Columna Poliédrica
Que duda existe que estamos viviendo una época complicada. A nivel occidental vivimos momentos en que cuesta tener claridad en relación a cómo van actuar distintos actores debido al comportamiento de los líderes de algunos de los países con una influencia importante en la sociedad internacional; basta solo mencionar a personajes como Donald Trump o Javier Milei para ejemplificar la incertidumbre que genera sus decisiones, con una racionalidad difícil de descifrar y con consecuencias reales para sus naciones.
No sucede lo mismo en oriente en que, pareciera, tienen mayor claridad en relación con lo que quieren en el mediano y largo plazo. Evidentemente el mejor ejemplo es la China de Xi Jinping que en el ámbito de las relaciones políticas y comerciales, ha mostrado una coherencia que está lejos de la ambivalencia de varios de los países occidentales; claro está, la falta de alternancia en el poder, en este caso, se vuelve una ventaja para la continuidad de la política china, aspecto que riñe con los principios que rigen a los regímenes democráticos.
Una situación similar pero no igual ocurre con la Rusia de Putin. El poder que tuvo la Unión Soviética primero y la Federación Rusa después, está lejos de lo que fue en el siglo pasado; no obstante, a nivel militar sigue manejando un arsenal nuclear que lo posiciona como un actor importante, sin embargo, el conflicto con Ucrania ha demostrado que su potencia militar con armamento convencional no es determinante, pero Vladimir Putin no se caracteriza por realizar decisiones irracionales desde la perspectiva política.
La Unión Europea con su política de rearme evidencia que ha variado su ruta histórica en favor del desarrollo humano de sus pueblos. Evidentemente los grupos de interés han influido en este cambio, especialmente, aquellos relacionados con los fabricantes de armas; aunado a lo anterior, el fenómeno de la migración ha generado que la derecha nacionalista se haya posicionado con un discurso que ha venido a modificar lo que había sido el comportamiento de los diferentes países en esta materia.
Latinoamérica no ha estado exenta de estos fenómenos. Ha aparecido personajes como Bukele, Milei o en su momento Bolsonaro, Piñera y Uribe, que hacían la contra a personajes de la izquierda latinoamericana como Lula, Boric, Petro o dictadores como Maduro y Ortega; empero, en todos los casos, el común denominador, es que son personajes con posturas contrastantes y que abogan por la dependencia a ideas que no permiten a un desarrollo humano integral.
La política exterior y la interna de los países debe de tener como objetivo principal el desarrollo de los pueblos en sus diferentes facetas.
(*) Andi Mirom es Filósofo