sábado 27, abril 2024
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Himmler, Catalunya e Israel

El moro Muza es un personaje de leyenda, especialmente popular en tierras catalanas. Se dice que tenía el poder en Montserrat (símbolo benedictino catalán por excelencia), y su hija, una princesa encantada, era un tesoro que se escondía en una cueva. Era (según se deduce) «la Moreneta», y (según otras evidencias) ésta fue la madre de los linajes de Europa, la “sangre real” (el Santo Grial). Quizás, por esta u otras razones relacionadas, el líder de la SS nazi, Heinrich Himmler visitó la Abadía de Montserrat, en octubre de 1940, en un viaje que le llevó a visitar Donosti, Madrid, Toledo y Barcelona. ¿Cuál fue la razón? La búsqueda del Santo Grial. Aquí se habla de ello.

Antes, Otto Rahn escribió, en 1933, La cruzada contra el Grial, un libro basado en una novela de Von Eschenbach. «Rahn buscó el trasfondo histórico de la leyenda de Perzeval y llegó a la conclusión de que los cátaros fueron los últimos protectores del Grial, que custodiaban en Montsegur» (fuente). De ahí surge un mito, que ha alimentado diversas teorías hasta el día de hoy.

Heinrich Himmler visitando la Abadía de Montserrat, en octubre de 1940. Fuente: https://www.nationalgeographic.es/historia/2018/03/montserrat-heinrich-himmler-y-el-caliz-de-cristo

Los nazis popularizaron la leyenda cátara, pero parece que no encontraron nada consistente. Buscaron “el tesoro cátaro” pero no buscaron en la leyenda del “tesoro del moro Muza”, la Moreneta. Era demasiado evidente, demasiado temerario, demasiado anacrónico o demasiado simple. Tampoco sabían nada de las tesis judías del poder occitano que difundiría Arthur Zuckerman, ni de la Nueva Cronología que desarrollaría Anatoly Fomenko, ambos en la década de 1970. O sí, quizá sospechaban algo, y precisamente por eso les incomodaba pensar que detrás de la pista judía se escondía una historia que no les convenía, como poder germánico que era heredero de este origen judío.

¿Todo el mito de Montserrat, y la historia de los poderes de Occidente, se basan en una suplantación? ¿Y tiene que ver con el nazismo y el pueblo de Israel? Aquí se plantea que sí, siguiendo la línea de investigación científica de la Nueva Cronología, y numerosas pistas y evidencias que dan fe de ello.

El moro Muza (Muza significa Moisés) se conoce que fue un gobernador que, proveniente de Egipto, lleva los sarracenos a Occidente en tiempos de Carlos Martel. De eso no cabe duda, en ninguna parte. Es un personaje histórico rodeado de fama popular, que además es un personaje integrado en la identidad árabe de Marruecos. Otro tema es considerarlo Moisés. Asimismo, valga decir que, de todos los Moisés que nos ha dejado la Historia es el que más se asemeja al bíblico. Él llevó a los sarracenos de Egipto, y el pueblo de Israel es hijo de Saraí, la mujer de Abraham. “Sarracenos» («Sarraïns» en catalán) y “Saraí” quizá se asemejan por casualidad, o no. Aquí entendemos que no. Pese a lo que se diga en la historia oficial, respecto a este episodio, se plantea la tesis que la Historia sagrada, y la oficial, han sido adulteradas. Según fuentes medievales (documentadas por Arthur Zuckerman, y otros), este poder trae, directa o indirectamente, un linaje judío descendiente del rey David (los exilarcas judíos) que se emparenta con las monarquías de Europa, en tiempos de Carlomagno. Y, de Carlomagno, proviene el poder del Sacro Imperio Romano Germánico, del que derivará el mito nazi. Pero volvamos al origen. De acuerdo con la búsqueda de Zuckerman, el linaje judío hace principado en Narbona y se convierte en el linaje que inicia el Condado de Tolosa, que se extenderá hasta la Provenza y derivará en el linaje de los condes de Barcelona, ​​y de los Anjou, cuando éstos se hacen condes de la Provenza. Por otro lado, la tradición provenzal -dice Juan de Nostradama (hermano de Nostradamus, conocido por sus profecías)- afirma que el poder del primer conde de Tolosa fue tártaro, y que era el príncipe de los sarracenos y el rey de Troya. Es decir, el moro Muza. Y no es solamente una curiosidad popular. Nostradama, o Nostradamus, son una familia cercana a los Anjou, que reescriben la historia de la Provenza y forman parte del círculo de influencia de quien escribirá, en el siglo XVI oficial, la cronología oficial del mapa histórico global de la historia de la humanidad, de nombre Joseph Justus Scaliger. Poca broma. Ellos están detrás de los hilos de la gran manipulación que aquí sólo se divisa. Pero, sigamos. La pista tártara de los poderes occitanos también la deja escrita Isaac Newton, en el siglo XVIII (en una obra de fecha 1733), cuando dice que los catalanes eran medio alanos (tártaros) y medio chattis, cuando los chattis eran, también, (según la Biblia y la historia de Egipto) los fundadores de Troya, y quienes vencen a Egipto y se instalan en Palestina (o Fenicia, cuando eran lo mismo). Era, guste o no la evidencia, un poder invasor, todo él, que trajo un pueblo libre sobre el que se edificaron las naciones de Europa, que tiene que ver con el mito de María Magdalena, la judía, hecha cristiana. Lo tiene por dos motivos: uno, porque la misma tradición provenzal dice que la hija del rey tártaro sarraceno se quedó en Occitania (como la hija del moro Muza); y, dos, porque las evidencias y Zuckerman apuntan a la fusión entre los linajes carolingio y judío, por la rama femenina del poder tártaro (que sería el carolingio). Y, claro, cuando nos encontramos con la leyenda de la Magdalena en la misma tierra, Provenza, todo se ve más claro. Una Magdalena que, según la tradición, fue glorificada por Gerard del Rosellón, quien fue conde de Provenza y el primer conde de París. Él, familia de Carlomagno, la llevó a Borgoña, donde se encuentra actualmente. Una Magdalena que fue el icono medieval de la Orden de San Benito, tal y como la Moreneta lo es en la Montserrat benedictina. Desde entonces, en la actual Francia, la Occitania y más al sur de los Pirineos se encuentran “vírgenes negras”. Como la que se encuentra en Hondarribia, Donosti (donde también fue Himmler).

