sábado 27, abril 2024
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Hace 73 años: Versiones contrapuestas, Guerra Civil de 1948 y Pacto de Ochomogo

“La mentira, aún la del silencio, puede parecer oportuna…pero significa dar terreno abonado al enemigo y la verdad, aún dolorosa, no puede herir sino para sanar” André Guide

“Es un deber recordar, no hay derecho a olvidar. El recuerdo es voz de alerta.”, José Figueres, en  “El Espíritu del 48”

En mi  juventud y aun en tiempos de la militancia comunista, mi preocupación por los acontecimientos  de la Guerra Civil de 1948 no ocupó prioridad alguna. Escuché muchos discursos y leí artículos  de dirigentes y veteranos del Partido que habían participado en la Guerra, y especialmente  los  de Manuel Mora Valverde, siempre preocupado porque se conociera la memoria y la verdad  de la historia contada por él como protagonista de primerísima fila.

Todos los años, el Partido organizaba un homenaje a los Mártires del Codo del Diablo, para recordar los atroces crímenes cometidos en el periodo de la dictadura de José Figueres.

En mis años juveniles no comprendíamos la dictadura como tal ni se le calificaba así. Ese concepto lo aprendí en los últimos veinte años, al  escuchar y leer las permanentes preocupaciones, estudios y exposiciones sobre el tema, de la docente e investigadora, Doctora y Catedrática de la Universidad de Costa  Rica, mi esposa  Macarena Barahona Riera

En los años 60, cuando asistía como estudiante de la escuela política que tenía el Partido Vanguardia Popular y que funcionaba dos veces al año por un mes completo, el periodista, maestro y dirigente del Partido, Francisco Gamboa impartía el curso de historia, el cual luego lo compiló en la obra “ Ensayo Histórico sobre Costa Rica “, publicado en 1971.  Como parte del curso, explicaba los sucesos de la  Guerra Civil de 1948, titulado luego en su libro “ La ´pureza del sufragio y la Guerra Civil”,  un resumen esencial, sencillo y con abundante información. De este modo me fui informando sobre la Guerra Civil.

El Partido nunca organizó recopilaciones de la memoria histórica y política. Los documentos de quienes escribían algo, como mi padre, quedaban en los archivos. No solo de sobre la Guerra Civil, también de las históricas jornadas de la Revolución Social1942 1948, y más atrás

La novela histórica de Fabián Dobles “Los Leños Vivientes” (Imprenta Elena, 1962) nos presenta capítulos de pasajes literarios de dramas y sucesos, después de la Guerra Civil, de  cuando dio inicio la  violencia, persecución, represión  y los encarcelamientos de los comunistas. A esa novela tampoco se le dio amplia difusión ni se valoró en todo su contenido como parte de nuestra memoria política.

El Partido nunca emprendió la tarea de recopilar y divulgar la memoria histórica del periodo de la Guerra Civil y de la vida clandestina partidaria y sus consecuencias. Tampoco recuperó las formas de organización y lucha social en tantos frentes que lideró por medio de sus organizaciones sindicales y comunales. Una deuda, un pendiente.

El hogar de la Familia Chacón Vargas estaba en San Isidro del General, donde se inició la guerra, y mi padre, Secretario Político del Partido Vanguardia Popular, fue apresado,  mientras mi madre con toda la prole fue obligada a abandonar la casa y a emprender una larga caminata hacia la finca de una familia campesina amiga,  generosa y valerosa, que nos dio techo y comida.

La Guerra terminó y mi padre siguió preso. Mientras tanto, mi madre con toda la familia pudo trasladarse a San José. Semanas después, mi padre quedó en libertad y presuroso tomó autobuses hasta llegar a Barrio Aranjuez, donde volvió a reunirse con los suyos y a emprender una nueva vida desde las cenizas, bajo el rigor y peligros de la clandestinidad.

Quizás por la persecución y la vuelta a la militancia, esta vez clandestina, en la vida familiar no se hablaba de la Guerra Civil y menos de los sufrimientos que causó la cruenta toma de San Isidro del General y los combates que se libraron con su resultado de centenares de muertos, cuando Carlos Luis Fallas con El General Tijerino al mando de milicianos obreros, campesinos y uno que otro maestro avanzaron sin armas a recuperar   San Isidro del General en manos de los invasores Figuerístas.

Mi padre nunca quiso regresar a mi ciudad natal, San Isidro de El General de Pérez Zeledón. Un año antes de morir, en 1973,  dejó escrito de su puño y letra una memoria de lo que vivió antes y durante toda la Guerra como preso político. Curiosamente y quizás por lo mismo que apunté antes, nadie se interesó por publicar aquel escrito, ni siquiera en el Partido, aun cuando él había entregado una copia.

Fue hasta en el año 2018 que, por iniciativa de Macarena Barahona, investigadora acuciosa y preocupada permanentemente por la memoria histórica de los vencidos en los sucesos de 1948, que publicamos, bajo el cuidado del Editor Carlos Díaz, un pequeño libro que recoge tal memoria.

