Hace unos 15 años, el súbito y sorpresivo encuentro con la tumba del médico y naturalista alemán Karl Hoffmann, en el Cementerio General, me indujo a estudiar su vida y su obra, de lo cual resultaron dos libros específicos sobre él, intitulados Karl Hoffmann: naturalista, médico y héroe nacional y Karl Hoffmann, Cirujano Mayor del Ejército Expedicionario. Posteriormente, ampliaría el análisis de sus aportes biológicos y cívicos en la voluminosa obra Trópico agreste; la huella de los naturalistas alemanes en la Costa Rica del siglo XIX.
Durante el acopio de información para escribir estos libros, una y otra vez aparecía la mención de la localidad de Angostura, en Turrialba, donde la Sociedad Berlinesa de Colonización para Centro América, liderada por el barón Alexander von Bülow, intentó erigir una colonia. Ésta se conectaría mediante un camino apto con un puerto en el litoral Caribe, donde hoy está Puerto Limón, todo lo cual permitiría aligerar y abaratar los envíos de café hacia Europa y la costa oriental de EE.UU., así como la importación de mercaderías.
La verdad es que, como ello se aleja de mis intereses específicos de biólogo, en mis libros me limité a incluir parte de lo consignado en la obra Los alemanes y el estado cafetalero, de mi hoy amigo Eugenio Herrera Balharry, así como en los relatos de viajeros que pasaron por el sitio de Angostura, como el austríaco Carl Scherzer y el alemán Wilhelm Marr, al igual que el también alemán Helmuth Polakowsky, pero cuando la colonia ya no existía. Sin embargo, en búsquedas relacionadas con otras cuestiones en el Archivo Nacional, me topé con un pequeño tesoro de información: los libros de actas y alguna correspondencia periódica de la Sociedad Itineraria del Norte, creada en 1850 por el gobierno de don Juan Rafael Mora Porras para abrir el camino hacia Limón.
Eso sí, leer esos vetustos materiales es una verdadera tortura, no solo porque la caligrafía no siempre es uniforme e inteligible, sino que también porque las letras del anverso y el reverso se han superpuesto y hasta entremezclado, para dar lugar a un casi indescifrable jeroglífico; recuerdo que a veces me tomó hasta dos horas entender a plenitud el contenido de apenas una página. Aún así, conforme lograba interpretar lo que decían, más tentadora y desafiante se tornaba aquella aventura casi detectivesca.
No obstante, debo confesar que había una especie de dinamo que me impulsaba a no desmayar en mis intentos. Y no era para menos. En efecto, ese dinamo de carácter afectivo provenía de que esos territorios me eran cercanos y familiares, pues durante 13 años trabajé como entomólogo en el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), y amo de manera entrañable el terruño turrialbeño. Pero, además, dentro de los predios del CATIE, me correspondió vivir en el área residencial llamada 109, localizada poco antes de que la carretera que conduce a Siquirres y Limón descienda de manera abrupta y serpenteante hasta el puente sobre el río Reventazón.
Esto significa que —y esto no lo supe mientras viví en Turrialba— tuve el privilegio de residir a apenas unos 250 m en línea recta de la angostura donde la Sociedad Itineraria del Norte instaló el primer puente sobre el río Reventazón, y no muy lejos de donde, tras negociar con ella, los alemanes intentaron establecer su colonia, entre 1853 y 1854. Mientras realizaba mis pesquisas, dejaba mi mente vagar, para transportarme en el tiempo y percatarme de que “al igual que ellos, pude escuchar a diario el rumor de tan legendario río, ver y oír llover de manera interminable, sentir el copioso sudor adhiriendo la ropa a la piel, colmarme con el verdor de esos parajes, aspirar la fragancia de la desbordante vegetación, y atestiguar el frenesí de las aves que con sus cantos anuncian la llegada de la luz en cada amanecer”.
Así lo expreso en la introducción de mi libro La bandera prusiana ondeó en Angostura, que recién vio la luz. Un libro que no era tal. Porque lo que inicialmente quise fue escribir un artículo para una revista académica, pero la información hallada fue tan rica y amplia, que el artículo creció hasta convertirse en un libro de unas 200 páginas y copiosamente ilustrado con imágenes en colores, así como bellamente diagramado, gracias a los esfuerzos de funcionarios del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE).
El libro recoge abundante información, mucha de ella inédita, acerca de las aventuras emprendidas por los descubridores de aquel providencial accidente geomorfológico que daría origen a una garganta o angostura en la cuenca del río Reventazón, más que apta para tender el puente con el que por primera vez en la historia fue posible soslayar dicho río y así conectar el Valle Central con el Caribe de nuestro país. Además, gracias a ello ocurrió el asentamiento y la conformación de la actual cabecera del cantón de Turrialba que, de otra manera, quizás hubiera permanecido en su sitio original, en las lomas de Colorado.
