viernes 26, abril 2024
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Inicio de campaña electoral

Con la serenidad que dan los muchos años vividos, con el conocimiento que se adquiere también con las muchas experiencias, y con el humor que se obtiene por haber contemplado a través de los años la infinita gama de las estupideces humanas y sus consecuencias, podríamos en el actual momento en que empiezan a calentar las campañas políticas de los diversos partidos que competirán el próximo seis de febrero para obtener algo de poder dentro del aparato del Estado, señalar algunas cosas que, para llamarlas decentemente, nos parecen curiosas y hasta ridículas en los mensajes que lanzan hacia la ciudadanía.

Comenzamos con los partidos llamados cristianos, de lo cual tienen bastante poco, señalando que uno de ellos sigue obsesionado con el sexo, y así como en la campaña anterior (cuando todavía no se había dividido en dos la agrupación) enfiló sus batería contra el matrimonio igualitario, en la actual las orienta en contra de la educación sexual de los jóvenes. Al parecer no han comprendido todavía que no deben desplegar sus fuerzas con el pensamiento medieval obsesionado por esta actividad humana. La gente seguirá haciendo lo que ha hecho siempre, prohibanselo  con palabras bíblicas o pseudocientíficas. No se puede ir en contra de los instintos naturales. Cuando mucho se puede educar un poco para que no sean tan groseros, que es lo que se pretende a través de los programas gubernamentales de educación sexual.

El otro partido, golpeado no una sino muchas veces por sus actividades deshonestas en el uso de los fondos públicos que el Estado otorga a las agrupaciones políticas para financiar sus campaña, se hunde cada vez más en hechos comprobados que sanciona hasta el Tribunal Supremo de Elecciones. Es decir, que la costumbre inveterada del manejo de los fondos que los ingenuos creyentes entregan a sus pastores, la tratan de trasladar hacia el manejo de las decenas y hasta cientos de millones que podrían otorgarles el TSE.  Y lo peor de todo es el abierto nepotismo, varias veces comprobado, que los ensucia todavía más. Esperamos que los ciudadanos se hayan dado cuenta de la forma y manera que se ha comportado este grupo y se lo cobren severamente en las próximas elecciones.

Los partidos llamados tradicionales, muy venidos a menos por la larga historia de corrupción que les acompañan, visten ahora unos ropajes medio desteñidos, mezcla de ocurrencias y mensajes demagógicos. Uno de ellos, o lo que queda de él, en realidad no tiene mucho que decir, excepto alguna que otra ocurrencia puntual. El otro, comandado por el más desprestigiado de sus líderes, lucha desesperadamente por presentar una imagen renovada (que nadie les cree) y presentan ideas ajenas como propias.

El primero tiene una base electoral muy menguada, el segundo tiene un techo que le podría asegurar una modesta participación en la segunda vuelta ineludible que ha de darse, ya que nadie tiene un número suficiente de votantes asegurados.

Luego están las agrupaciones casi unipersonales recién nacidas. Por un lado un advenedizo sobre el que pesan extrañas acusaciones de comportamientos inadecuados con sus subalternas, cuando ocupaba un alto cargo en un organismo internacional, y que se expresa con el lenguaje más claramente identificable del neoliberalismo. Pero, según expresan quienes le conocen de cerca, sin negar su inteligencia y experiencia en ciertos campos del acontecer económico, se comporta de manera bastante incorrecta, por la altanería típica de los funcionarios de organismos internacionales, que juran tener el dominio de la sabiduría absoluta.

Luego está el muy querido y original personaje, salido de las filas de uno de los partidos tradicionales, que expone con candidez digna de otras luchas, proyectos extraordinarios para la solución de los atávicos problemas nacionales.  Tanto éste, como el anterior, cuentan con muy poco respaldo ciudadano y económico, como para representar una amenaza seria para otros candidatos.

Luego, salido de las filas del más rancio neoliberalismo criollo y representando los intereses de la plutocracia nacional, tampoco representa nada para esa parte de la ciudadanía que es la que al final decide quién obtiene la presidencia de la república.

 

Finalmente, el candidato del silencio, el del partido gobernante en la actualidad, que se caracteriza por no haberse expresado ampliamente sobre lo que desea para un tercer gobierno de la misma tienda política, y que a veces hace amagos de querer diferenciarse de ciertos grupos dentro de su propio partido. Por otro lado, los porcentajes de aceptación que representa en las primera encuestas son asombrosamente insignificantes. Pero ello no debe llevarnos a confusión. El actual presidente era un virtual desconocido antes de la campaña anterior, y vea Usted lo que sucedió.

 

No debemos olvidar que un porcentaje que ronda el cuarenta por ciento del padrón electoral, los llamados indecisos, son los que al final deciden. Así que dependerá de que los partidos políticos y sus candidatos dejen de hacer payasadas y se comuniquen sensatamente con el pueblo.

 

(*) Alfonso J. Palacios Echeverría

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