viernes 3, mayo 2024
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Cuando escribir es la elección entre locura y cordura

¿Por y para qué escribir? La respuesta más lógica sería ¿por y para qué leer? Dos frases me sedujeron muy joven, una de mi padre, quien preocupado por mi obsesión por la lectura, me dijo que le daba temor que me volviera loco; la otra fue de un plomero, entró en mi biblioteca por error y mirando los libros me dijo: plata botada.

Esas dos sentencias tan diferentes y a la vez tan semejantes, me llevaron a una introspección seria, en busca de explicaciones acerca de la lectura y la escritura. La lectura es desde hace mucho más de cinco mil años un asunto de algunos, porque el porcentaje de lectores en la sociedad siempre ha sido relativamente bajo y lo sigue siendo, por otro lado los escritores nacieron para explicar el mundo y transmitir esa información. ¿Simbiosis? Si y no. Sin unos (escritores) no existirían los lectores, no obstante sin estos podrían existir los escritores. Hacer las narraciones en las tumbas de los faraones, estaba destinado a ser leído y comprendido por un hipotético lector que tal vez no llegaría. Aprender a leer fue el norte de estos desconocidos seres humanos, leer es parte esencial de escribir, nadie puede escribir si no sabe leer, lo opuesto es escribir: no es necesario hacerlo para leer.

¿De dónde sale todo lo que escribe un escritor? De su pensamiento, es decir lo conocido o inventar una realidad paralela, pero todo eso que se traza lenta y concatenadamente, tiene un origen muchas veces poco claro pero ahí está, rumiando el cerebro de quien escribe, como metido en un disco duro. Yo comencé muy joven a leer consciente de que era una aventura apasionante, hasta el día de hoy no puedo concebirme sin un libro cerca, mucho menos en dos momentos clave: en la noche al acostarme y al salir de viaje donde y como sea.

La escritura en mi nació de la necesidad de escribir poesía, un género que siempre me cautivó y hoy por hoy continúa siendo algo automático en mi mente, de paso casi no tengo en la memoria ninguno de ellos, es por eso quizá que siempre los escribí.

¿Por qué nunca he publicado, con la excepción de los artículos de revistas y periódicos? Yo pienso que ha sido una pereza crónica que me sobrepasa, pero una editora española me dijo que yo padecía el “Síndrome del impostor”. Quizá ambas son facetas de mi personalidad. De todas maneras no pienso que se haya perdido la humanidad algo, no existiendo publicaciones mías. Hace pocos años me sentí muy bien, cuando supe que Fernando Pessoa murió sin editar su magna obra y lo mismo sucedió con Franz Kafka,  eso reforzó mi renuencia a editar, al par aumentando mi pasión por escribir.

Algunas veces me asalta un cuento, cuando ya me he acostado, entonces me levanto y lo escribo, caso contrario se me olvida; después sobreviene un descanso como al sacarle un poco de aire a una llanta hiperinflada, es como un exorcismo o una confesión en la juventud: alivia o al menos da esa sensación.

Escribir es una manera de extraer del fondo del alma, historias reales, imaginarias o ambas, para mantener la calma durante la tempestad de la existencia.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es médico

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1 COMENTARIO

  1. Algo parecido le sucedió a este paciente, cuando adolescente asistía a la biblioteca, a 20 metros del Variedades, diaria, mañana y tarde. Me tragaba Verne, Salgado y cuanta literatura antigua y presente se atravesará. Por supuesto mis favoritos eran costarricenses y latinoamericanos. Saqué mi bachillerato en un nocturno, por tener que trabajar y luego a la UCR, a la cual fui tres semanas. Luego, a seguir trabajando y no paré cuando a los 50 años, cuando se agudizo mi «defecto» de apalear el idioma y con Internet fue toda una explosión mental. Tuve una sólida formación de principios, valores y moralidad. Así como la integridad, justicia, lealtad, ética y honor. Amar a Costa Rica e interesarme por los sin voz, fue y es mi disimulada tónica. Muchos artículos y comentarios he publicado. Y gracias a ello, todavía tengo despiertas mis neuronas. Ya con bisnietos, sigo pa´lante, con la ayuda de Dios, mi vieja y María. Locura y cordura, todavía tengo para rato. Chapado a la antigua.

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