viernes 26, abril 2024
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Cuando el método importa: medias verdades y medias mentiras en la guerra ruso-ucraniana

Existen 3 maneras muy equivocadas de analizar y razonar esta guerra. Creo que importa exponerlas si aspiramos a un conocimiento maduro y responsable sobre tan delicado tema. También debe interesar al lector escoger el abordaje metodológico o los presupuestos de averiguación, diríase que por decoro intelectual, en el intento de proporcionar coherencia a la posición que se asuma. Al efecto, explicaré la que he adoptado en demérito de los 3 que señalaré de primero.

Una postura errónea -nada extraña entre algunos académicos nostálgicos del Pacto de Varsovia- es la que lamenta esta guerra a la vez que, obcecadamente, evita condenar  la acción ordenada por Putin como lo que es: una brutal invasión militar, crimen cometido sin declarar la guerra, sin derecho legal y sin ley moral. Insiste en llamarla “operación especial” o algo similar, como lo ordenó dictatorialmente el Kremlin so pena de cárcel. Este enfoque pasa por alto que no existe una guerra de liberación sino la conquista de un pueblo que al unísono resiste con la frente en alto.

Algunos exponentes de esta doblez recuerdan sus reproches contra la criminal invasión estadounidense de Irak, ocurrida en 2003, pero ahora contradicen lo que invocaban como principios legales y morales, y hasta llegan a identificarse con la guerra de Putin. Hacen malabarismo con medias verdades y medias mentiras.  Jamás dirían al pueblo de Rusia “derroten a Putin y establezcan un gobierno de los trabajadores”. Desfilan -cómo no- en las pasarelas nacionalistas más sectarias y destructivas.

El segundo envite, que es mayoritario, condena la singular acción de Putin (como debe ser) pero lo hace con miopía, menospreciando la historia, sin un contexto completo y fidedigno de 3 décadas de conflicto entre el Kremlin y Occidente sobre la inseguridad rusa con sus fronteras europeas.  Esta pose es otra forma de fariseísmo, porque deja por fuera el  impúdico militarismo y el provocador estiramiento de la OTAN en Europa, con el agravante de sus criminales aventuras en Asia y África. Pero comprender los legítimos miedos de Rusia NO significa condonar o justificar los crímenes de Putin.  Se trata de tener una fotografía completa del conflicto que germinó hace 3 décadas. Por esa misma necesidad, considero odiosa la censura impuesta por Occidente contra Rusia Today y Sputnik. El ciudadano ordinario precisa de su dosis equilibrada de hechos, verdades y mentiras, requiere saber de los argumentos que median entre posiciones encontradas.

Por último, hay una apuesta que defiende abiertamente la invasión y que del todo la justifica. Se trata de una adherencia al nacionalismo reaccionario tan de moda en nuestros tiempos. Paradójicamente, este desplante es suscrito por gente desubicada de izquierda que llega hasta coincidir con algunas tesis de  extrema derecha aun cercanas al fascismo.

Putin vive el ensueño de un nacionalismo místico, según el cual Rusia merece ser imperio, y  ser admitida y respetada como tal por lo demás poderes hegemónicos del mundo, asunto que ciertamente desafía la estrategia unipolar que Estados Unidos quiere imponer globalmente. Pero el PIB de Rusia lo coloca en el escalafón 11 de la economía mundial, superado por Brasil y seguido de cerca por México. Su poder de disuasión radica en los recursos energéticos  y en ser el país con el mayor número de armas nucleares.

Dicho todo lo anterior, existe, sin embargo, una manera correcta de análisis que se centra en el relato histórico integral y su comprensión política, que busca apegarse a los hechos sin ser neutral, pues el motivo para buscar lo verdadero radica en sembrar luz en la mente de la gente ordinaria que sufre las convulsiones del capitalismo y la crueldad de la guerra.

