sábado 27, abril 2024
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El laberinto de la noche

– Hola, yo soy Wolff, el copiloto de una nave espacial a punto de estrellarse en Marte; le resumo lo que sucede: la astronave Calíope cuenta con sólo 21 litros de combustible, la altimetría señala 51 metros, el nivel de inclinación de proa 63 grados hacia abajo y desciende casi sin control a 9 metros por segundo, pero creo que sobreviremos. La colisión es inminente, haremos un aterrizaje forzado en uno de los cañones arenosos del Laberinto de la noche, al extremo oeste del Valle del Mariner, en el planeta Marte.

La Calíope es una astronave de último diseño, piloteada por la comandante Mlah y un primer oficial.

Cuando la Calíope llegó a Marte la colocamos en una órbita elíptica de perihelio muy bajo, controlada por la computadora. Luego se pasó a una órbita rasante para sobrevolar el Valle del Mariner, y a una altitud apropiada se desacopló un módulo con cuatro colonos y otro con la carga, equipo de supervivencia, fuentes de energía y computadoras. Descendieron sin problemas ayudados por paracaídas casi en el punto exacto de la superficie marciana, a solo 175 m de la base Mars 1, que se está construyendo en la altiplanicie volcánica de Tharsis, en las faldas del Volcán Pavonis justo en el ecuador del planeta rojo. Allí hay 8 astronautas terrestres en los 10 módulos de descenso entregados en sobrevuelos semejantes, anteriores al nuestro.

Marte es similar, pero también diferente a la Tierra. Su su diámetro es 0,53 veces el de la Tierra y la masa es solamente 0,107 la terrestre. Esto hace que la gravedad marciana sea solo 0,38 veces la que experimentamos usted y yo todos los días, en la Tierra.

La inclinación de su eje de rotación es casi el mismo que en la Tierra: 25°19’. Por hay también cuatro estaciones. Pero, como está más alejado del Sol, su período de revolución es casi el doble que el terrestre (1,88 años).

Consecuentemente las estaciones marcianas tienen también casi el doble de duración de las terrestres. La mayor distancia también repercute en la insolación y, desde luego, en la menor temperatura en este planeta (en promedio -63°C).

El bajo campo gravitatorio debe haber sido uno de los factores principales para que la atmósfera primigenia escapase de Marte, hace unos 4000 millones de años.

Ahora la presión es solo 0,00063 atmósferas estándar. Los componentes son mayoritariamente dióxido de carbono, argón, nitrógeno y solo 0,15% de oxígeno.

Su período de rotación es 24 horas, 37 minutos y 23 segundos, así de parecido al de la Tierra, por lo que un día en cada planeta es casi igual.

A continuación, la Calíope cambió a una órbita circular más elevada, para realizar dos sobrevuelos de 85 minutos cada uno, para recopilar datos. Seguiría una órbita elíptica que nos enrumbaría de regreso a la Tierra, pero justamente aquí se iniciaron los problemas.

Minutos antes del aterrizaje forzoso, Mlah y yo rediseñamos el vuelo para un descenso suave, haciendo planear la Calíope. A pesar de nuestro esfuerzo y experiencia, la nave derrapó sobre la arena, en medio de tres rebotes contra una superficie similar a las dunas del Sahara.

Veinte segundos después sobrevino una parada casi en seco a baja velocidad, contra lo más denso de la duna. Las luces de la Calíope parpadearon, luego se apagaron por dos minutos que parecieron horas, todo es silencio y oscuridad. Finalmente, las luces de emergencia se encienden. Mlha y Wolf, aún sujetos a sus asientos dirigen la mirada a los paneles de control de vuelo; afortunadamente los instrumentos indican que el sello está intacto y el nivel de oxígeno apropiado.

Somos los dos sobrevivientes del primer accidente astronáutico en Marte. En medio del caos pienso que fue causado por el imprevisto bombardeo de la recién establecida lluvia de meteoros Leónidas II, que ocurrió hace 2 días, seguro dañó los sistemas de navegación y la computadora no pudo advertirnos a tiempo-.

– Conozco la “geología” marciana, dice Wolf, pero solo en teoría, nunca he pisado el suelo de este planeta, es mi primer viaje espacial, y en realidad soy tan novato como cualquiera.

– La comandante Mlah ha realizado tres viajes a Marte, todos con éxito total, jamás ha estado perdida, pero es solamente una piloto, una astronauta de cabina, solo ha realizado caminatas en el simulador del centro de entrenamiento, nunca en el espacio, ni mucho menos en el arenoso e inhóspito suelo marciano.

