miércoles 1, mayo 2024
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A recuperar la soberanía alimentaria

Motivado por el artículo del Presbítero e historiador Miguel Picado sobre la crisis alimentaria, me acordé de los frailes de Cartago que venían a comprar trigo a Santo Domingo de Heredia para hacer sus panes y posiblemente las hostias.

Eso fue hace mucho tiempo, pero si uno se pone a investigar descubre que aquí el trigo se produce muy bien, pero sucumbió ante los beneficios económicos que significa tener el monopolio de importación de harina de trigo.

Este caso del trigo me llevó a pensar en lo que viene sucediendo con la drástica disminución de la producción de frijoles, arroz y maíz.  En Los Chiles, frontera norte desde hace muchísimos años, las familias campesinas cultivaban con mucho éxito frijoles en fincas grandes y pequeñas.  Sabían con toda claridad el tiempo para preparar el terreno, las plagas que podían atacar, la forma de cosecharlo y guardaban las semillas suficientes para la próxima siembra.  En el cerco tenían su mata de chayotes, maíz, yuca, ñampí, ayotes, gallinas, chompipes y hasta una vaquita… podía vivir en la pobreza, pero la comida no les faltaba…  pero llegó la naranja y luego la piña que fueron arrasando con todas las parcelas y fincas pero además, con toda la cultura y traiciones que se forjan alrededor de la producción de alimentos.

Con la naranja y la piña el agricultor se convirtió en peón de una empresa que le paga dinero con el que tiene que comprar la comedera, incluyendo los frijoles, que por falta de tiempo y de tierra, ya no puede cultivar.

Este ejemplo del trigo que se dejó de sembrar para favorecer a unas familias que importan la harina y el de los frijoles arrasados por la naranja y la piña, nos ayuda a comprender el origen de la crisis alimentaria mundial que se avecina analizando cuatro aspectos:

Uno: La pérdida de especies que se utilizaban para la alimentación

Dos: La imposición de abonos y plaguicidas para cultivar

Tres: El acaparamiento de tierras para la producción y el monopolio en la distribución de alimentos

Cuatro: La pérdida de autonomía de los pueblos para decidir lo que se siembra y lo que se consume, lo que lleva a la crisis y a la pérdida de soberanía alimentaria.

La pérdida de especies que se utilizaban para la alimentación

Según datos de la FAO, en diez mil años los agricultores del mundo domesticaron más de 600 especies alimenticias y en los últimos 80 años se ha perdido el 80 por ciento de esa diversidad.   Esa “modernización” del agro redujo a pocas especies de plantas y animales la alimentación humana.  De hecho, un alto porcentaje de la población humana se alimenta de arroz, trigo, papas, maíz, cerdos, vacas, cabras y gallinas… nada más.

A las grandes corporaciones que impulsan la modernización de la agricultura no les interesa la diversidad sino acostumbrar a la gente a un tipo de alimentación que pueden controlar comercialmente.

La imposición de abonos y plaguicidas para cultivar

Se cuenta a manera de chiste que a los agrónomos los formaban para que recetaran agroquímicos y plaguicidas por lo que recibían regalías.   Lo que no es chiste es que a las escuelas llegaban una gran cantidad de tóxicos para aplicar en las huertas.  También es cierto que a los agricultores les enseñaron a utilizar herbicidas y otras aplicaciones químicas que provocaron muchísimas intoxicaciones.  Ni qué decir de las grandes cantidades de fungicidas y plaguicidas utilizados en las monocultivos como bananeras, piñeras, meloneras y hortalizas como el tomate y otros.

La utilización de agroquímicos ha provocado la pérdida de gran cantidad de insectos benéficos para la agricultura, intoxicación del suelo pero también gran cantidad de enfermedades producidas por alimentos contaminados con sustancias dañinas que se mantienen en los productos.

El acaparamiento de tierras para la producción y el monopolio en la distribución de alimentos

En el sistema económico actual, los alimentos pasaron de ser un derecho a ser un negocio, entonces surge el acaparamiento de grandes extensiones para sembrar monocultivos utilizando grandes cantidades de sustancias químicos, incluso, especies genéticamente modificadas para que se conserven por más tiempo, lo cual no es natural.

Esto lleva a manejar la distribución y el precio de los alimentos en grandes corporaciones que dominan el mercado y no es de extrañar que vendan más barato una lechuga traída de Vietnam que una producida en Zarcero o Cartago.

La pérdida de autonomía de los pueblos para decidir lo que se siembra y lo que se consume, lo que lleva a la crisis y a la pérdida de soberanía alimentaria.

Cuando las grandes corporaciones de producción y distribución de alimentos dominan el mercado, ni siquiera vuelven a ver al productor local.  Los supermercados no necesitan comprarle al agricultor vecino, manejan los precios a su antojo en todo el mundo e influyen en el consumo, solo basta observar los gustos alimenticios de las nuevas generaciones y la predilección por la comida rápidas.

Eso significa que se ha reducido drásticamente el control local sobre el tipo de alimentos que se producen, la forma en que se distribuyen y por supuesto lo que se consume, lo que significa pérdida de autonomía y soberanía alimentaria de los pueblos.

Abono orgánico.

La agroecología como alternativa

Una nueva y poderosa herramienta se está fomentando desde la academia, países y organismos conscientes de la crisis alimentaria, como respuesta a la “modernización” y es la agroecología.

Si los abonos y los plaguicidas químicos se han encarecido por diversas circunstancias como el transporte, los agricultores tienen en sus fincas la forma natural y económica de recuperar y mejorar los suelos, desintoxicar el ambiente,  fortalecer los cultivos con nutrientes como microorganismos de montaña, bocachi, compost, abonos verdes, así como controlar plagas con sustancias naturales extraídas de plantas como el “APICHI” (AJOS, PIMIENTA Y CHILE).

Con la agroecología se le hace frente a la crisis alimentaria no solo en los campos sino también en las ciudades donde se puede aprender a cultivar en espacios reducidos, pero sobre todo a tomar conciencia de la importancia de apoyar a los agricultores locales en ferias de productos orgánicos, protección de las semillas, de la cultura alimentaria.

El otro gran beneficio de la agroecología es para la salud. La producción orgánica evita una serie de enfermedades que producen los alimentos con veneno incluido, pero todo este cambio es político.  El gobierno debe dictar políticas de apoyo a la agricultura orgánica y facilitar su expansión cambiando radicalmente lo que ocurre ahora, cuando más bien se apoya la importación de agrotóxicos prohibidos en muchos países y en donde el productor orgánico es el que debe certificar su producción mientras que el que utiliza agro venenos no tiene la obligación de certificar lo que la ha puesto a los cultivos.

El cambio hacia la agroecología se está dando de la mano de universidades como la UNED, la Universidad Nacional, la Universidad de Costa Rica  y el Instituto Nacional de Aprendizaje,  que imparten cursos por todo el territorio nacional con muy buena acogida por parte de los agricultores.

Poco a poco se recuperan los suelos, se desintoxica el ambiente, se siembran especies nativas y se va recuperando la diversidad alimentaria, por cierto, ¿ha probado el picadillo de chiscasquil o la miel de coayote?

(*) Lic. Marco Tulio Araya Barboza. Periodista

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