domingo 28, abril 2024
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Las cinco menos cinco

Cuando nos encontramos en encrucijadas existenciales, la única alternativa viable (porque el suicidio no es viable) que nos queda, es seguir marcando machaconamente los segundos, mediante otras alternativas a la conciencia reflexiva: sea trabajar de más, leer, pintar, dibujar o acaso entregarnos sin reparos a la vida ajena, mediante las novelas, las comedias, los deportes, los chismes, en fin todo aquello que nos lleva a olvidarnos de nosotros mismos.

Elegí muy joven la lectura, desde el colegio leía de todo lo que cayera en mis manos, los años no cambiaron esa manera de ser, al contrario, la agudizaron hasta la náusea.

La literatura medica nunca dejó de ser una prioridad, ni al principio ni ahora en mi vejez, no abandoné la lectura de textos y revistas médicas, aunque en muchos aspectos ya no son tan importantes, sin embargo creo que leer artículos médicos es una obligación para el médico hasta la muerte o la pérdida de las facultades intelectuales, eso forma parte de la honestidad científica que uno debe cargar mientras viva, no fue difícil compartir el tiempo dedicado a la profesión que elegí paralelamente con la literatura, no fue un problema.

Recuerdo mientras me especializaba, un profesor mío me dijo socarronamente: “seguro Chejov* vendrá en tu auxilio cuando tengas una duda”, no, le respondí, no vendrá lo sé, pero estoy seguro que tendré más palabras en mi mente para dilucidar una duda mediante su lectura. No le gustó, no, pero nunca volvió a recriminarme por andar algún libro “no médico” en mis manos, durante las horas regulares hospitalarias.

Sin duda la lectura me ayudó mucho a paliar el tedio de la existencia, así como otros eligen el fútbol o la cantina para relajarse, yo me relajo con un libro sobre mis piernas, me entra un desdoblamiento de la personalidad y me olvido de todo lo demás, por frío, caliente o doloroso que sea.

La existencia por agradable que sea, cansa, aburre, molesta, desde luego que algunas personas se extasían en asuntos baladíes, otros no podemos.

Ahora que se ha hecho un zafarrancho legislativo el asunto del “salto al vacío” que por cierto se da cada cuatro años, lo aceptemos o no lo aceptemos, pero no le veo incitación al suicidio. Soy muy de ayudar a quienes tienen esa actitud, creo que el 911 debería tener un muy llamativo número para asistencia psicológica a quien está empecinado en hacerlo las 24/7. Nadie sabe el porqué del suicidio, hay muchas teorías, ninguna es considerada como única, pero se ha incrementado el número de suicidas en nuestro país, lastimosamente. Cuando yo era muy joven, conocí una mujer en Mexico, era una suicida que no recibió el apoyo que necesitaba, se lanzó del último piso de un edifico de apartamentos, murió en el acto. Nunca hablamos, nos encontrábamos en el bus diariamente, siempre alegre, atenta, amable, muy linda, lo único que no supe hasta después de muerta fue su nombre: Carmen. Me quedó grabada su cara para siempre, no envejeció, siempre ha sido joven hasta hoy, me ha acompañado en poemas y cuentos cortos, es como una eterna compañera de viaje en mi vida. Hace muchos años, me hice un minúsculo tatuaje en la muñeca derecha, difícil de ver, es un punto y coma (;) que es un signo de apoyo a las personas con tendencia suicida, siempre que lo veo me acuerdo de ellos, los suicidas (hayan o no concretados hecho) y le doy fortaleza a todas las personas que pueda. La vida es como es, no puede ser diferente, pero no es sencillo aceptarlo de ese modo. Nadie se libra de una tendencia suicida, a ninguna edad, yo vi de cerca dos suicidios de personas mayores de noventa y cinco años, personas totalmente lúcidas, si se quiere vidas ejemplares para todos, que en determinado momento decidieron abandonar la existencia por esa puerta.

Siempre se ha dicho que el alma de un suicida no descansa, hasta que vagando cumpla los años que tenía que vivir, lo cual considero una locura, porque el último día fue el día del suicidio. Antes, en mi Naranjo natal, a los suicidas no se les permitía a los parientes entrarlos a la iglesia, entonces al paso del cortejo se cerraban las puertas del tempo, como una señal de desaprobación, era un espectáculo doloroso, innecesario. Ya ha desaparecido esa costumbre. Posiblemente las religiones lo querían combatir con esa serie de medidas absurdas, hay que recordar que hasta el concilio de Nicea (año 330) donde se prohibió la idea de la reencarnación, tan metida en el pensamiento griego y judío. Era más fácil suicidarse y probar con una nueva existencia que cambiar en vida. Bueno, así sucedió, no obstante la vida sigue siendo la misma, altibajos, ese es el camino. Uno debería agradecer al Universo por haber vivido, aunque la vida sea muchas veces incomoda, pero muchos no nacen. En mi entrenamiento en obstetricia, los mortinatos eran mi motivo de reflexión más profunda acerca del valor de la vida, y es que la vida vale la pena vivirla, aunque no hay que darle más importancia de la que se merece.

En los “Consejos de Esculapio**” dice un renglón: “prolongarás vidas inútiles…”, es una verdad, recuerdo cuantas veces operé delincuentes en Alajuela, y pese a la gravedad salían adelante, mientras que gente muy buena moría durante la operación o en el postoperatorio inmediato. No entendemos la vida, sin duda, pero incluso entendiéndola no podríamos cambiarla.

Miro el reloj y son las cinco menos cinco…

*Escritor (y médico) ruso.

** Asclepio dios griego de la medicina, Aesculapio para los romanos.

Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

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