– Ahora reviso que la señal de emergencia esté activada con la esperanza de comunicarme con la base Mars 1 para esperar un rescate; de lo contrario estaremos forzados a caminar unos ocho kilómetros, atravesando dunas de arena, terreno rocoso y escalar acantilados menores. Pasa una hora y no hay ninguna señal de radio.

– Nos salvaremos gracias a nuestro propio esfuerzo-, le dice Mlah a Wolff.

Mientras recogen sus escasos tesoros de sobrevivencia, miran a través de una ventanilla de la Calíope. Se ve el Sol ocultándose tras una delgada capa de atmósfera de un curioso tinte rosado, casi inmediatamente el cielo se oscurece y se puede ver las estrellas; Júpiter y Saturno lucen brillantes y bellos. El sistema de navegación, funcionando de manera precaria indica que han caído en el extremo occidental del Laberinto de la noche. Están a solo 8 kilómetros noroeste de la Mars 1.

Esta es una región que contiene un sistema de laberintos con valles profundos de paredes empinadas. formadas por fallas producidas por actividad volcánica antigua. En algunos lugares el suelo del valle es más áspero, perturbado por deslizamientos de arena y piedras y hay sitios donde parece haberse hundido formando profundos agujeros, quizás como pequeños cenotes parecidos a los de Yucatán, pero formados mediante un proceso totalmente diferente. Hace millones de años que no hay agua fluyendo en este planeta.

Nos espera una fría noche marciana a unos 30 grados bajo cero, por eso nos quedaremos dentro de la maltrecha pero aún sellada cabina, para protegernos del frío, comer algo, dormir un poco, recuperar energía, restablecer el estado de ánimo y esperar el amanecer para cumplir con la etapa más importante de nuestro viaje, la de vida o muerte, que tendrá que ser en una sola jornada, durante el día-.

Está clareando, los dos astronautas salen de la cabina de la Calíope con sólo dos pequeños tanques adicionales de oxígeno comprimido y uno con agua, incorporados a sus trajes En sus manos llevan un radiolocalizador digital de onda corta que despliega un mapa de la superficie marciana, incluyendo su posición actualizada y su destino, la base Mars 1.

A unos metros de la accidentada Calíope recogen un trozo medio chamuscado de seda del paracaídas de un tercer módulo de descenso suplementario, el cual se salió del compartimiento trasero de carga, que fue la parte más afectada durante el accidente.

– Llevamos dos horas de caminata-, dice Mlah a Wolff y parece que regresamos al mismo punto.

– El mapa del radiolocalizador no es muy específico en cuanto a los finos detalles del terreno. Vas a tener que utilizar todos tus conocimientos de geología para poder llegar a tiempo a la base, antes de que llegue la noche. Vamos tú puedes-.

Los cañones y encrucijadas del Laberinto de la Noche son a nivel planetario, cientos de veces más complejos y extensos que los del laberinto construido por Dédalo en Creta, para encerrar al minotauro.

Sus cañones son tortuosos y traicioneros, algunos imposibles de escalar. Hay altas paredes de roca lisa que los mejores alpinistas de la Tierra jamás imaginarían y también suaves planos inclinados que son una tentación por su poquísima altura, y desde su base parecería que se puede alcanzar el borde con facilidad, pero están hechos de finísima arena en polvo, donde dos pasos hacia arriba van acompañados por uno hacia abajo.

– Reiniciemos por este cañón que parece distinto y prometedor-, dice Wolff. Pero luego de unos pasos observan que comienzan a salir formas fantasmagóricas de una semitransparente bruma, sublimada de la escarcha del suelo, por los primeros rayos del naciente Sol.- La única manera de permanecer juntos es amarrándonos con este girón de la tela del paracaídas-, dice Mlah. Así lo hacen; a veces Wolff va adelante y otras veces lidera el viaje su compañera.

El blindado Volcán Pavonis de 14 km de altura, con su cumbre parcialmente cubierta de hielo, sobresale majestuoso por encima del laberinto, a ratos la bruma se arrala y lo ven tan cerca, pero como una meta lejana, casi imposible. No obstante, Mlah y Wolff están decididos a llegar a sus faldas, viajan en la dirección correcta, así lo confirma el mapa digital del radiolocalizador, podrían estar a solo 4 horas de su destino final, pero deben escalar la pared del cañón por el que viajan, evitar las hendiduras de algunas fallas, los traicioneros terrenos donde ocurren avalanchas de pequeñas rocas y sobre todo no caer en los profundos agujeros que han causado los tres volcanes de la Meseta de Tarsis.

