viernes 26, abril 2024
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Una Final de Sueño, Que No Puede Dormirnos

A través de este campeonato mundial he tenido sentimientos muy encontrados. A mis 61 años todavía tengo el sabor y la ilusión de aprender a jugar fut en la calle en Barrio Luján. Mi abuela Luz fue la primera que me enseñó a patear la bola. Crecí alrededor de Plaza Víquez y viendo por experiencia lo que significaba jugar «por la camiseta», la filosofía de que lo importante es el equipo y no el jugador individual, de que en el campo el rico y el pobre valen lo mismo y muchas otras joyas formativas culturales que en esos 60s y 70s le quedaban a los chiquillos que crecíamos admirando el deporte de nuestros amores.

Pero el mundo cambió y al igual que la política el fútbol se llenó de consumismo y de dogmas gerencialistas que le fueron quitando el alma. Así lo describió Galeano. Poco a poco he ido perdiendo la ilusión y el sabor por el deporte ante la implacable dominación de marketing hiperinflado, superficial y asfixiante de las ligas europeas y americanas.

La corrupción en la FIFA es reflejo de ese cambio de filosofía y la realización del mundial en Qatar, símbolo de la destrucción del planeta, de la injusticia social y el irrespeto de los derechos humanos han sido terriblemente difíciles de aceptar para poder sentarse a apoyar a nuestros equipos, tanto a la sele de mi amada Costa Rica, como a aquellas con las cuales he simpatizado a través de mi vida.

Entre los cuatro finalistas fue muy bueno ver a dos equipos que no representaban la típica dominancia del mundo extractivista, patriarcal e hiper capitalista. Croacia y Marruecos representaron un verdadero bálsamo.

Y llegamos a la final con Francia a la cual he apoyado a través de los tiempos por las gotas de sangre que corren por las venas de mi familia como herencia de nuestro bisabuelo, quien llegó a Costa Rica para encontrar una vida nueva luego de que Francia lo despojó de sus derechos civiles y lo despreció. Sin embargo, nunca dejó se estar orgulloso de sus raíces y de las artes que aprendió allá, llegando en Costa Rica a ser un reconocido pianista y afinador de pianos y órganos. Nunca dejó el contacto con nuestros primos allá y esa relación ha permanecido viva a través del Atlántico y de las generaciones hasta hoy. Frente a Francia, Argentina, la patria de muchos de mis amigos más queridos, apasionados por este deporte que define tanto su identidad, con gran tradición de estrellas inolvidables donde el sueño de la movilidad social mediante el fútbol ha tenido ejemplos históricos y pasando hoy día una situación socio-ecológica dificilísima. Un país que bien merece tener un acicate para sentirse aliviado de las presiones y los problemas que vive.

Confieso que ver el partido me absorbió completamente y me recordó la belleza de este amado deporte, producto de un magistral desempeño de los dos equipos. Argentina liderada por Messi, la verdad, ¡grandiosa! Francia con el empuje de Mbappé, ¡agallas!. ¡Qué partido! ¡Un torbellino de emociones! Las emociones me trasladaron de nuevo a mi niñez, a esa ilusión enorme del fútbol jugado con el alma. ¡Una final de sueño! Para el momento de los penales, la satisfacción en la excelencia del juego y lo emocionante del partido hizo que no hubiese más alternativa que el aplauso para el que ganara. ¡GANÓ ARGENTINA! ¡ENHORABUENA!¡MERECIDO! ¡A CELEBRAR!

Sin embargo, que no se nos olvide que el poder económico despiadado que controla la FIFA, la inaceptable corrupción que se ha traslucido a tantos niveles políticos como organizacionales, la violación de los derechos humanos y la inmensa huella ecológica del evento y del país que organizó el torneo no pueden pasar desapercibidos. El oro en el trofeo de la Copa Mundo sintetiza y simboliza todos esos males. Que la celebración de este bello deporte no nos duerma el espíritu crítico y las acciones que opongan estos males. Ante todo, lo importante es resguardar el derecho de nuestras nietas y nietos de tener una vida digna en un planeta sostenible y, por qué no, de disfrutar este bello deporte.

(*) Dr. Bernardo Aguilar González

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