Una sociedad debe juzgarse, no por cómo trata a sus ciudadanos destacados, sino por cómo trata a sus prisioneros. Dostoyevsky.
La librería Lehmann, durante años el centro de la búsqueda del conocimiento, donde tantas y tantas veces me entretuve comprando libros: desde mi época de estudiante. Paradójicamente los libros impresos en Mexico, resultaban más baratos en Costa Rica, por tanto cada vacación venía y me acercaba a la Lehmann y solicitaba al Señor Morales, un caballero y excelente librero de don Antonio Lehmann, pedía los libros y después mi hermana adorada, María Elena, era quien después pasaba a cancelar. Me llevaba los principales textos del año y regresaría el siguiente a repetir. Eso sucedió año tras año, ya luego en el internado médico, yo me compraba mis libros de medicina y literatura en general.
Al paso de los años hice excelentes amigos entre sus vendedores de libros, he sido un persistente bibliófilo desde niño. Puedo decir que más de la mitad de mi biblioteca médica, fue adquirida donde “Toño Lehmann”(Q.E.P.D.), cuya librería central consideré mi segunda casa siempre, había un lema muy cierto:”para libros…Lehmann”.
Supe hace unos años acerca del asunto del traspaso del inmueble de la avenida central, ante el inminente traslado de su dueño a un campo de concentración en EEUU, por el sencillo sino de llevar un apellido Alemán. Supe también que este nunca retornó al verdadero dueño, jamás podré entender eso, pero fue muy frecuente entre hijos de alemanes e italianos, en mi pueblo le confiscaron la planta eléctrica a un alemán amigo de mi padre y se la dieron a un amigo de Paco Calderón, después la perdería también.
Supe muchas oscuras notas de nuestro gobierno en los años cuarenta, cuyas deudas nunca se saldaron y fueron origen de mucho dolor que sigue sin cicatrizar. Es cierto que algunos ciudadanos de origen alemán espiaban para el Reich(me comprometo a contar un caso de ellos que vivió mi padre como mandador en una hacienda), pero la mayoría de los alemanes e italianos, muchos de ellos nacidos en Costa Rica, fueron gente trabajadora y buena.
Igualmente el gobierno del doctor se ensañó contra ellos(por orden del consulado de EEUU en el tercer piso del Hotel Costa Rica). Aunque uno pudiera entender la conducta del doctor ante la orden del gobierno americano, es incomprensible que en la mayoría de los casos nunca hubo justicia.
“Una sociedad debe juzgarse, no por cómo trata a sus ciudadanos destacados, sino por cómo trata a sus prisioneros”. Dostoyevsky.
No hemos hecho justicia y ahora que tenemos un presidente que parece justo, sería un excelente momento para reparar esos daños, no podremos dormir tranquilos a sabiendas de que arruinamos a tantas familias.
Leyendo un artículo del Doctor Apestegui Barzuna, me atreví a escribir estas notas que cuesta tanto comprender, aún más debería de ser materia de estudio obligado en el colegio, a ver si de esa manera se logra evitar repetir la historia.
¿Estará bien la acción de la administración del Asilo Carlos María Ulloa? Esa pregunta hubiera deseado hacerla en persona a la doctora Lizbeth Quesada, me gustaría saber si los que administran ese asilo saben bien el intríngulis de esa propiedad.
Hoy en día la Lehmann tiene muchos otros negocios en el Gran Área Metropolitana, no obstante el icono que fue la de la avenida central desapareció por tristes designios de un gobierno y de un cónsul extranjero: nunca he escuchado a un Presidente de Costa Rica, emitir una disculpa por esa barbaridad histórica. ¿Acaso no lo supieron nunca? Uno fue profesor de historia, por cierto.
(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es médico
Debe devolverse a sus legitimos dueños , los Lehmann este edificio?.
Bueno, yo pienso que si debería ser devuelto, aunque la familia Lehmann pague un alquiler simbólico.
Este excelente artículo, el cual nos confirma que nuestra «democracia, soberanía, respeto a los derechos humanos», etc no son más que mitos, vivimos en un estado de totalitarismo puro, eso si muy bien mimetizado de estado «democrático».
El padre Enrique Kern se llevó a la tumba por qué no devolvió esa propiedad en dos ocasiones a la familia Lehmann. El gobierno de Costa Rica no tuvo ninguna culpa porque el primer traspaso fue muchos años antes de la Segunda Guerra Mundial.