La conmoción emocional que ocasiona esta guerra no debe privar a nadie de la serenidad que requiere un análisis serio. Múltiples hechos y tiempos se concatenan y nada nace por generación espontánea, por lo que se impone la necesidad de construir una cronología analítica lo más fidedigna. De otro modo, se corre el riesgo de ignorar el cuadro completo, la fotografía acabada de todos los responsables de la presente tribulación; también, impediría el mejor acercamiento para entrever soluciones.

El asunto trata no solo de contar la historia, sino también descubrir o desnudar las dinámicas que desencadenaron esta guerra. Personalmente suscribo el análisis dialéctico que privilegia el examen de los intereses materiales de las clases sociales -sea en planos locales, o, más generales y hasta globalizantes- porque anima  la cabal comprensión de los “hechos duros” como el expresado con esta invasión. Animo a estudiar y debatir el texto de V.I. Lenin de 1916, El imperialismo, fase superior del capitalismo, que estudia la relación entre la concentración internacional y monopólica del capital y la guerra.

¿Se pudo haber evitado esta desgracia? Esta pregunta merece ser respondida con un rotundo sí. La guerra era evitable.  El hecho de que Estados Unidos haya despreciado desde 1991 las suspicacias, los temores, las fobias y hasta las paranoias de Rusia y desde hace tiempo del propio Putin, y de que Washington no haya atendido las intranquilidades del presidente ruso cuando había tiempo y oportunidad hasta hace poco, es testimonio de la responsabilidad que en gran medida debe asignársele al liderazgo estadounidense y al propio Zelensky.  Este último demuestra hoy un coraje que no tuvo cuando de verdad se necesitaba valentía para evitar los zarpazos asesinos de Putin.  Entonces, los deberes de Zelensky eran 3: asegurar frente a Rusia la soberanía de la nación ucraniana, reafirmando la independencia de su Estado; declarar la neutralidad de su país; terminar con la guerra civil a propósito del Donbas (que ha cobrado 14.000 víctimas), purgar al Batallón Azov de las fuerza militares por estar infiltrado de elementos fascistas, y revivir las obligaciones contraídas por todas las partes en Minsk I y II. ¿Se exime a Putin de la culpa principal debido a las deficiencias y provocaciones del bando contrario? La respuesta es no. La invasión rusa no tiene ninguna cabida moral ni legal, por más que el presidente ucraniano se haya equivocado y las demanda rusas fueran razonables.

Zelensky me parece un personaje trágico, dispuesto a inmolarse y quedar en el panteón de los grandes héroes. Eso no se discute. Pero ello no borra la sombra que lo ha acompañado por su carácter no pocas veces indeciso y poco informado. ¿Cómo explicar su ira contra Estados Unidos y la OTAN ante la negativa de estos de establecer zona de exclusión aérea  que hubiera significado la III Guerra Mundial? ¿Cómo fue que desmintió públicamente a Biden y los informes de la CIA de que Putin cruzaría la frontera? La ausencia de sincronía entre Washington y Kiev fue pasmosa y dejó divisar debilidades políticas y de inteligencia en el gobierno ucraniano. Zelensky no leyó como debía las mentes de Biden y  Putin.  Sobreestimó los límites del apoyo de la OTAN a su país que sobre el terreno militar ha quedado básicamente solo y subestimó las intenciones de Putin. Por eso Zelensky, tras 2 semanas de combate, dijo que estaba dispuesto a negociar con el Kremlin. Zelensky se siente traicionado porque Occidente no cumplió con el apoyo militar total que imaginó tener en el bolsillo. Quizá por una torpeza de Biden, un veterano y experimentado político del “establishment”, Zelensky leyó mal el libreto, embaucado por los presupuestos altisonantes para Ucrania, los torrentes de apoyo verbal y militar, además de las drásticas sanciones económicas contra Rusia. Todo indica, por ahora, que esta abundante generosidad ha de servirse sin que los anfitriones arriesguen involucrarse en el campo de batalla, salvo si  la OTAN es agredida por Rusia.

