Volver la vista atrás, la novela del colombiano Juan Gabriel Vásquez galardonada con el IV Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en 2021 en México, ha sido reconocida como la mejor novela extranjera de 2022 en Francia. Este libro que relata hechos reales vividos por una familia de artistas y revolucionarios colombianos en la segunda mitad del siglo pasado también fue distinguido por la Bienal de la Royal Society of Literature del Reino Unido y acaba de recibir el Premio Novela Europea Casino de Santiago en España.
Volver la vista atrás, como toda gran obra literaria, es una excelente contribución de la literatura a la paz. La novela de Vázquez confirma una vez más la filiación existente entre la imaginación y la memoria, siendo ésta la madre de aquella. Lo interesante es que la imaginación no avanza hacia el futuro, sino indaga en el pasado, instalando la realidad a partir de hechos realmente ocurridos y certificados por diferentes fuentes. Esta operación de escritura de la historia a través de la literatura, ya la había hecho Vázquez en su novela La forma de las ruinas, en donde el lector revive y puede dar sentido a los magnicidios de Rafael Uribe Uribe (1914) y de Jorge Eliécer Gaitán (1948). En Colombia, un buen ejemplo de un acontecimiento que forma parte de la memoria colectiva gracias a la literatura es la masacre de las bananeras (1928) mencionada por García Márquez en Cien años de soledad.
Juan Gabriel Vázquez recurrió efectivamente a un vasto material histórico compuesto de periódicos, libros, diarios de viaje, cartas y largas entrevistas con sus protagonistas. El anzuelo que atrapa al lector proviene del hecho de que lo narrado está envuelto en un aura de ficción como si cada uno de los episodios fuera contado tras el encantador “érase una vez” de los cuentos de hadas. Esa aura es el hechizo de la literatura, producto de la confección de frases que el escritor pone en diversas órbitas que giran alrededor de una historia. En Volver la vista atrás se trata de la historia de una familia de republicanos españoles exiliados cuyos descendientes vivirán la aventura de la revolución en el siglo pasado en Colombia.
De modo que Volver la vista atrás es una ficción que da relieve a una realidad que la historiografía ha simplificado, y que incluso es distorsionada por los que compiten por imponer versiones parcializadas de la realidad. Ejemplo de ello, es la certera evocación que se hace del año 2016, en el cual los opositores a los Acuerdos de paz entre el Gobierno y la FARC diseñaron una campaña de miedo y de mentiras que desembocó en el rechazo de dichos acuerdos (50, 21 %). La buena literatura siempre ha propuesto una versión subversiva de la realidad, una versión que no duda en señalar que el rey está desnudo.
Volver la vista atrás se puede leer como un gigantesco punto de interrogación sobre la cuestión de la libertad: ¿Qué hacer de lo que los padres y la sociedad han hecho de nosotros? ¿Qué hubiera hecho el lector si estuviese en el pellejo de Fausto Cabrera y sus hijos? La respuesta no es lo importante, lo que cuenta es la pregunta que lleva a la empatía, que es la clave de la tolerancia, el diálogo y la paz.
La novela de Vázquez lleva al lector por los vericuetos que tomaron los Cabrera hasta llegar a enrolarse en la lucha armada en Colombia. La novela es el espacio donde el contexto histórico y la psicología de los personajes se actualizan. El contexto mundial es la guerra civil española, la segunda guerra mundial, las revoluciones rusa, china y cubana. El contexto local es lo que en Colombia se conoce como la Violencia con mayúscula y su impacto (1948-1957), y, sobre todo, la subsiguiente aparición de las guerrillas (Farc, 1964; Epl, 1965; Eln, 1964; M-19, 1970). En Volver la vista atrás, al narrar el caso de la familia Cabrera, Juan Gabriel Vázquez hace una fotografía de una época en la que se había vuelto corriente que la rebeldía se expresara naturalmente con las armas.
Muchos años después de haber salido de la guerrilla, el cineasta Sergio Cabrera obtuvo un escaño en el Parlamento colombiano y, a pesar del gran peligro que corría (entre 1984 y 2016, más de seis mil militantes de izquierda fueron asesinados, principalmente miembros de la Unión Patriótica) recalcaba la importancia de participar en política: “Si uno desprecia la política acaba gobernado por los que desprecia”.
Novela de viajes y batallas
En la novela de Vázquez el lector se embarca en una nave de viajes y de batallas. Hay algo de La Odisea y de la Ilíada. También hay bellas páginas de literatura epistolar que hacen pensar en Las memorias de Adriano de Margarite Yourcenar y en La silla del Águila del mejicano Carlos Fuentes. El viaje de los Cabrera comienza en España y sigue un incesante éxodo que los lleva por varios países y continentes. Si esta novela, que se esfuerza por no separarse de la realidad, se hubiera publicado un año más tarde, Sergio, el personaje principal, no terminaría su vida en Barcelona, sino en Pekín. Es en la capital de China en donde el cineasta colombiano se desempeña actualmente como embajador de Colombia.
Los vientos que soplaron sobre las velas de la voluntad de Sergio y Marianela Cabrera provenían de tres fuentes: la educación comunista impartida por el padre, la estadía en China, y el imaginario familiar compuesto de antepasados con vidas heroicas. Es con este equipaje que se enrolan en la guerrilla EPL (Ejército Popular de Liberación). Allí pasaron muchas decepciones, frustraciones, pero también, en menor grado, alegrías.
