lunes 29, abril 2024
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Los cincuenta años de la UNA y el ethos de sus fundadores (I)

De aquella Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), que fuera fundada hoy hace medio siglo, un 15 de febrero de 1973,  durante la tercera administración de José Figueres Ferrer (1970-1974) queda, como suele suceder, la institucionalidad que se ha venido consolidando con el paso del tiempo de larga duración histórica. El riesgo de que la propia institucionalidad se haya convertido en un fin sí mismo existe, y resulta ser el producto de una encrucijada inevitable una vez que la fase carismática (Max Weber, dixit) de la “dominación” (entendida en el buen sentido del término, no en el peyorativo), propia del proceso fundacional se fue agotando, de manera gradual y casi imperceptible, durante la primera década de su existencia, para entrar en otro proceso de racionalización y burocratización creciente, como resultado de la influencia y las presiones externas a la institución, especialmente de las fuerzas conservadoras y los medios de comunicación interesados en encuadrar a la UNA, dentro de los intereses del establecimiento político imperante, e incluso de aquellos que responden a los poderes fácticos, por lo general hostiles a los procesos democráticos.

A lo anterior, se une la fragilidad de la “memoria histórica” de la gran mayoría de las gentes, como un factor que se acentúa con la llegada de nuevas generaciones de académicos, estudiantes y administradores que, por lo general, ya no vienen impregnados del ethos que quisieron imprimirle a la institución sus fundadores. Además, la nueva universidad recogía la herencia del importante proyecto académico que representó la vieja Escuela Normal de Costa Rica, fundada en 1915, por Alfredo González Flores, un presidente reformista que marcó una ruptura dentro de la república liberal.

Convendría entonces, examinar o explicitar ¿cuáles fueron las visiones y las expectativas de los fundadores de la entonces nueva institución universitaria, ubicada en la ciudad de Heredia, sin que aquellos se hicieran manifiestos, como por arte de magia, para la totalidad de las gentes que intervinieron en la vida de la naciente universidad. Lo cierto que algunos de sus fundadores más importantes como el sociólogo y presbítero Benjamín Núñez Vargas y el abogado, politólogo y notorio dirigente liberacionista Francisco Morales Hernández, entre otros que no vienen por ahora a mi memoria, se inspiraron e impulsaron un modelo universitario, propuesto por el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro (autor de obras tan importantes como EL PROCESO CIVILIZATORIO) que buscaba, entre otras cosas, una integración horizontal de los saberes y disciplinas universitarias, partiendo de una sólida base humanista y propedéutica que encontraron eco en muchos de los académicos y estudiantes de aquellas generación que dieron el punto de partida a la nueva universidad.

La existencia de los certificados integrados que se aprobaban en bloque en las distintas carreras, a diferencia de las redes curriculares de cursos, con años o niveles, por lo general verticales marcaban un nuevo paradigma educativo en la institucionalidad universitaria de Costa Rica. Todo esto, sin que el nuevo proyecto abandonara en lo esencial muchas de las premisas de lo que fuera el espíritu de la Reforma Universitaria, de 1954, promovida por Rodrigo Facio Brenes desde la Rectoría de la Universidad de Costa Rica (UCR), la que marcó un parteaguas en el fortalecimiento de los valores humanistas, al lado del conocimiento científico y los saberes disciplinarios e interdisciplinarios en las universidades públicas de Costa Rica.

No en vano, el propio Benjamín Núñez Vargas, quien fuera el primer rector de la UNA (1974-1977) había sido parte importante de la Cátedra de Fundamentos de Sociología en la UCR, y se había impregnado del espíritu de aquella Reforma Universitaria tan importante, durante la segunda mitad de los años cincuenta y los sesenta del siglo anterior. El propio Núñez nos dejó un importante opúsculo, bajo el título de LA UNIVERSIDAD NECESARIA, el que muy pocos académicos y estudiantes se preocuparon de examinar con detenimiento para asumirlo como hecho consciente, esencial para marcar los vectores más importantes del propio proceso fundacional, evitando convertirlo en una mera consigna con propósitos electorales, dentro de la toma de decisiones en la administración y la política universitaria.

(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica(UNA).

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2 COMENTARIOS

  1. En relación con el rechazo al posible ingreso de Costa Rica a la llamada Alianza del Pacífico, actualmente conformada por México, Colombia, Chile y Perú, el pronunciamiento del Consejo Universitario de la UNA, emitido en días recientes, constituye una reafirmación de los compromisos originales y el ethos que dio lugar a su nacimiento un 15 de febrero de 1973: «Mediante la aprobación del acuerdo UNA-SCU-ACUE-059-2023, el Consejo Universitario de la Universidad Nacional (C.U-UNA) comunica a los diputados de la Asamblea Legislativa y a la comunidad nacional la decisión de rechazar cualquier intención de adhesión de Costa Rica a la Alianza del Pacífico, ya que representa un gran reto a nivel país y según la incertidumbre denotada, las advertencias técnicas, la falta de un modelo de desarrollo país acorde a los requerimientos de la sociedad costarricense, así como otras debilidades que se consignan en los considerandos del acuerdo, dicho órgano colegiado se opone.»

  2. De Francisco Morales Hernández:
    Notas para la historia de la UNA.
    La Comisión Ad Hoc era una especie de gobierno de facto sin más limites que el trabajo y la mística de construir.
    Tres dimensiones señalaron la orientación de la naciente Universidad Necesaria.
    1- Pasión costarricense por nuestras mejores tradiciones democráticas.
    Nacíamos en tierra abonada por los hermanos González Flores y la icónica Normal de Heredia donde habían ejercido luminoso magisterio Gagini, Brenes Mesèn, Garcia Monge y Omar Dengo.
    Hasta las sesiones de la Comisión Ad Hoc las hacíamos- para inspiración- en la casa familiar de don Omar Dengo y doña Teresa Obregón.
    2- Repertorio Americano e IDELA.
    Recuperamos, con generosa donación del hijo de Garcia Monge, el Dr. Eugenio Garcia Carrillo, la Colección de Repertorio Americano y creamos el Instituto de Estudios Latinoamericanos, con Chester Celaya de Director y le asignamos su publicación bajo la Direccion de Isaac Felipe Azofeifa.
    Era el tercer Repertorio; el primero de Andrés Bello, el segundo de Garcia Monge y el tercero de la UNA. ! Menuda responsabilidad !.
    2- Creamos el Instituto de Estudios del Trabajo – IESTRA- y abrimos las puertas de la Universidad y de la Educación Superior a los movimientos sociales, ingresando dirigentes sindicales, cooperativos y comunales, algunos sin él requisito de Bachillerato, que después alcanzaron Licenciaturas y hasta maestrías.
    Repertorio Americano sigue con sus actividades y publicaciones hasta digitales, también el IDELA.
    Lamentablemente el IESTRA se cerró, con mi airada protesta.
    ! Era el espíritu de la Universidad Necesaria !.

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