sábado 4, mayo 2024
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Bretón, Rivera y Trotsky en México 1938 (I).

Notas político-culturales.

Primera parte.

El ameno, detallado, y a veces minucioso relato de Jean Van Heijenoort  (como parte sus memorias publicadas bajo el título “CON TROTSKY De Prinkipo a Coyoacán” Ediciones IPS CEIP León Trotsky Buenos Aires 2014… Jean Van Heijenoort (1912-1986) fue un cercano colaborador de León Trotsky, durante muchos años) donde nos cuenta algunas de las dimensiones del encuentro entre el poeta, narrador y ensayista francés André Breton (1896-1966), una de las figuras más descollantes del surrealismo, durante el año de 1938, al revolucionario y escritor soviético León Trotsky (1879-1940) y al pintor muralista mexicano Diego Rivera(1886-1957), como parte de su visita a México que se prolongó durante varios meses, con quienes se reunió en varias oportunidades para discutir sobre el papel y la importancia de las artes en la vida social, con vistas a redactar y firmar un declaración común sobre el tema, en una medio de una época en que el realismo “socialista” tendía a imponerse en la Unión Soviética de los años treinta(la de las purgas y los Procesos de Moscú), nos da una idea general acerca de las coincidencias y las contradicciones que surgieron entre esos personajes históricos.

Entre los hechos y anécdotas a destacar está la pregunta que Van Heijenoort le hace al viejo líder bolchevique sobre la reunión que sostuvo, durante un viaje a Guadalajara, con José Clemente Orozco(1883-1949), otro gran muralista mexicano, con cuya obra pretendía dar una lección a Diego Rivera (el clan Rivera Breton, dice jocosamente Van Heijenoort), y Trotsky le responde lacónicamente, a Natalia Sedova y a él “ ¡Es un Dostoievsky!”(Van Heijenoort, op cit p.114)

El pintor Diego Rivera, fue quien jugó un papel esencial en la obtención del asilo para León Trotsky, durante los últimos meses del año 1936, en tierras mexicanas, otorgado por el presidente Lázaro Cárdenas, cuando ningún país quería recibirlo, por lo que se encontraba en la trágica circunstancia de lo que el propio Trotsky calificó, desde su salida de la URSS, con el nombre de “El planeta sin visado”, que fue el título del último aportado del texto de su obra autobiográfica MI VIDA fue además, y antes que nada un extraordinario muralista, habiendo expresado en el colorido de sus pinceles la presencia viva de la revolución mexicana, durante las décadas de los veinte, treinta, cuarenta y cincuenta del siglo anterior. Hay otro Diego Rivera, mucho menos conocido: el que pasó las primeras dos décadas del siglo XX, una época decisiva para culminar su formación como pintor que había comenzado en su natal Guanajuato, a edades muy tempranas.

En la casa guanajuatense donde nació Diego, convertida en un museo, se encuentra una exposición permanente de su obra, especialmente la de esos años europeos, cuando recibió numerosas influencias, incluida la del cubismo de Pablo Picasso, y otros pintores de la Belle Époque, anterior a la guerra mundial de 1914-1918, entre ellos hay un cuadro cubista de la figura del revolucionario del estado de Morelos, Emiliano Zapata.

Su invitado León Trotsky vivió en la Casa Azul de Frida, en la calle Londres de Coyoacán, desde su llegada hasta el mes de marzo de 1939, por lo que allí tuvieron lugar las sesiones del célebre Proceso (como un contra-proceso a la farsa de los Procesos de Moscú, cuyo resultado fue el envío al cadalso de la mayoría de la dirigencia bolchevique de 1917) que encabezó el filósofo y célebre pedagogo estadounidense John Dewey(1859-1952), cuyas sesiones se desarrollaron allí, durante el mes de abril de 1937. La comisión estuvo integrada además, según afirma Van Heijenoort, por el francés Alfred Rosmer, los alemanes Otto Rühle y Wendelin Thomas, el italiano Carlo Tresca y el mexicano Francisco Zamora, siendo Suzanne La Follete, de nacionalidad francesa, la secretaria de la comisión. Esa Casa Azul de Frida Kahlo tiene una historia más larga, rica y compleja que la que por lo general le cuentan a los visitantes. Se vive por lo general entre las mentiras y las verdades a medias, no nos hagamos falsas ilusiones, no hay una historia  sino muchas que podrían ser verdaderas o no, menos aún lo son las llamadas historias oficiales de los regímenes totalitarios o de las despóticas monarquías de la antigüedad.