Ficción y construcción de la verdad
En los últimos sesenta años la guerra en Colombia ha dejado diez millones de víctimas y alrededor de 200 000 muertos. Las heridas están aún cicatrizando. En 2016, el presidente Santos y las FARC dieron un paso decisivo hacia la salida del conflicto. Los Acuerdos de paz de la Habana crearon un marco institucional para la paz. Entre ellos, la JEP (Jurisdicción Especial de Paz) y La Comisión de la Verdad, se proponen juzgar y entender la tragedia colombiana. Novelas como Volver la vista atrás completan y enriquecen los detallados informes rendidos en 2022 por la Comisión de la Verdad. Sin duda alguna, este tipo de literatura es un gran aporte en la construcción de una memoria nacional plural, lejos de la polarización y de las respuestas fáciles dadas por los que tradicionalmente han perseverado en el uso de las armas.
La onda de choque que produce la lectura de las casi quinientas páginas de Volver la vista atrás sacude la conciencia, y lleva al lector a cuestionarse: ¿qué hacer en contextos donde se ha normalizado la injusticia? ¿cuáles son los alcances de la responsabilidad individual? ¿Cómo puede un joven en la era de las Nuevas Tecnologías de la Información lanzarse a un ejercicio de su libre voluntad? No tenemos todas las respuestas. Pero la novela en sí misma es una respuesta, ya que fomenta la aspiración a la justicia, pone la palabra en el centro de la acción y en el centro del ser, y vuelve anacrónico el tradicional recurso a las armas.
Textos tan antiguos como El libro de los muertos de los egipcios, La República de Platón, la parábola del buen samaritano, la Carta del Mandén proclamada en 1222 en Malí, y otros más, han dado respuestas luminosas al respecto. La novela Volver la vista atrás completa y actualiza magistralmente la lista.
Addenda
Durante mucho tiempo la lucha contra la ignorancia pasaba por vencer el analfabetismo, hoy se trata es de combatir las mentiras que provienen esencialmente de las redes sociales.
(*) Enrique Uribe Carreño es profesor en la Universidad de Estrasburgo, Francia.
Recomiendo este libro para su lectura o escucha (leer con los oídos y una mente despierta). Para los jóvenes radicales de mi generación, pocos quizá, porque la mayoría de entonces era prosovietica, este libro evoca mis coqueteos con la China de Mao y la Revolución Cultural. Pero antes, primero fue la social democracia de Daniel Oduber, después, en mi caso, el trotskismo, y ahora el anarquismo, porque 3 temas me han permeado: Dios, la libertad y la democracia, o sea, la revolución social. Este relato es una novela autobiográfica con todas las licencias que concede la ficción. Cubre una etapa trascendental en la vida del autor: España, Colombia y China y otra vez Colombia. Y otra vez muchas otras cosas y lugares. ¿Entre ilusiones y desencantos? Este colombiano alto y blanco, para nosotros apuesto, vivió infancia y juventud en China (con su extraña fisonomía física) luego regresó a su país natal a aprender español y a unirse a la guerrilla maoísta colombiana. Juan Gabriel y yo somos de la misma generación y nos tocó vivir el drama desde distintos ángulos y destinos geográficos. Yo miro atrás y mis peripecias me producen nostalgia. Nunca fui un buen militante en nada, ni siquiera con mi fe evangélica, ni con mis progenitores, porque llevo en mis neuronas los frutos de la dudas constantes, las preguntas permanentes, y la naturaleza me dotó de un bello escepticismo que corre por mis venas. No es que no quiera certidumbres, es que nunca me las he encontrado, y con afán las he buscado, pero al final solo la muerte es cierta y a todos espera. Nunca obedecí ciegamente a la autoridad, ni a la política ni a la religiosa, y no pocas veces me equivoco y me contradijo: un día dijo una cosa y al siguiente amanecer manifiesto otra versión. Ello ocurre porque no soy un hombre sabio, pero tampoco se me conoce débil y pusilánime, oportunista,; soy apenas un capitán sincero y perdido que navega entre olas de un desolado océano, avanzando una pequeña y molida barca, fijando la mirada en la nada, imaginando un puerto que el horizonte no divisa, una arcadia que no llegará y que nunca existió. De mis sueños no me arrepiento. ¡Fueron fuertes y bellos! No es perfección, sino humanización lo que ansían mis átomos. Ya no busco, solo navego a tientas, complaciendo a mis remos para que sean felices. No voy ni vengo, pero soy. SER hasta el final es la sal que me salpica con sus bravas olas. Por eso, el libro Volver la vista atrás, se hermanó conmigo.¿Siempre me pregunté por qué no me uní al maoista Frente Popular de Rodolfo Cerdas Cruz, bandera azul y una estrella roja en el centro, cuyo local se encontraba frente al antiguo cine Hilton, en un segundo piso, cercano al Paseo de los Estudiantes?Ya nada de eso existe, solo sus calles y mis recuerdos. Rodolfo murió y dejó un sobrado legado intelectual. Nunca le hablé, lo tuve muchas veces cerca. Lo leía. Quería decirle que la muerte de Mao me había entristecido. Creo que mi timidez me lo impedía y Cerdas había sido demonizado por la otra izquierda y los conservadores. Pero fue electo diputado y primer voto fue para él. Recuerdo. Sonrío. Bueno, y ya no cuento más.