Dos horas más tarde están a punto de alcanzar la cima de uno de los traicioneros cañones del Laberinto de la Noche que decidieron escalar. Están cansados, hambrientos y con mucha sed, pero lo que más les preocupa es el estado de sus trajes, rasgados por el roce con el terreno rocoso del cañón, también por el bajo nivel de la reserva de oxígeno. Mlah alcanza el borde de la planicie con su mano izquierda, se impulsa un poco con sus piernas y sube su cuerpo con un último brinco, se incorpora, mira al frente y ve las pálidas luces de la Mars 1, envueltas en la polvareda de una típica tormenta primaveral marciana. Se inclina y extiende su mano derecha a Wolff, que parece estar más agotado, pero sonríe satisfecho por haber concluido la escalada. Ahora todo parece ser terreno plano y a nivel. – Si aligeramos el paso- dice Wolff, – calculo que estaremos dentro de la seguridad de la estación en menos de 15 minutos-.

La tormenta oscurece el paisaje, no tienen una linterna de mano y el radiolocalizador funciona a intervalos, la antena solo recibe señales, no pueden enviar ningún mensaje avisando sobre su posición.

Si embargo, por la radio escuchan la actividad y preparativos en la base, para salir al rescate dentro de cinco horas, cuando haya pasado la tormenta.

Posiblemente la telemetría de la Calíope siguió transmitiendo. Saben exactamente donde cayó la nave y según el protocolo, tres de ellos van a salir a explorar y rescatarlos. Pero los dos perdidos astronautas no pueden decirles que ya no están allí, que están a solo 800 metros.
– No queda otra-, dice Mlah-.-Hay que llegar por nuestro propio esfuerzo y pronto, de lo contrario, cuando se termine el oxígeno, los trajes ya no resistan, o la baja temperatura nos congele, pasaremos a ser dos cadáveres en la desértica llanura volcánica del Pavonis, envueltos en un sofisticado ataúd de última tecnología-.

Caminan tan rápido como se puede, pero sin correr, con la vista fija en una dirección, donde, a veces, se desvanece como un fantasma la Mars 1. Wolff que va dos pasos atrás, está muy cansado, casi no ve nada, en realidad está siendo halado por Mlah, tropieza contra su propio pie y en la caída arrastra a su compañera, que instintivamente se había vuelto hacia atrás.

Los dos abrazados ruedan por una suave pendiente, que parece llevarlos de vuelta a uno de los cañones superficiales del Laberinto de la Noche, luego sigue un ensortijado tobogán de varias vueltas. Es un conducto cilíndrico de lisas paredes de roca, quizás un antiguo tubo de lava, ahora seco y vacío.

Parece que recorren veinte, setenta, cien metros, deslizándose por esa montaña rusa.

El traje de Wolff comienza a ceder por varios puntos incluyendo el casco. Si se pudiera, se escucharía un sonido como aleteo de zancudo cerca de la oreja, son finísimos chorritos de oxígeno escapándose de la vestimenta. La muerte parece estar segura.

Cuando termina el tobogán, sienten que son lanzados a un verdadero vacío. Dos segundos más en caída libre, describiendo una parábola, como la que simulaba su profesor de Física impulsando una canica para que cayera por el borde la mesa. Luego un golpe seco, pero no mortal, contra una especie de escotilla. Es una trampa mecánica que automáticamente se abrió para permitir la entrada, e inmediatamente se cerró. Algo parecido a caer desde un tercer piso, sobre un depósito de suave algodón recién pizcado.

Mlah y Wolff piensan que están muertos, o en una especie de limbo consciente y extraño. Mlah intenta levantarse, pero no puede, tiene algunos huesos y músculos muy lastimados, se da cuenta que su casco está quebrado. ¡Pero puede respirar! Mira y escucha a Wolff tratando de decirle algo.

Está de pie junto a ella, se ha quitado lo que queda de su casco y la saluda con una sonrisa y una mirada que lo dice todo.

No saben dónde están, ni realmente qué ha sucedido, pero deducen que cayeron en un recinto artificial sellado, una combinación de magia y realidad, con aire, presión, temperatura y condiciones de luz, similares a las de algunas cavernas poco profundas en la Tierra.

Creen que de momento se han salvado, quizás gracias a una construcción subterránea hecha por antiguos arquitectos-exploradores marcianos y que aún sigue en buen estado.

O quizás sí dejaron de existir físicamente y sólo sean sus espíritus quienes viven la experiencia.

No lo sabremos.

¿Usted amigo lector qué cree que ha sucedido?

En realidad, a ellos no les importa, porque no pueden distinguir una situación de la otra.

Y es que nada escapa al Laberinto de la Noche.

(*) José Alberto Villalobos Morales es asesor en Física y Astronomía.

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