jueves 25, abril 2024
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La guerra de los sexos.

Indiscutible es el hecho de que los hombres en términos generales, queremos utilizar a las mujeres a nuestro antojo y no nos importa su punto de vista. Esto ha sido así, desde tiempos inmemoriales y es parte de nuestro ADN, ya venimos estructurados de esta manera. No digo que no haya enormes excepciones, claro que las hay, pero la regla es que el hombre si puede y la mujer no, las hemos confinado al aislamiento en todos los campos, negándoles el libre derecho de elección, en todos los asuntos.

Recuerdo un dicho popular en el Mexico de los setenta, donde la frase “la mujer es como la escopeta, hay que tenerla siempre cargada y detrás de la puerta”(en otras palabras hay que tenerla perennemente embarazada y tras la puerta). Era verdaderamente chocante el dicho, pero iba en consonancia con el machismo enfermizo, no solo de Mexico, aquí también.

Recuerdo que a mitad de la época de los setenta, cuando comencé a ejercer la medicina en Costa Rica, era frecuente que las mujeres en la consulta dijeran: “doctor, a mi mi marido me usa dos veces por semana”, así como lo está leyendo, “me usa”, es decir soy un objeto más que le pertenezco. El haber crecido entre mujeres, mi madre y cuatro hermanas, preparó el camino mío para un cambio de paradigma, que se vería muy reforzado con tener tres hijas y mi esposa, es decir comprendí que mi destino estaba entre mujeres y me di a la tarea de comprender el alma femenina.

Las mujeres son diferentes a nosotros los hombres, son más detallistas, más sensibles, más responsables, mucho más fuertes en todo sentido, no obstante ha tenido que haber toda una revolución cultural para que los hombres lo entendamos.

Ese es un valor agregado que veo en los hombres jóvenes especialmente, son más respetuosos de la independencia de las mujeres, y las mujeres tienden a ser menos dóciles inútilmente ante el hombre. Los femicidios son muy frecuentes y por lo general se apoyan en los celos patológicos (los celos siempre son patológicos) del macho cabrío. Las mujeres siguen muy rezagadas en la contratación de puestos de trabajo, por mucho avance de los movimientos feministas, seguimos tratando a las mujeres como seres inferiores. Voy a plantear una tesis, que a mis ojos es la más cercana a la realidad de esta relación simbiótica, que muchas veces se torna enfermiza. Decía Ernesto Sabato en “Heterodoxia”, un libro escrito y publicado en 1953: “la mujer, por el papel esencial que ocupa en la reproducción, está biológicamente constituida de manera más concreta ante la vida, por esa razón, la mujer después del coito se convierte en “madre”(aún cuando no alcance el embarazo); el hombre queda vagando en el vacío existencial y por eso filosofa. No hay mujeres filósofas, me pregunto qué sucederá ahora que empieza el uso de los anticonceptivos y la mujer puede jugar en iguales condiciones en la pareja…”. Este pensamiento de Sabato, me llevó a pensar mucho y observar lo que sucedía en ese mundo femenino que me rodeaba.

El cristianismo y sus hermanos: Islam y judaísmo, son en esencia machistas, basta leer a San Pablo para entenderlo, quizá esos dos mil años han hecho mucho daño a la figura de la mujer en nuestras civilizaciones, a pesar de que Jesús le da un papel central y de respeto a las mujeres en los evangelios, no sucede lo mismo con sus seguidores.

Quizá se pueden hacer unas dos objeciones al argentino, pero como pensamiento no estaba tan lejos de la verdad. La mujer al verse libre de una maternidad exigida y exigente, empieza a ver con otros ojos al varón, más realista, más de tu a tu, ve que puede conseguir el sustento sin necesidad de él y entonces empieza la guerra de los sexos. Esta guerra, dichosamente ya muy avanzada, obliga al hombre a respetar la libertad de la mujer en todos los aspectos de la vida. Yo lo veo muy bien, quizá por haber estado rodeado de ellas, me haya hecho más sensible a estas realidades. Los abusos y acosos sexuales, siempre han sido regla corriente: incluso empieza en el mismo matrimonio, el hombre que “obliga a su esposa” a tener sexo la está violando, de ahí que muchos (el 65%) de los matrimonios terminan en divorcio. He podido ver por muchos años en la ganadería, que el toro es un solitario en el rodeo, se aproxima a la o las vacas solo si está o estás entran en celo, ahí El olfatea las feromonas y hace su trabajo, cuando entra el rodeo ninguna vaca entra en celo y en una finca vecina hay vacas en celo, el toro rompe la cerca y se va en busca del sexo: ese es su papel.

Los seres humanos tenemos feromonas, no obstante ya no es tan difícil disimularlas, por esta razón tenemos que utilizar el cerebro y la reflexión, pues de otro modo se entra en conflictos.

Recuerdo cuando nuestro pasaporte decía “religión X”, era una manera de estigmatizar a cada ser humano, ahora he visto con buenos ojos retirar el sexo de la cédula, si soy hombre no tengo que decirlo, se notará en mi, no en mi cédula, si una mujer es mujer se le notará, no en su cédula sino en su persona.

Todo esto, sumado a los bochornosos hechos de una semana atrás, y digo bochornosos porque aunque uno sabe de los desmanes de algunos (as) políticos, no esperaba esto a estas alturas del juego; nos debe llevar a entender que la guerra de los sexos es un hecho y que mientras el hombre sea cabezón no tendrá tregua.

Yo respaldo totalmente al movimiento #metoo.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

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