Buenos Aires, 4 sep (Sputnik).- La historia futbolística de la selección argentina no era muy diferente a la de una película antes de la reciente gesta de Lionel Messi y el equipo que conquistó la Copa América y el Mundial en poco más de un año.
Diego Armando Maradona, quien nació y falleció en la Provincia de Buenos Aires (este), donde vive la mayor cantidad de argentinos y argentinas, ha recorrido el llamado «camino del héroe» narrativo en por lo menos tres ocasiones. Y siempre fueron para salvar a la celeste y blanca.
La más famosa ha sido, sin dudas, la que en 1986 lo llevó a pilotar un equipo abollado y con un entrenador discutido a la mayor gloria de todas, en el estadio Azteca de México y superando nada más y nada menos que a Alemania. La última también fue en un Mundial, el de Sudáfrica 2010 y como entrenador, dónde los germanos engulleron su fría venganza con una goleada.
En medio de ellas, como equilibrio, hubo otro episodio. Maradona fue, en nueve meses, santo y demonio. Y todo comenzó con otra goleada en contra.
Maradona, el grito de guerra
Las figuras que alguna vez hicieron feliz a los pueblos, en las malas, se convierten en gritos de guerra. «Maradooo, Maradooo», significó una alabanza siempre que el astro estuvo en cancha -aún en las gradas-, pero se volvió protesta toda vez que se ausentó.
Sobre todo, el 5 de septiembre de 1993, minutos antes de las nueve de la noche, y en el estadio Monumental de Buenos Aires. Justo cuando Adolfo «el tren» Valencia anotaba el quinto gol de una paliza histórica que la selección Colombia le propinó a la Argentina bicampeona de América en su propia casa.
El grito se escuchó en los cuatro costados del que hoy es el estadio más grande de Sudamérica, lo gritaron hasta los hinchas de River, acérrimo rival del Boca de Maradona. Con la proclama para que «Pelusa» vuelva a ser convocado, ya de urgencia, por el entrenador Alfio Basile, también llegaron los aplausos, ente irónicos y sinceros, al equipo rival, que esa tarde noche se paseó por la grama.
Freddy Rincón, fallecido el año pasado, y Faustino Asprilla, habían ya decorado el marcador del 0-5 que la revista El Gráfico, en ese momento principal referente de la prensa deportiva en este país sudamericano, calificó de «Vergüenza», en letras de molde amarillas, sobre una portada negra.
No fue el único acto hostil de la prensa. Sólo 48 horas después de la goleada, el portero Sergio Goycochea fue invitado al programa de TV Tiempo Nuevo, que contaba al exdelantero José Sanfilippo como uno de sus columnistas y que castigó con dureza al golero sin que nadie en el estudio calmara los ánimos. El que sí lo hizo fue el exentrenador albiceleste Carlos Bilardo, quien ingresó al set sin ser invitado y paró el escarmiento.
«No se puede atacar a los muchachos en este momento. ¿Quién es Sanfilippo para darle consejos a Goycochea?», protestó Bilardo y se llevó al arquero.
La vergüenza era perder con una selección considerada menor, a pesar de marchar primera y mostrar un gran funcionamiento, gracias al trabajo del técnico Francisco Maturana y el liderazgo de Carlos «el pibe» Valderrama. También tener que jugar la repesca con Australia para no quedar afuera del Mundial de Estados Unidos 1994. Una tarea para la que hizo falta romper el cristal y acudir al héroe, una vez más.
El 31 de octubre, con la cinta de capitán en su brazo izquierdo, Maradona saltó al campo del Sydney Football Stadium para el empate en uno que se definió dos semanas después en Buenos Aires, donde el astro también colaboró para el 1-0 final que metió a Argentina en la Copa del Mundo casi por la ventana, con verdadera «vergüenza» deportiva.
El héroe se enfrentó así a un último desafío antes de volver a casa. Un desafío que lo llevó en buena forma al Mundial de Estados Unidos 1994, hasta que un doping positivo y la expulsión del torneo por parte de la FIFA se interpusieron en su camino al objeto de su búsqueda. Un obstáculo que, según sus propias palabras, le cortó las piernas y entristeció a un país entero.
Nadie sabía entonces que, algunas semanas atrás, un tal Lionel Messi había firmado su primera ficha en las categorías inferiores del club Newell»s Old Boys de Rosario. (Sputnik)