viernes 26, abril 2024
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El problema del divorcio entre lo psicológico y lo social

En el contexto de la actual crisis pandémica, es posible escuchar algunas voces en ciencias sociales y humanidades refiriéndose con cierto desdén hacia los aspectos psicológicos de la actual crisis pandémica, oponiendo a estos los factores de carácter social, como si se tratara de dos dimensiones independientes. ¿Sería esta forma de pensar apropiada para entender la compleja situación actual? Creo que tal visión no es muy útil por las siguientes razones:

  1. La sociedad humana es lo que es porque sus integrantes tienen funciones cognitivas altamente desarrolladas, tales como: el lenguaje, la consciencia, la inteligencia, la capacidad de abstracción, la capacidad de cooperación o la planificación, sin las cuales sería imposible la creación de la cultura y la civilización tal y como la conocemos hoy. Las funciones cognitivas superiores se refieren a procesos ejecutivos y de control multidimensionales caracterizados por ser voluntarios y requerir gran esfuerzo. Estas funciones incluyen la capacidad de evaluar, organizar y alcanzar metas, así como la capacidad de adaptar el comportamiento de manera flexible cuando se enfrentan problemas y situaciones novedosas (Paz-Alonso et al., 2014). ¿Podríamos siquiera pensar la existencia de la alta complejidad de la sociedad actual sin estas avanzadas capacidades mentales? Creo que no, y la ausencia de una consideración seria de los procesos cognitivos que suele ocurrir en ciencias sociales es una pesada limitante para la profundidad del análisis (Sun, 2012).
  2. La revolución cognitiva, tal como la presenta el historiador Yuval Harari en su libro Sapiens (Harari & Ros, 2019), fue un proceso de desarrollo filogenético en nuestra especie que apareció hace uno 70.000 años, gracias al cual tuvo su origen el lenguaje ficticio, que es el que nos permite conceptualizar y transmitir creaciones puramente imaginarias que son la base de la cultura humana, tales como el dinero, el derecho, el Estado, los países, las sociedades anónimas o las deidades, de todas las cuales podemos hablar sin necesidad de verlas o palparlas, pues solo están en nuestra mente y su sentido solo es posible porque nuestra capacidad psicológica lo puede construir. ¿Podrían existir todas estas ideas culturales sin funciones cognitivas avanzadas? Claramente no habría cómo darles lugar, de la misma forma en que nuestros parientes primates no tienen tal posibilidad (Tomasello, 1999).
  3. Si lo único que explica el comportamiento de las personas en esta crisis es el influjo de las fuerzas sociales en ellas, como si fueran una tabla rasa (Pinker, 2002), entonces: ¿por qué no todas las personas actúan igual bajo las mismas circunstancias?, ¿por qué existe variabilidad individual? Es una regla básica en ciencias del comportamiento recordar que lo que pueden descubrir las investigaciones más avanzadas son tendencias, nunca reglas absolutas del tipo “siempre igual para todos”. ¿Por qué? Porque siempre hay lugar para las diferencias individuales, pues la respuesta de las personas a las crisis puede variar grandemente de un individuo a otro, quienes difieren en aspectos tales como su personalidad, temperamento, carácter, herencia genética, experiencia de vida y repertorio comportamental. Dado lo anterior, descartar de entrada los aspectos psicológicos y biológicos en las crisis sociales poco aporta a la comprensión de la diversidad de la respuesta humana frente a las mismas.
  4. Sería igualmente erróneo pensar que “todo esta en la mente” y las circunstancias sociales no importan, pues de hecho existen tendencias de influencia social, lo que pasa es que no son deterministas como algunos asumen, y esta es la parte que requiere una explicación más elaborada y multidimensional que sigue siendo un reto para el trabajo interdisciplinario bio-psico-social. Como lo explica Sapolsky (Sapolsky, 2018), un campo prometedor al respecto es el de la epigenética, que se dedica al estudio de las influencias no genéticas en la expresión del genoma a lo largo de la vida y que promete ayudar a comprender mejor nuestro comportamiento. Por ejemplo, la epigenética ha encontrado genes vinculados al comportamiento violento, pero ha visto que la expresión de los mismos se relaciona con la experiencia de abuso durante la infancia. La amplitud y bastedad de nuestra vida social se vincula con la amplitud y bastedad de nuestra vida mental, de manera que no se puede comprender una sin la otra.
  5. Si las personas no tuviéramos la rica, amplia y compleja vida mental que tenemos y nos comportáramos solo obedeciendo a factores sociales de forma determinista y mecánica, nos pareceríamos más a una colmena de abejas o a una colonia de hormigas, donde frente a una amenaza dada estos insectos se comportan de una forma predeterminada y rígida (Harari & Ros, 2019). La gran paradoja aquí es que una visión determinista del comportamiento implica un fuerte condicionamiento biológico en la respuesta, que es precisamente lo que tratan de descartar a priori quienes quisieran simplemente negar el papel de lo psicológico y lo biológico, como si lo social pudiera ser independiente de estos.

Ninguna ciencia posee una especie de bola de cristal para predecir el comportamiento humano con exactitud, pero ciertamente las diversas disciplinas que lo estudian han hecho avances y aportaciones significativas a su comprensión. Sin embargo, existen muchas preguntas sin respuesta clara ni solución fácil que requieren el concurso de disciplinas biológicas, psicológicas y sociales, y talvez primordialmente su integración (Boyer, 2018). Entre estas preguntas sin respuesta fácil, se encuentran: ¿cómo responden las personas ante las crisis?, ¿por qué se dan grandes diferencias entre las personas?, ¿por qué se dan ciertas tendencias?, ¿cómo contribuyen los diversos factores biológicos, psicológicos y sociales a explicar la acción (o inacción de las personas)?, ¿qué conexiones o desencuentros se pueden identificar entre tales distintos aspectos?, ¿cuáles pueden ser las mejores formas de responder individual y socialmente frente a las crisis? La investigación de alta calidad desde la óptica y el diálogo de diferentes campos disciplinarios podría arrojar una luz mayor a los retos a enfrentar que la ausencia de tal interacción.

(*) Pablo Chaverri, académico

Referencias

Boyer, P. (2018). Minds make societies: How cognition explains the world humans create. Yale University Press.

Harari, Y. N., & Ros, J. (2019). Sapiens: De animales a dioses : breve historia de la humanidad.

Paz-Alonso, P. M., Bunge, S. A., & Ghetti, S. (2014). Emergence of Higher Cognitive Functions: Reorganization of Large-Scale Brain Networks During Childhood And Adolescence. Oxford University Press. https://doi.org/10.1093/oxfordhb/9780199935291.013.003

Pinker, S. (2002). The blank slate: The modern denial of human nature. Viking.

Sapolsky, R. M. (2018). Behave: The biology of humans at our best and worst.

Sun, R. (Ed.). (2012). Grounding social sciences in cognitive sciences. MIT Press.

Tomasello, M. (1999). The cultural origins of human cognition. Harvard University Press.

 

 

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