Ningún jugador sentado a la mesa de este macabro juego es inocente, y cada apostante es responsable de su propio naipe. Quienes de verdad cargan con el horror de todo esto, no fueron invitados a barajar cartas ni sentarse a la mesa: son los y las trabajadoras de Ucrania, Rusia y el resto del mundo. Los sacrificados de siempre, la gente ordinaria. He ahí el meollo de esta tragedia, que es absurda y sangrienta.

Para algunos analistas esta carnicería solo puede ser detenida negociando la partición de Ucrania mediante la separación definitiva del Donbas, el reconocimiento de Crimea como territorio ruso  y  la obligada  neutralidad de Kiev con nuevas fronteras al este. Otros cronistas creen que el asesinato de Putin daría oportunidad a la burguesía rusa de reacomodar sus intereses económicos y espacio para proponer un nuevo liderazgo en el Kremlin, dado el pantano que el horizonte avisa, tal como sucedió Afganistán o les pasó a los gringos en Vietnam. Es posible que Kiev caiga pronto, que se organice un gobierno en el exilio y que la guerra popular prolongada tome otras formas para enfrentar la ocupación extranjera. La eventual victoria de Putin será pírrica. Los ucranianos están unidos y la moral alta, y tal factor ya es el desvelo mayor del agresor.  Rusia no tiene una “gran guerra patria” que librar, menos con soldados desmotivados.

Pienso que cuando los trabajadores gobiernen democráticamente sus propios destinos las posibilidades de una paz duradera y universal serán posibles. Y eso es lo que auguro  para Ucrania y Rusia. No veo otro abordaje que no sea la revolución mundial, asunto que tendría un gran empuje si ocurriese en lugares como China, Estados Unidos o en naciones europeas como Alemania, Francia y Reino Unido.

(*) Allen Pérez es Abogado

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4 COMENTARIOS

  1. Muchas vueltas para decir muchas subjetividades y un análisis psicológico de un personaje difícil de conocer como Putin.
    Pudo ser evitada y no se hizo, por intereses que saltan a la vista, EU está obteniendo ganancias económicas con esta guerra, Europa es el tonto útil, Ucrania es la carne de cañón, Zelenski es el payaso, y mejor no sigo.
    Queriendo ser tan suave y dulce, ataca a todos pero a unos más, su objetivismo resbala en su rusofobia implícita.
    Solo se agradece el tratar de ser objetivo, pero no lo logra.

  2. El autor del penoso artículo resbala en su misma frase. No hay tres formas de analizar esta conflicto, sino una sola que es la verdad de lo acontecido desde antes del golpe de estado neonazi en Kiev.

    El autor de esa presunta reflexión, carece del conocimiento mínimo sobre todo lo que el gobierno ruso vino advirtiendo desde que la OTAN colocó misiles en sus mismas narices, violando la promesa que EEUU hizo a Gorbachov de que es organización criminal armada (la que sin la OBLIGADA Y PERTINENTE autorización de la ONU bombardeó durante 78 días Yugoslavia, matando a dos mil civiles, de los cuales, 88 eran niños de corta edad) nunca colocaría armamento ofensivo en las fronteras de Rusia.

    Putin lleva advirtiendo a Occidente desde 2014 de los crímenes que un ejército como el ucraniano, repleto de nazis, bombardeando las dos regiones de Lugansk y Donetsk (más de 14.000 y niños entre los muertos) que naturalmente decidieron, en referendo, abandonar Ucrania y declararse independientes.
    Putin defiende Rusia cuando el miedo de EEUU a dejar de ser el amo del mundo le lleva a provocar una guerra en Europa, y el viejo continente será el primero en lamentar ser la Mónica Levinsky de Biden.
    Estudie un poco, señor letrado, porque me da en la nariz que es algo iletrado.

  3. «Dicho todo lo anterior, existe, sin embargo, una manera correcta de análisis que se centra en el relato histórico integral y su comprensión política […]»

    A todos los ciudadanos del mundo! No pierdan el tiempo analizando nada, desde Costa Rica el Sr. Allan Pérez conoce la «manera correcta de análisis».

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