Más datos: la historia de la creación del Reino de Jerusalén. El conde de Toulouse, de sangre tártara y judía según la historia que aquí se reconstruye, era hermanastro del conde de Barcelona (según la historia oficial) y liderará el primer ejército que ocupa Jerusalén. De esta empresa se crea un reino y el título de un rey, que acabará disputado por los Anjou y los condes de Barcelona (que actualmente custodia Felipe VI de Borbón, duque de Anjou y conde de Barcelona). Allí, en Jerusalén, se fusionan la historia sagrada y la medieval. El mismo poder, judío, funda Israel y el Reino de Jerusalén, que son el mismo, y de ahí nace el Templo de Salomón (el bíblico y el medieval). Y un último detalle: camino a Jerusalén muere el conde de Barcelona, ​​y en paralelo se crea el Santo Sepulcro en Jerusalén. Nada es casual. En cualquier caso es inquietante. Moisés tampoco llegó a Canaán (y sí lo hace su hermano). El moro Muza oficial muere, también, cerca de “Tierra Santa”, después de ser asesinado en Damasco, dicen las crónicas.

De hecho, los datos que apuntan a una manipulación monumental se amplían cuando se constata la construcción de versiones disonantes del mismo episodio. Cristianos, moros, judíos, tártaros o visigodos son el mismo poder. Sí, visigodo. Las duplicidades son también historias paralelas. Aquí se habla de ello con mayor detalle. Y la Nueva Cronología le da todo un cuerpo de argumentos sólidos. En este artículo, se presenta el primer trabajo que apunta a la identidad de María Magdalena. Puede parecer, obviamente, un guirigay histórico, y lo es, si se lee pensando en la historia oficial. Pero hubo un desmantelamiento del poder cátaro y occitano; más otro de la Orden del Templo de Salomón, ideado en la misma tierra, con sede en San Geli; más uno paralelo del poder judío, establecido en las mismas tierras; más una misteriosa sede papal, en Aviñón. Son los poderes que buscaba Heinrich Himmler. De ahí el mito de María Magdalena, que honra su figura en una cueva provenzal, luciendo los símbolos de las barras del conde de Barcelona y los de la flor de lis de los Anjou, ambos arraigados en la Provenza. Si ella fue la madre de los poderes tártaros de Occidente, y del Imperio romano, también del germánico, fue la “sangre real” que, de forma tan concluyente, dialoga con el “Santo Grial”. Pero la historia se cambió. Se “cristianizó”, probablemente cuando cae el Imperio griego de Constantinopla, donde residía el rey de los reyes de Occidente. Del judaísmo nace el cristianismo, donde el último rey de reyes de los judíos se convierte en un Mesías resucitado. Y, de algún modo, se hizo un sacrificio mayor al del propio Cristo. Se manipuló la memoria del pasado para construir un nuevo icono ideal: Jesús. Quizás, por esta razón, Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, recibe su inspiración en Montserrat, la montaña sagrada y encantada del moro Muza.

