De cal y de arena
El arribo del ingeniero Rodolfo Méndez Mata al Ministerio de Obras Públicas y Transportes ha significado la llegada de vientos de cambio, de buen rumbo y potencia que sin exponer la cartera a un descarrilamiento por la imposición de un giro de velocidad acelerada y brújula desorientada, le devuelve el sentido de pertinencia y lógico funcionamiento, perdido por tantos años.
Algo ha pasado en los últimos quinquenios en ese ministerio que dejó de funcionar con la energía, precisión y responsabilidad que se le reconoció en aquellos tiempos en que se sabía identificar con “la varilla y el cemento” con que daba cuentas a la hora de confirmarle a una sociedad entera que tenía debida noticia de su agenda de trabajo tupida en obras públicas importantes para su desarrollo.
Ese marasmo de tantos años lo resintió el país cuando constató el profundo bache con que se topaba la inversión comprometida con el crecimiento de la economía. Una red vial –la nacional y la cantonal- despedazada, ferrocarriles medianamente en servicio y con sentido propio de país de tercer mundo, una anárquica gestión en el ramo de los transportes concesionados, un ministerio con autoridad cuarteada y tareas delegadas en organismos que por una fallida conducción fueron calificados como las hermanitas perversas, sobre las cuales pesaron sentencias de extirpación dictadas por políticos de distinto color. Un ministro de esta cartera, Carlos Segnini, fue claro y contundente cuando habló de su transformación radical. Aunque nos dejó enjuagados.
Pero él, al igual que otros jefes del MOPT, fueron tragados por ese remolino de poderes absorbentes e indomables que por poco llevó al ministerio al paroxismo. Hasta que el nombramiento de Rodolfo Méndez Mata produjo un giro.
No es la primera vez que llega al MOPT. Los presidentes Carazo y Rodríguez lo nombraron a la cabeza de la cartera, la que ya conocía desde los tiempos en que el ministro fue el Ing. Espíritu Santo Salas, en la administración Echandi, cuando se incorporó como ingeniero jefe de uno de los principales departamentos.
Méndez encontró recursos económicos, proyectos elaborados, contratos otorgados, un personal técnico calificado, también una enorme demanda de trabajos insatisfecha. Entonces, ¿cómo es que el Ministerio de Obras Públicas y Transportes no daba la talla y más bien jugaba el triste papel de hijo bastardo, desprovisto de las consideraciones merecidas dentro de la organización del Estado? Le esperaban las secuelas de 36 años de abandono de las inversiones en infraestructura, también obras emprendidas –algunas con graves chambonadas al grado de exigir costosas rectificaciones, incluso derribo de lo hecho como un puente sobre el río Laguna en el tramo San Ramón-Florencia-, sin el suficiente respaldo de planos y del índice completo de trabajos –como la Río Frio/Limón-, o el desafiante desdén sobre la ampliación de la ruta 27 que va en marcha tras una negociación compleja pero ya decidida a superar su obsolescencia, la siempre aplazada terminación de la circunvalación norte… si no era aquel ministerio un despelote, sí tenía mucho parecido a serlo. ¿Cómo explicar que había recursos facilitados por el BID por $350 millones pero sin asignación a proyectos concretos?
La indispensable ampliación y reconstrucción de la carretera Bernardo Soto hasta San Ramón, que por poco marcharía al abandono, fue retomada por Méndez y tras someter su concepción a importantes replanteamientos, vuelve a tomar vida. Entre otros pasos previos y determinantes de la existencia de una nueva voluntad, se acelerará la ampliación de 16 puentes (Coyol y Juan Pablo II incluidos) y entregar la nueva vía en menos tiempo.
Esta administración identifica 20 obras grandes de ejecución impostergable (entre ellas San José-Río Frío, una verdadero desafío técnico, los dos accesos a Cartag0 (Taras y La Lima) más otros proyectos –como la troncal de Santa Ana, la ampliación de La Angostura en Puntarenas, y la Interamericana Norte- que estando respaldados con diseños y financiación, conforman una palabra más que empeña el ministro Méndez para entregarlas al país en este cuatrienio.
El alarmante e imperdonable abandono de la red vial cantonal no escapa a la mira de este diligente director de orquesta, advertido del significado que tiene el hecho de que de 1.700 puentes en la red vial nacional hay 536 en “condición roja”. En su agenda de trabajo está echar a andar la pavimentación de los 7.000 kilómetros de la red cantonal que están en lastre. “Este desafío lo debe encarar el país en no más de 10 años”, dijo a la prensa.
El contraste entre el MOPT de ayer y el MOPT de hoy es evidente y fácil de constatar en muchos rincones del territorio nacional. Es fácil, por tanto, entusiasmarse con esta dinámica y para nosotros los periodistas gustosos de abordar la problemática del país, también a riesgo de pecar de optimismo. No obstante, los hechos respaldan el cambio y dan señal suficiente de que el Ministerio de Obras Públicas está en excelentes manos.
Recursos económicos, proyectos en carpeta, proyectos en marcha ya contratados, personal técnico… ¿cómo es que se perdió tanto tiempo? ¿Será que la abulia, el “valeverguismo” ministerial y la irresponsabilidad que fomenta la ausencia del deber de rendición de cuentas, fueron desviaciones que mató Méndez Mata? Quizás más bien lo que hacía falta era un buen director de orquesta decidido a imponer disciplina, armónica interpretación y rendición de cuentas. Podemos entenderlo así conociendo el carácter y la entereza de Rodolfo.
(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista
El que sabe, sabe….. como dice el dicho,más sabe el diablo, por viejo, que por diablo. Hasta ahora y por mucho, el mejor nombramiento de este gobierno. El señor Méndez Mata, sabía muy bien lo que se iba a encontrar, pero él es de la vieja escuela, así que no habrán muchos dispuestos a enfrentar su sapiencia y experiencia en su campo. Bien por el país, se hacía necesaria una persona con su trayectoria para sacar adelante una infraestructura que pedía a gritos, unas cuantas mejoras, por lo menos por ahora.