jueves 2, mayo 2024
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Reflexión para la Pascua sobre el Cuidado de Nuestra Casa Común

El título de este artículo no busca sugerir una lista de consejos rápidos y fáciles de entender para reducir el impacto ambiental de la Semana Santa. Más bien, quisiera sugerirles a las personas lectoras una reflexión que ayude a discernir sobre el significado de este tiempo y genere decisiones que nos ayuden a sustentar un modo de vida en nuestro país consecuente con la realidad de la Tierra, nuestra Casa Común, hoy día.

 

En nuestra realidad nacional de hoy, el tema del tiempo en las jornadas laborales se encuentra en primer plano. La Asamblea Legislativa, el Poder Ejecutivo y diversos sectores sociales han avivado la discusión sobre las consecuencias sociales de cambiar las jornadas de trabajo a la luz de la propuesta de las jornadas 4 x 3. Esta discusión tiene un trasfondo muy pertinente para la reflexión en este tiempo cuando se examina desde la perspectiva de la Ecología Integral que propone la Encíclica Laudato Si´.

 

No estamos solos. La discusión sobre el impacto de nuestra capacidad de decidir cómo usamos el tiempo está en primer plano hoy día también en Europa. Diversos sectores proponen que la reducción de la jornada laboral es una meta que deben alcanzar los trabajadores con el objetivo de tener más tiempo para no solamente descansar sino de participar en actividades cívicas y de poder ser mejores seres humanos en todos los aspectos.

 

No es una discusión nueva. En esa misma dirección, el reconocido teórico cultural y urbanista francés Paul Virilio planteó desde el siglo pasado el concepto de “dromocracia” o dictadura de la velocidad, característica de la realidad actual en la que perdemos el control de nuestro tiempo.

 

Elaborando sobre esa noción, el filósofo español García Ferrer nos dice que la “infosfera” nos lleva a un “descompromiso” geográfico y a una dócil adopción de una voluntad de aceleración que remplaza la libertad de decisión y acción por una “dictadura” del movimiento y el tiempo. La disponibilidad de tiempo y el disfrute integral de la vida son accesibles cada vez más a unos pocos. Para buena parte de la humanidad o no hay oportunidades de satisfacción de sus necesidades o ese proceso de esclavitud a la velocidad les lleva al consumismo como forma de calmar la infelicidad, la tristeza, la desmotivación y la depresión provocadas por esa supresión del arraigo territorial y de estas libertades esenciales para la plena realización humana. Para muchas personas, ese consumismo se traduce en compras innecesarias, esclavizantes por el uso del crédito en busca de símbolos de status, uso excesivo y dispendioso de los dispositivos móviles (incluido el descarte innecesario), generación excesiva de desechos de todo tipo, dispendio energético y malas costumbres alimenticias con sus consecuentes emisiones de gases de efecto invernadero y uso irresponsable del agua entre otros impactos ya bien documentados.

 

En la forma en que celebramos la Semana Santa nos encontramos el contraste entre este tipo de acciones consumistas y de celebración espiritual. ¿Es ésta una semana de reflexión y de crecimiento personal? Cuando justificamos juntar feriados de Semana Santa con el 11 de abril para alargar las vacaciones de manera que “reactivemos la economía” podemos preguntarnos: ¿Qué quiere decir reactivar la economía? ¿Para beneficio de quién la reactivamos? ¿Se trata solo de extender la cultura del “mall” a las playas y montañas para volver lentamente a nuestras casas quejándonos de las presas vehiculares como lo hacemos a diario?

 

¿Se trata solamente de que la economía crezca? Muchos de los países con mayores índices de crecimiento económico y consumo fallan en traducir ese crecimiento en bienestar de su población y en buen cuidado de nuestro patrimonio natural. Ello lo confirman los resultados del Índice de Ecología Integral Humanista (IEIH) del Observatorio Laudato Si´ de la Universidad Católica de Costa Rica (https://observatoriolaudatosi.cr/) en su última medición (2021). Entre estos países se encuentran ejemplos como Singapur, Qatar y Kuwait. El Observatorio nos pregunta a los costarricenses, partiendo de sus resultados, qué tipo de país queremos ser.

 

Ubica a Costa Rica como país con un buen balance, donde con un ingreso por persona cercano al de países como Trinidad y Tobago, Tailandia o China, tenemos un nivel del IEIH superior. En términos de bienestar común, por ejemplo, nuestra esperanza de vida a partir de los 60 años tiene un nivel igual al de países como Irlanda que tiene un ingreso por persona de casi 90 mil dólares al año (PPP). En el lenguaje de la Ecología Integral esto implica que la orientación de nuestra economía se acerca a algunas de las 12 características de lo que se ha llamado la Economía de Francisco: una economía que esté al servicio de la persona, especialmente de los más frágiles y vulnerables.

 

Sin embargo, las y los costarricenses tenemos preocupantes evidencias de que el modelo de “reactivación económica” que se impulsa hoy día en el país, en lugar de acercarse a la visión de la Economía de Francisco, tiende a alejarse. La desigualdad social no disminuye y las políticas públicas se dirigen al debilitamiento de la institucionalidad estatal que se creó para disminuirla. En el ámbito ambiental se impulsa un proceso de contrarreforma, restricción de la participación social y de debilitamiento institucional, tendientes a la concentración de las decisiones sobre el acceso al uso y a los beneficios que se generan por ese uso de nuestro espacio ambiental. 

 

¿Cómo responder a esta situación? En el tiempo de la Pascua, vale la pena recordar que nuestra posibilidad de tener tiempo para meditar y discernir nos da un espacio para comprender que podemos superar la liquidez de la dictadura de la velocidad y volver a encontrar a las y los hermanos seres humanos, animales y plantas más allá de lo que nos permite una sociedad individualista y carente de solidaridad. Ese proceso puede resucitar la conciencia de que somos seres integrales cuyo papel en nuestra realidad no puede reducirse simplemente a ser consumidores. Somos ciudadanas y ciudadanos, habitantes de un país cuyo destino es nuestra responsabilidad.

 

Esa comprensión puede llevarnos al compromiso y a la acción cívica necesaria para rescatar a nuestro patrimonio natural y nuestro tejido social de las amenazas que lo acosan en esta coyuntura. Les propongo que decidamos en esta Pascua si como hermanos y hermanas, habitantes de una Casa Común, nos comprometemos con una economía que cuide la creación y no la robe, donde se reduzcan las desigualdades, donde el cuidado reemplace al descarte y la indiferencia, donde podamos potenciar la integralidad orgánica y espiritual de nuestra humanidad, las culturas y tradiciones de los pueblos, todas las especies, los recursos vivos y naturales de la Tierra, donde se genere riqueza para todos y todas, que genere alegría, esperanza y no solo bienestar material.  ¿Se comprometerían con esta propuesta?

 

(*) Dr. Bernardo Aguilar González, Asociación ARTES-JUSTECO, Miembro de la Red Ecológica Eclesial Mesoamericana, del Movimiento Laudato Si´y del Parlamento Cívico Ambiental.

 

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