desentrañar los misterios del complejo.
Por lo tanto, la conclusión cae por sí sola: no somos capaces de comprender lo que supera nuestra capacidad intelectual y sensorial. La anatomía del infinito es el esfuerzo imposible que los seres humanos han estado intentando desde siempre, sin lograrlo. Y seguirá intentándolo porque existe algo inasequible que nos obliga a buscar sin descanso, porque la sed de conocimientos no se sacia fácilmente, y posiblemente no se saciará jamás. Ni la filosofía, ni la teología, ni la ciencia podrán dar jamás una respuesta cierta y completa para superar nuestra ignorancia. De allí que se haya inventado la fe, que no es más que la aceptación de nuestra ignorancia unida a la aceptación de la limitación misma, para dar un sentido a lo incomprensible a lo inasible.
¿Qué hacemos, entonces? ¿Qué hemos hecho hasta ahora los seres humanos? Simple: olvidarnos de nuestra ignorancia, y seguir adelante buscando la satisfacción de los instintos elementales de todo animal, pero vistiéndolos de ideologías, religiones y concepciones filosóficas, o aferrarnos a la pequeña y limitada ciencia que hemos desarrollado hasta ahora, para sobrellevar el absurdo.
(*) Alfonso J. Palacios Echeverría