sábado 27, abril 2024
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Un estudio planifica cómo alejar a las comunidades de los riesgos de inundación

Washington, 27 Jul. (EUROPA PRESS) – Un análisis de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) sobre reubicaciones planificadas en todo el mundo para proteger a los ciudadanos de las inundaciones y la subida del nivel del mar revela un plan para obtener resultados positivos de un planteamiento a menudo considerado una medida de último recurso.

Los autores concluyen que la participación de la comunidad es importante: cuantos más miembros de la comunidad tomen las decisiones sobre si reubicar, dónde y cómo, mejores serán los resultados. según publican en la revista ‘Nature Climate Change’.

«La reubicación planificada es compleja y suele considerarse una ‘medida de último recurso’, pero países como Fiyi están elaborando políticas nacionales para orientar los planteamientos –recuerda la autora principal del estudio, Erica Bower, estudiante de doctorado del Programa Interdisciplinario Emmett de Medio Ambiente y Recursos de la Escuela Doerr de Sostenibilidad de Stanford–. Las conclusiones de este trabajo ofrecen ideas a los responsables políticos y de la toma de decisiones para ayudar a garantizar que las comunidades reubicadas no queden en peores circunstancias».

Cada año, las inundaciones obligan a millones de personas a abandonar sus hogares y es probable que este escenario no deseable se haga más común a medida que la subida del nivel del mar y las lluvias más intensas aumenten los riesgos. Alejar a las comunidades de estas zonas de peligro de forma planificada y anticipada puede evitar futuros desplazamientos forzosos, pero se ha considerado una opción de último recurso por su potencial para provocar desempleo, inseguridad alimentaria, pérdida de patrimonio y otros daños.

Para comprender las opciones que permiten sacar el máximo partido de una situación difícil, los investigadores examinaron seis tipos de resultados de reubicaciones completadas en todo el mundo. En 14 reubicaciones previstas, desde Allenville (Arizona) hasta Vunidogoloa (Fiyi), las dimensiones culturales, como el acceso a los cementerios ancestrales y lugares de culto, fueron las que salieron peor paradas. Por el contrario, las dimensiones físicas, humanas y naturales fueron más a menudo positivas, mientras que los resultados financieros y sociales fueron desiguales.

Ningún aspecto de la planificación o la ejecución fue homogéneo en todas las reubicaciones consideradas exitosas o fracasadas en cuanto a los seis resultados necesarios para unos medios de vida sostenibles. Sin embargo, la mayoría de las reubicaciones con éxito fueron iniciadas e impulsadas por los miembros de la comunidad y no por los gobiernos. Este hallazgo confirma las conclusiones de estudios anteriores sobre la importancia de una participación significativa de la comunidad en todas las fases del proceso de reubicación.

El análisis también demostró por primera vez que el ritmo de la reubicación influye en las perspectivas de resultados positivos, pero de forma distinta para las comunidades pequeñas y las grandes. Las comunidades pequeñas y unidas, con una identidad compartida, logran los mejores resultados con esfuerzos lentos y cuidadosos. El ritmo lento puede ayudar a mantener unida a la comunidad, no sólo filosóficamente sino también físicamente a través, por ejemplo, de viviendas temporales compartidas. En cambio, las grandes comunidades se benefician de procesos rápidos y eficaces, a menudo como respuesta urgente a una catástrofe.

Quizá lo más sorprendente es que el análisis concluyó que la distancia a la que se desplazaba una comunidad apenas influía en los resultados de los medios de subsistencia. Una posible explicación es que el éxito de un traslado depende más del cambio de altitud que de la distancia horizontal. Otra es que los factores culturales y jurisdiccionales pueden ser más importantes que la distancia, especialmente para las comunidades indígenas y otras con un fuerte apego al lugar.

En Fiyi, por ejemplo, la distancia importó menos que el hecho de que el traslado se produjera dentro de tierras que ya eran propiedad de la comunidad, garantizando que el traslado no desafiara la soberanía territorial, protegiera la conexión con el lugar, tuviera precedentes históricos y permitiera la continuidad de las prácticas cotidianas y los medios de subsistencia, incluida la agricultura y la pesca a pequeña escala.

«Sería estupendo que la gente no tuviera que trasladarse nunca –reconoce Chris Field, coautor del estudio y Director del Instituto Woods de Stanford para el Medio Ambiente, perteneciente a la Escuela Doerr de Sostenibilidad de Stanford–, pero los traslados serán necesarios, y deberíamos hacer todo lo posible para garantizar que, cuando la gente tenga que mudarse, sea a lugares más seguros y con vidas mejores».

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