Sin embargo, aún más importante que eso, el libro relata en detalle la cruda historia de cómo los sueños de grandeza, las imprevisiones, los desmedidos egos de algunos alemanes, las pugnas y las intrigas, dieron al traste con el ambicioso anhelo de edificar un emporio alemán en nuestra vertiente caribeña, al punto de que abortó y se desmoronó cuando los empobrecidos colonos ni siquiera habían arribado a nuestras costas. Una historia con un final exactamente inverso al de los cuentos felices, es decir, cundido de dolor, hambre y abandono para quienes habían percibido a Costa Rica como una tierra de promisión.
Deseo consignar que, cuando terminé de escribir el libro y buscar una editorial para publicarlo, pensé en el ICE, pues en esa zona existe el gigantesco Proyecto Hidroeléctrico Angostura; al respecto, no costó persuadir al colega y amigo Gustavo Calvo Domingo, con quien tuve la oportunidad de compartir como funcionarios del CATIE. Y, ahora, y esta sí que es una historia con final feliz, en días recientes ha visto la luz el libro, en versión digital y gratuita, para que circule ampliamente, por lo cual estoy sumamente agradecido con Gustavo y con el ICE, ejemplar institución nacional.
Libro digital: La bandera prusiana ondeó en Angostura- Luko Hilje.
Para concluir, ojalá que el contenido de este libro estimule al sector cultural y turístico del cantón de Turrialba para, quizás junto con la municipalidad, el ICE, el CATIE y otras entidades, perfilar un proyecto que permita incluir el área de Angostura como un componente de un atractivo circuito turístico, pues no hay duda de que representa un entorno de gran significado histórico. Y, por supuesto, desde ahora ofrezco mi colaboración en lo que esté a mi alcance.
(*) Luko Hilje Quirós (luko@ice.co.cr)
Lo felicito por la enseñanza en parte de historia de mi linda Turrialba. Siempre es bueno conocer hechos pasados.
Rodolfo Aguilar Vega. Correo: spazioaguilar@gmail.com.
Excelente Luko. Para el arte turrialbeño resulta enriquecedor. Lo compartiré con poetas y pintores. Un fuerte abrazo querido hijo de Turrialba.
Hermosa historia de mi amada tierra natal; me trasladó a mi infancia en contacto con esa cuenca maravillosa del rio Reventazon en.la.Angostura. Msravillosos recuerdos desde que tengo uso de razón. Mi adorable abuelo paterno Fernando Aguilar Bonilla, vivia el la Suiza y nosotros en Santa Rosa y allá por los años 1953 1958,era toda una extraordinaria aventura viajar donde mi abuelo. Recuerdo que mi tio Max conducia el camioncito Chevrolet hasta la llanura del Catie, ahi preferia que heroe Papa continuara la pendiente hacía el bellísimo y en aquel majestuoso puente de amaca, sobre el hermoso tío, donde por su ancho apenas pasaba nuestro camión «aún en la retina de mis ojos, como no recordarlo» y mi hermano Edgar y Yo en el cajón de adrales, de pie de frente y bien agarrados a la madera, eso era una muy hermosa aventura, mi madre divina, mi tío Max y demas familuares preferian cruzar el puente caminando. El olor a naturaleza y brisa fresca del rio,las aves, el paisaje y el gran caudal del río y su puente, era tan hermoso como imposible olvidar. Fue una bendicion inmensa y un regalo de Dios para quienes tuvimos la dicha de vivirlo. Muchas gracias espero poder conseguir el libro,será un tesoro.
Estoy sorprendido de ser habitante de Turrialba y no saber de tanta riqueza histórica de ese sector de Angostura por donde paso casi que todos los días. Gracias por dejarnos leer tu libro.
Fantástico, qué gran aporte, muchas gracias!
He esperado con cierta impaciencia este nuevo aporte a la historia y cultura costarricenses fruto de las infatigables dotes de prolijo investigador y narrador siempre manifiestas en Luko Hilje. Como en ocasiones anteriores, la mano del autor estoy seguro me deparará otra vez una experiencia enriquecedora al adentrarme con él en un sitio desconocido para mí de nuestra historia.
Gracias, Luko, y gracias al ICE por el acierto de brindarle su apoyo a la publicación de la obra!
Excelente artículo, muy interesante esta historia acaecida en nuestro terruño. Gracias Sr.Luko, será muy interesante leer este libro cargado de historia.