viernes 26, abril 2024
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JAPDEVA, víctima de su incuria

De cal y de arena

Los servicios públicos portuarios que atiende JAPDEVA ¿están a la altura de los requerimientos que exigen sus potenciales usuarios en cuanto a eficiencia, puntualidad, diligencia y razonabilidad de costos? Si la demanda de esos servicios portuarios se ha desplomado para desplazarse hacia otros actores portuarios, ¿la solución del colapso financiero que se dibuja en un plazo no lejano está en aumentar la cartilla de la oferta de servicios de JAPDEVA o andará por el lado de los costos, la calidad, la eficiencia?

Yo también me cuestiono si ese infortunio institucional va a solucionarse con una invitación a los grandes consorcios navieros a traer buques de gran calado y gran capacidad de carga para que en las instalaciones de JAPDEVA hagan trasbordo a navíos más pequeños, los que se desplazarían a otros destinos donde los gigantes del mar no pueden atracar por sus dimensiones. ¿Es que sus patrones van a encontrar en la Junta de Administración Portuaria de la Vertiente Atlántica que esa buena disposición de ánimo con que se les invita está acompañada de un servicio presto en tiempo, eficiente en calidad, costeable y competitivo en precios e inmune a la indisciplina laboral que arrastra a la arbitraria paralización (cosa muy distinta de la pertinencia cuando hay atropellos a leyes y convenciones de trabajo) de aquellas huelgas que se elevan a la decisión de tribunales muy propensos a la “dolce far niente”?

JAPDEVA está en dificultades por culpa de sus mismos errores y omisiones, por su inercia a la hora de encarar los retos de la modernización, por la deformación de los principios y razones de su existencia empañados, para peores, por la intromisión de la política electoral, por la pésima gestión desde que a sus puestos de comando llegaron no los más calificados, sí los más volubles a las presiones de los grupos de interés. Sin la modernización de sus equipos ni la actualización de sus políticas de gestión, no tardó en arrastrar la oferta de sus servicios a los niveles de la ineficiencia y los altos costos, para hartazgo de un importante núcleo de  usuarios y potenciales clientes.

Ella misma construyó el sentido de urgente necesidad de cambios que dio tránsito a las  operaciones portuarias de Moín. Su incuria determinó en mucho la aparición de un nuevo actor, provisto –por cierto- de una experticia ejemplar y dispuesto a demostrar que en ese mismo nicho que mal atendió la Junta, puede florecer y prosperar una operación portuaria de alta calidad y a precios competitivos.

Si se piensa con simpleza que las cuitas financieras y administrativas de JAPDEVA van a lavarse con los servicios de trasbordo en un puesto de atraque más que se construiría, hemos de prepararnos para nuevos tiempos de agitación, desempleo e inseguridad ciudadana allá en la Vertiente Atlántica. Si no hay una reingeniería a fondo en objetivos, contenidos y procedimientos, JAPDEVA lejos de ser una pieza para la solución de los problemas que hay en su zona de influencia, será factor agravante de esos problemas.

Véase el caso del Instituto Costarricense de Electricidad, atorado en una crisis de perspectivas preocupantes. No está en quiebra pero sí ante enormes retos, como lo reconoció su presidenta la Ing. Irene Cañas. Superarlos comienza por “la necesidad de reinventarse”. Tomen nota los de JAPDEVA, los del MOPT y los del Ministerio de Trabajo. También quienes no se hayan percatado de que lo acordado no pasa de tener las virtudes propias de un sinapismo.

(*) Álvaro Madrigal es Abogado y Periodista

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