(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.

 

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1 COMENTARIO

  1. EL ENCUENTRO DE LEÓN TROTSKY CON JOSÉ CLEMENTE OROZCO.
    JEAN VAN HEIJENOORT “CON TROTSKY DE PRINKIPO A COYOACÁN” Ediciones IPS CEIP LEÓN TROTSKY Buenos Aires, julio 2014. p.p 113-114.
    “En junio (de 1938) hicimos un viaje a Guadalajara. Diego Rivera estaba allí, pintando, y nosotros teníamos que ir a encontrarnos con él. Partimos por la carretera de Guadalajara en dos automóviles. En el primero, conducido, si mal no recuerdo, por Joe Hansen, atrás iban Trotsky y Natalia y al lado del conductor, Breton, a quien Trotsky le había pedido que fuera con él para conversar. Yo estaba en el segundo automóvil, con Jacqueline y creo que con Frida. Quien manejaba era un norteamericano o un mexicano. Después de alrededor de dos horas de camino, en un viaje que era entonces de aproximadamente ocho horas, el primer automóvil se detuvo. Nos detuvimos igualmente, a treinta o cuarenta metros del otro, me adelanté hacia el primer automóvil para saber que ocurría. Joe vino a mi encuentro y me dijo; “THE OLD MAN WANTS YOU”. Breton descendió también y se acercó al segundo automóvil. Nos cruzamos. Sin decirme nada, hizo un gesto de asombro, como de alguien que no comprende lo que sucede. Me ubiqué en el primer automóvil, que volvió a partir. Trotsky estaba sentado atrás, erguido y silencioso. No me dio ninguna explicación sobre lo que había pasado…Llegamos a Guadalajara y descendimos en un hotel, sin ocuparnos del grupo Breton- Rivera. Yo estaba muy perplejo. Joe, que no hablaba francés, no había podido seguir la conversación entre Trotsky y Breton, no podía informarme. Natalia me dijo algo bastante vago. Una vez que estuvimos instalados, lo primero que Trotsky me pidió fue que arreglara una entrevista con Orozco, quien entonces vivía en Guadalajara. Rivera y Orozco eran en esa época los pintores más célebres de México. No eran enemigos; no obstante por su carácter, sus gustos, su modo de vida, el estilo de pintura, se situaban en polos opuestos. Orozco era un introvertido atormentado mientras que Rivera era un extrovertido jovial. El hecho de ser los dos pintores más grandes del país no podía sino crear entre ellos una especie de rivalidad, tenían entre sí pocas relaciones personales, o ninguna. Lo que Trotsky me pedía tenía un sentido bien claro: quería establecer cierta distancia del grupo Rivera-Breton. Fui entonces a ver a Orozco, quien me recibió en su estudio y arreglé la cita. Lo vimos al día siguiente o a los dos días. La conversación fue agradable, pero no tuvo la vivacidad ni la calidez que tenían frecuentemente los encuentros entre Trotsky y Rivera. Al salir, Trotsky nos dijo, a Natalia y a mí: “ Es un Dostoievski!”…Entretanto Rivera y Breton recorrían Guadalajara, en busca de cuadros y objetos antiguos, como cuenta Breton en su artículo: “Souvenir du Mexique”. Reproducido en La clé des Champs…Volvimos a tomar el camino de México sin que Trotsky viera de nuevo a Breton. Había sido el retraso persistente de Breton en presentarle el proyecto de manifiesto lo que en el camino de Guadalajara provocó su cólera. Sin embargo, aparentemente, a Trotsky se le había pasado el enojo y no quería la ruptura. Cuando todo el mundo hubo regresado de Guadalajara, las relaciones, poco a poco, se restablecieron. Breton nunca me contó en detalle lo que había pasado en el automóvil y yo tampoco le pregunté nada.

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