domingo 28, abril 2024
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De Rodrigo a Rodrigo…

¿Los nombres marcan a las personas o las personas a los nombres? En realidad ambas cosas y depende del nombre. No quiero entrar en marramuncias lingüísticas, no tiene sentido. Las épocas por otro lado tienen alguna relación unas con otras: según el estimable Marino Protti, el sismo de 7,5 en Osa es un hecho del que nos separa poco tiempo hacia adelante y cuarenta años hacia atrás, es una periodicidad de cuatro décadas.

Hoy el tema no es sísmico sino de personalidades presidenciales similares.

Antes de las elecciones del 2022, dije que había demasiadas coincidencias entre Rodrigo Carazo y Rodrigo Chaves: ambos inexpertos políticos pero vehementes en la busca del trono de Zapote, ambos con un discurso populista, ambos elegidos por verdaderos rejuntados políticos, rodeados de personalidades irreconciliables entre ellos, ambos totalmente enfrentados a los medios de comunicación y con un verbo irreverente ante quienes los adversan, intolerantes a la contradicción, sea esta como sea y venga de donde venga; en realidad no son arrogantes sino unos tímidos que le tienen pánico al fracaso, no transigen cuando creen tener la razón, ambos creen estar en lo correcto aunque todo indique lo contrario. Ambos han llegado al poder después de varios gobiernos “torteros” que han defraudado a la ciudadanía, con un respaldo tipo “tutti frutti”, que lenta e inexorablemente se va difuminando como en una acuarela de un atardecer junto al mar.

Ambos rodeados de personas doble discurso que creen hacer un buen trabajo respaldando desaciertos, cuando lo correcto es advertir sobre ello o largarse y dejarlo solo (muchísimos lo hicieron con Rodrigo Carazo, pocos quedaron junto a él, recuerdo solo a dos ministros; a Rodrigo Chaves se le ha marchado mucha gente antes de cumplir dos años), no todos los funcionarios tienen el espíritu de Séneca o de Heráclito de Efeso.

¿Por qué razón estoy escribiendo esto? Porque al haberlo hecho hace dos años, infructuosamente, no está de más repetirlo, porque son cosas que suceden y no sabemos por qué, son como los Sismos de don Marino, impredecibles pero siempre llegan.

Después de Rodrigo Carazo tuvimos un silencio sísmico hasta la llegada de los hijos putativos de Ottón Solís: LGS y Carlos Alvarado, verdaderos arquitectos del chavesazo, había temor, descreimiento y una inestabilidad política a las puertas de la República.

Ambos tenían antes de la debacle, un colon inciertamente fuerte. ¿Fue ese el detonante o la última bomba? No lo sé aún…

De Rodrigo a Rodrigo, cielito lindo no hay más que un paso…, emulando las rancheras emulemos las semejanzas.

(*) Dr. Rogelio Arce Barrantes es Médico

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