viernes 26, abril 2024
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¿Dónde está el debate a profundidad?

De cal y de arena

El debate de profundidad ha ido desapareciendo de nuestros medios de comunicación colectiva. Ni se diga desde que el potencial enriquecedor de las redes sociales es depauperado por la agresión de palabra, por la descalificación de las personas más que de las ideas, a la hora de polemizar sobre tantos hechos que deberían llamar a la reflexión serena, visto su significado sarcomatoso para la economía nacional, las finanzas públicas y los equilibrios sociales que con tanto costo conquistó el país.

¿Será que –como lo temió el insigne pensador, periodista y abogado Alberto Cañas- caducó la idea de que los medios de comunicación colectiva tienen como principal obligación informar y educar al pueblo?

El periodismo, que no es una institución ni un poder formal, se asienta sobre la libertad de expresión, la libertad de buscar y difundir informaciones sobre hechos y opiniones de cuanto acontece, así como sobre la libertad de empresa en una síntesis que se alimenta de la veracidad de sus contenidos y del equilibrio (fairness) presentes en la información.

Todo ello con el sentido de responsabilidad que se impone por  la propagación de falsedades, de la injuria, de la calumnia, sea de forjadura propia o de terceros.

Hay mucho que escudriñar en los actos de los funcionarios asentados en las dependencias públicas, en el desempeño de los partidos y de los políticos, en la gestión de las cámaras, sindicatos y demás poderes fácticos. Como solía decir el ex presidente Ulate Blanco, no todos los políticos son santos; tampoco ladrones. Y unos y otros, deben estar expuestos al escudriñar de la opinión pública.

También en los arcanos de la propia prensa se dan motivos para exigir la rendición de cuentas.

Los comunicadores –y yo singularizo  los periodistas- tienen en sus manos una tarea de primer orden, importante como imprescindible en los marcos de una democracia. Su función contralora es clave, crítica, para la vivencia de la democracia. Pero no valida los excesos en que se puede incurrir cuando se deslizan los contenidos hacia la deslegitimación del sistema democrático porque no se descifra bien el error de los políticos y se le atribuye a las instituciones.

El país vive las aflicciones de una seria crisis económica que se manifiesta con crudeza en la caída del empleo a niveles (25%) sin precedentes, en un anquilosamiento de amplios sectores del aparato productor y en el desplome de las finanzas públicas. Todo en medio de una inédita orfandad de liderazgos políticos, agravada por la temeraria irrupción de voces que desde una curul parlamentaria o municipal, o desde una tribuna gremial, o desde un púlpito, solo producen despropósitos.

En ese preocupante mundo de apatías, desencantos y frustraciones se desenvuelven nuestros periodistas y comunicadores. Es innegable el desafío para que cautelen con sentido de honda responsabilidad las reglas deontológicas de la profesión. En particular en lo que atañe a no confundir sus propios deseos con lo que resulta de la naturaleza de los hechos. Hay que celebrar su función escrutadora (que nos ha permitido conocer lo bueno y lo malo presente en la sociedad) y abonarle que su marcha sea por la ruta de la veracidad y el equilibrio.

Dicho esto bajo la preocupación que me deja el debilitamiento del debate de profundidad de nuestros medios,  la multiplicación del amarillismo, -y en las redes sociales- la superficialidad y la descalificación personal a veces llegando hasta la procacidad.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

 

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1 COMENTARIO

  1. Los principales medios de comunicación le están haciendo un gran daño al país y su institucionalidad, pintando todo de amarillo y gritando «corrupción» donde no existe, todo por atender a su color político y/o elevar rating.
    Informar y educar?, hasta risa me da, es totalmente lo opuesto lo que están haciendo, soy defensor de la libertad de expresión y prensa, pero esta libertad se convirtió en «libertinaje», creo que se necesita urgentemente una ley que haga responsable a los medios por lo que dicen, es demasiada la irresponsabilidad, el colegio de periodistas brilla por su silencio, cuando debería estar procurando por la calidad periodística. Será que está tomado por estos medios irresponsables?.

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