Entonces, ¿qué pasó? Esto pide una pausa, y abrir la mente. Mucho. En pocas palabras: el moro Muza, convertido en un personaje de leyenda, fue Moisés. Liberó al pueblo hebreo de Egipto y de Babilonia, siendo un episodio igual o cercano al de Alejandro Magno, tal y como parece apuntar el Corán (18:60-65) según la exégesis (la ciencia coránica de la interpretación). Ellos, o él (si fueron lo mismo) los liberaron, y vencen a Egipto. Si no fue uno mismo, seguramente fueron padre e hijo, o nieto. Fueron familia, o uno solo, tal y como sostiene la Nueva Cronología. Después, la humanidad se ha encargado de reescribir la Historia de sus hazañas, y de realizar varios episodios separados en el tiempo. La versión de la ocupación tártara mameluca de Egipto, de tiempo de los kanes mongoles, es la más moderna. Y esto ocurre hará poco más de tres siglos, por eso lo deja escrito Newton, y por eso se documenta en el siglo XIX como leyendas populares (las referencias del rey tártaro de Toulouse son de entonces). Por eso, también, lo deja escrito Abraham Cresques en el Atlas Catalán, reencontrado y hecho público, también, en el siglo XIX. Allí se encuentra Gengis Kan asimilado al Cristo, predicando en China, con Alejandro Magno y los Reyes Magos. Todo es la misma historia. El gran kan, el rey tártaro, el príncipe sarraceno que dejó huella en Europa. Su poder representó un hito por la humanidad, que dio inicio a una paz próspera, tártara y global, que difundió el dominio de un solo Dios.

Así, Catalunya e Israel tienen un origen común, tártaro, como lo tiene el poder de Occidente, que fugazmente fue romano y luego se convierte en anglosajón. Pero de eso Occidente ya no recuerda nada. Solo resuena el pulso sionista en Palestina, así como el enfrentamiento catalanista en España, y en Francia. Ambos renacen en el siglo XIX, porque son historias paralelas y mucho más recientes de lo que pensamos. Israel cree encontrar su destino y Catalunya cree estar reencontrándolo, pero ni uno ni otro aciertan. Su destino es reencontrarse, y rehacer la Historia, juntos. Hasta el siglo XVIII. Ellos tienen una historia común. Israel tiene un pilar en Catalunya, y Catalunya tiene uno en Israel, cuando Israel significaba el mundo entero, no únicamente un diminuto reino entre Egipto y Persia, con un Dios y un Texto Sagrado. Ambos fueron descabezados, fueron vencidos, tal y como fue vencida Jerusalén y la Orden del Templo de Salomón. Por eso, ahora, quieren renacer, y convertirse en lo que el sentido histórico les dice que habían sido; y siguen pensando que pueden seguir siéndolo. Un poco, o mejor dicho bastante, como les ocurre a Rusia y a Estados Unidos de América; ambos poderes tártaros que mantienen su particular toma y daca, con China, haciendo daño en Ucrania, en Europa Occidental, y en Oriente Próximo. Todo son poderes nómadas en la búsqueda de su ideal, que se han olvidado de dónde provienen. Por esta razón, es necesario poner fin, por completo, a la empresa colonial de los pueblos nómadas, y darles a todos razones para aceptar ser y existir en paz, de tú a tú, con los demás pueblos ya asentados y reconocidos, y con quienes han sido colonizados pero mantienen su identidad nacional, como Catalunya y Palestina. Como el pueblo ruso ucraniano. Todos somos hijos del mismo pueblo original, y si no hubiéramos perdido la memoria de nuestra lucha común no estaríamos como estamos, en el siglo XXI (intentando imponer historias falsas o manipuladas, o revivirlas, como si de una lucha eterna, profética, se tratara).

Todo empezó con Moisés (el moro Muza) y el culto distorsionado en su “proyecto ganador”. Hizo historia, como la hizo Gengis Khan, hoy en día defenestrado. Pero, si debía crearse un capital simbólico, mítico, un grandísimo profeta, mejor el Moisés bíblico que Gengis Khan, ¿no?

El moro Muza tenía… dice la tradición (en Catalunya)… el poder en Montserrat, y su hija, una princesa encantada, era un tesoro que se escondía en una cueva. Era (según se deduce) la Moreneta, y (según otras evidencias) ésta fue la madre de los linajes de Europa, la sangre real (el Santo Grial). Todo el mito de Montserrat y la historia de los poderes de Occidente se basan en una suplantación. Por eso las vírgenes occidentales medievales son negras, o morenas. Por eso se rinde culto a María Magdalena provenzal. Por eso Ignacio de Loyola hizo de Montserrat su gran proyecto: la Compañía de Jesús. Por eso, la Moreneta es la patrona de Catalunya desde el siglo XIX, no antes. Por eso la Abadía de Montserrat es toda ella una reconstrucción, moderna. Y por eso Heinrich Himmler buscó, en Montserrat, y en la tierra sefardí, el Santo Grial.

Nota: Este texto debe, en parte, la inspiración a JP.

(*) Andreu Marfull Pujadas, Profesor en Planificación y Geografía Urbana a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México.

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