viernes 26, abril 2024
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¿Las armas, el arma de fuego o ninguna?

Ni soy pacifista ni soy guerrerista, soy un ciudadano común y corriente. Tengo que empezar aclarando que me gusta ver las armas, no comprarlas en si, ya que no ocupo más que una, no voy para una guerra. Aprendí a utilizar un arma a los doce años, mi papá me enseñó y tuve mi primer arma a los veinticuatro años, guardada por lo general, luego compré otras más para cacería menor: era una época cuando se aceptaba, aunque nunca fui cazador ducho.

Después mis hijas me enseñaron que no estaba bien matar un animal silvestre, lo que me movió poco a poco a deshacerme de ellas, dejando la alternativa de los rifles de copas para animales plagosos, pero conservé un revólver calibre treinta y ocho por si alguna vez entraba un delincuente a mi hogar.

¿Qué me llevó a cambiar tan radicalmente de tener múltiples armas a quedarme con una sola? Conocí un amigo que me dijo una vez: las armas son sinónimo de cobardía y rasgos paranoides, porque un hombre debe tener valor para enfrentar a su oponente a puñetazos si fuera necesario.

Comencé a recordar a los conocidos míos poseedores de armas y logré constatar que eran incapaces de una pelea a mano limpia. Luego tuve una experiencia y es que usualmente andaba mi treinta y ocho encima; un día cualquiera me fui a una barbería y olvidé llevar el arma conmigo. Ese día me asaltaron a mi y al barbero: el escenario perfecto para matar a los dos delincuentes si hubiera traído mi revólver, uno cargaba pistola y el otro puñal, pero al no andarla entregué lo que traía encima, igual hizo el barbero, los dos delincuentes fueron asesinados una semana después por otra banda.

Estas cosas me hicieron pensar si hubiera valido la pena matar a un ser humano por una suma, que reloj incluido no pasaría de mil dólares. Rotundamente no, no hubiera podido dormir por el resto de mi vida. Mi temperamento colérico me pudo haber metido y me metió en broncas, pero fuera de trompadas no pasó a más. Me desarmé entonces para siempre, salvo el arma que conservo cargada y estratégicamente oculta en mi casa.

He venido escuchando sobre las leyes de armas una y mil posiciones o mil y un disparates, realmente hay dos grandes grupos: si a las armas y no a las armas de fuego. Pienso que nadie necesita más de una pistola, a lo sumo una arma corta y una arma larga, para defensa personal, si es que se atreve a usarla. En Mexico de hace cincuenta años, cuando estudiaba allá, había un dicho corriente: “el arma es para utilizarla”, “si la andas encima y tienes un problema: sácala, si la sacas dispara o te matan”.

Conozco tantos casos de suicidio donde, si no hubiera estado el arma guindando en la cama, al estilo wéstern, no hubieran sucedido.

Vengo llegando de Guadalajara y me llamó la atención la excelente vigilancia policial y me decía un amigo: ¿para qué andar arma?

Personalmente, salvo que alguien me muestre mi error, debería restringirse el número de armas por persona, pues tener muchas no mejora la seguridad personal ni familiar? y sucede como en EEUU que el único ganancioso es el fabricante y el que las vende. Por otro lado muchas armas armas son una fuente inagotable de ellas para los delincuentes que las compran a altísimos precios y le borran la matrícula o las roban.

No podemos alcahuetear la posesión masiva de armas de fuego, estaríamos mordiendo el anzuelo de los comerciantes, aumentando el índice de homicidios y sembrando una cultura que no es nuestra.

Mi punto de vista es objetivo, no caprichoso, es que no se necesitan tantas armas por persona salvo que haya algún problema emocional, lo cual muchas veces se ignora porque los dictámenes psicológicos son subjetivos.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

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