viernes 3, mayo 2024
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De mujer a mujer: productoras de café aliadas con madres de desaparecidos en México

Ciudad de México, 1 mar (Sputnik).- Las mujeres de tres cooperativas indígenas productoras de café orgánico de Chiapas, en el sur de México, construyen una alianza de apoyo mutuo con madres que realizan labores de búsqueda de desaparecidos en el norteño Coahuila, quienes venden el producto a precio justo.

La iniciativa de denomina «Café con causa», y consiste en un plan de comercialización de café en apoyo a víctimas de desapariciones de personas, que suman más de 105.000 en todo el país, la inmensa mayoría reportado en los últimos 15 años, y uno de los más afectados es ese estado fronterizo con EEUU.

La sociedad civil Solidaria convocó a mujeres de productoras de café orgánico en el estado fronterizo con Guatemala: MayaVinic, Comon Yaj Noptik y Anepaan para fortalecer lazos de solidaridad con mujeres y familias víctimas de la violencia, que venden el grano de calidad de exportación a precios justos y asequibles para financiar la búsqueda de sus seres queridos.

Desde la selva con amor

Fátima Ruiz, productora de café orgánico, relata en entrevista con la Agencia Sputnik que coordina el proceso de café terminado de la sociedad cooperativa «Mujeres en acción para el desarrollo sustentable», que produce la marca Café Metic, que en lengua maya tzeltal significa «Mujer Grande».

«Como mujeres productoras, colaboramos con la consultora Solidaria, aportando café orgánico a un precio mínimo y justo, para solidarizarnos con las mujeres y familias que viven su lucha por sus desaparecidos», dijo la cooperativista.

Con apoyo de la Iglesia Católica en Chiapas, en particular el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas de la ciudad de San Cristóbal, en el año 2012 se fundó la cooperativa.

«Solo en esta cooperativa somos 23 mujeres que luchamos para dar a conocer nuestro producto. Así como a nosotras nos cuesta, también ellas en Coahuila luchan por la vida», explica la cooperativista.

Además de ser jefas de familias, como madres solteras o viudas, las mujeres indígenas productoras deben estar a cargo del campo, los procesos de cosechar, terminar y empaquetar el grano.

Cada mujer cultiva una hectárea certificada como café orgánico, sin uso de pesticidas, donde producen ahora 2,5 toneladas cada una por cosecha, con la meta de llegar a 3,5 toneladas en 2023.

El acuerdo inédito consiste en vender a las madres cada kilo -que ellas venden en 250 pesos en el mercado local-, a un precio justo y solidario de 200 pesos.

Es decir, 50 pesos menos por kilo, que son 2,75 dólares al tipo de cambio actual (18,2 pesos por dólar).

Comon Yaj Noptik y Aneppan son dos cooperativas comunitarias que han incorporado socias mujeres en reconocimiento de su derecho a la tierra, su poder de voz y voto, explica la consultora Solidaria.

Por otra parte, Maya Vinic se creó por la Sociedad Civil Las Abejas después de la masacre de Acteal, donde 45 mujeres, niños y ancianos fueron asesinados en una ermita, en diciembre de 1997.

Madres solidarias

Diana Iris García es madre de Daniel CantúIris, quien a sus 23 años fue desaparecido en febrero de 2007 en el norte del país y forma parte de Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila y en México desde hace 13 años.

«Este año tuvimos que aprender a pensar y a trabajar en colectivo. No nacimos solas, nacimos acompañadas y asesoradas por el centro Diocesano para los Derechos Humanos ‘Fray Juan de Larios’, fundado en 2004 por el entonces obispo de Coahuila, Raúl Vera, ahora obispo emérito, dice en entrevista con la Agencia Sputnik.

El colectivo aglutina a más de 300 familias en las que la gran mayoría son mujeres, madres y hermanas.

La fundadora Blanca Martinez trabajó en Chiapas con el obispo Samuel Ruiz (1924-2011), antecesor de Vera cuando también dirigió esa diócesis sureña.

«El asesoramiento y el trabajo horizontal del colectivo se inspira en las comunidades del sur del país, como uno de los grupos que han surgido en 16 años por las malas decisiones de los gobernantes en la guerra fallida contra el narcotráfico, que nos tienen como sus daños colaterales», relata Iris García.

Más de una década de lucha ha dejado una huella de dolor y estragos en el patrimonio de las familias.

«En años de búsqueda hemos perdido recursos y muchas cosas más en el camino, hasta que empezamos a pagarla factura de la salud personal, muchas compañeras se nos han adelantado en esta larga tragedia y doloroso camino», dice la madre buscadora, como se llaman a sí mismas.

Esta fase la han bautizado de «resistencia, persistencia e insistencia», a la que han incorporado la supervivencia económica, ante la falta de apoyos gubernamentales.

«A veces tenemos necesidad de recibirlas dádivas que nos da el Gobierno a través de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), pero debemos hacer nuestro esfuerzo para tener recursos y poder seguir movilizándonos», prosigue el testimonio.

Los proyectos de «memoria viva», ahora reciben el apoyo de luchadoras que hacen esfuerzos para sobrevivir.

«La oportunidad se nos presentó el camino, por la cercanía con Chiapas y personas defensoras de derechos humanos que trabajan con las comunidades indígenas productoras de café orgánico», recuerda.

Las políticas de austeridad disminuyeron el suministro de los escasos recursos gubernamentales de la CEAV para familias de personas desaparecidas.

La Comisión ha implementado apoyo alimenticio y hospedaje a familias con expedientes federales de desaparición forzada.

Sin embargo, cada vez es más complicado el trámite para continuar el suministro de las ayudas: «Sin solidaridad, la CEAV ha sido muy omisa y discriminatoria», puntualiza.

Por ejemplo, la comisión gubernamental no atiende el derecho a la salud que desmejora entre las familias y no lo considera originada en su condición de víctimas de desaparición forzosa.

«Es muy difícil comprobar que las enfermedades nerviosas son originadas en la tragedia, en las que las víctimas siguen siendo víctimas», puntualiza.

El dolor y la vida precaria llena de carencias ha vuelto más solidarias a las mujeres en las dos fronteras del país, a casi 2.000 kilómetros de distancia.

«Nos entendemos incluso sin palabras, con un abrazo, para decirnos que no estamos solas, nos tenemos confianza. Nosotras compartimos el amor a quienes no sabemos donde están y no sabemos si viven o no», termina el testimonio. (Sputnik)

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