Después de fallecido mi padre en 1975, mi madre quiso ir a Pérez Zeledón y yo decidí llevarla para cumplir su anhelo de regresar al hogar de la noble familia que nos había dado albergue. Llegamos a una hermosa casa campesina y ahí nos acogieron con el mismo amor, generosidad y amabilidad, con los cuales, según mi madre, nos habían recibido la misma señora y familia veintisiete años atrás. Me cuenta mi hermana Virginia que el lugar se llama  “Pedregoso donde la  familia  Isaías Retana”

Yo no conocía la verdad de la historia sucedida en San Isidro del General durante la Guerra Civil. La llegué a conocer cuando leí la memoria de mi padre, si bien ya había leído en algunas obras sobre algunos acontecimientos en la invasión de San Isidro por parte de los  “alzados figuerístas” y en testimonios de figuerístas  publicados en el diario “El Excelsior”.

Me enteré de un suceso más dramático cuando en 1964 me encarcelaron en las montañas de las Filas del Aguacate, cumpliendo una misión del Partido relacionada con los movimientos obreros de bananeros que se estaba gestando  en las fincas de la Yunai  Fruit Company, en Parrita.

Estando preso en la cárcel de Parrita, me pasaron a un pequeño aposento para el interrogatorio. Tenía al frente al Jefe del Resguardo Fiscal, de apellido Gamboa, creo que su nombre era Carlos  y al Agente de Policía Ramiro Ramírez  o  Barboza, no recuerdo muy bien, ambos excombatientes de la Guerra Civil. Avanzado el interrogatorio, pregunta Gamboa, el del Resguardo Fiscal,  que quiénes eran mis padres y de dónde eran, dónde había nacido y cuestiones similares. Cuando contesté.  Ahí se detuvo en actitud arrogante y agresiva:

     -Entonces seguís los caminos de tu padre? Yo lo saqué a balazos de su casa cuando tomamos San Isidro Del General y lo conduje a la  cárcel.

    Mi respuesta de Joven Comunista fue:

    – Sí, con honor sigo el camino de mi padre.

     Y eso, sirvió para que se ensañara aún más y  cómo pueden ver, quedó gravado en mi memoria para siempre. 

Cuando quedé en libertad y regresé a mi hogar, comenté con mi padre lo sucedido y él me confirmó lo dicho por aquel policía. Sí, en la madrugada del 12 de marzo llegaron a sacarnos de la casa a punta de bala y con amenazas de bombardear si no salíamos. Pero en la vida que seguíamos, él como militante del Partido y yo como militante de la Juventud de Partido no le dábamos importancia al tema. Eran “gajes del oficio de ser comunistas” y así lo asumimos.

Del seno de mi familia nunca salieron expresiones de rencor, odio o deseos de venganza. Eso no era parte de la moral comunista, y así lo afirmaba mi padre, mientras nos transmitía valores y nos ayudaba en la formación personal, en mi caso, en mi formación  como Joven Comunista. Papá murió en 1974, cuando yo acababa de cumplir 27 años.

En tiempos recientes, leyendo y releyendo sobre estos temas, me encuentro por un lado con la memoria de José Figueres en su libro “El Espíritu del 48“ sobre el inicio de la “operación maíz”, que era ni más ni menos la invasión de San Isidro del General  de Pérez Zeledón:

“A las cinco de la mañana de ese día 12 de marzo de 1948 nuestras fuerzas entraron en la ciudad de San Isidro, sin disparar un tiro. El grupo de Max Cortés, se colocó por detrás de la iglesia, a unos setenta y cinco metros de donde estaba el Jefe Político del lugar, don José Mora, con los suyos. Nuestros muchachos abrieron fuego. El señor Jefe Político falleció instantáneamente. Sus compañeros siguieron disparando. Nuestros hombres los desalojaron con algunas granadas made in La Lucha. Estas produjeron un ruido estruendoso, que las hacía pasar por grandes bombas mortíferas. Los defensores de la Jefatura Política, al escucharlas, se rindieron. Carlos Gamboa atacó el Resguardo. Tras un asedio bien sostenido, los Guardas Fiscales también se entregaron. La ciudad estaba tomada. Habían muerto el Jefe Político Mora y su hijo… Se había ejecutado la primera fase del Plan Maíz”.

En la memoria de mi padre, al narrar el inicio de la Guerra Civil y sobre los cruentos combates que se libraron cuando él estaba en la cárcel leemos:

“A las tres de la madrugada del amanecer del 12 de marzo de 1948, a solo 6 horas de haber fracasado el parlamento -entre vanguardistas y calderonistas  sobre el plan para la defensa de San Isidro del General, la primera bala de los atacantes traspasaba una de las puertas de mi casa, a la altura de la cabeza de uno de los hombres que montaba guardia. Esta primera bala sería la chispa que encendería la hoguera de la ocupación y asalto de San Isidro del General… Luego, fuimos sometidos a intenso fuego de balas y granadas por espacio de dos horas y media”, ´sin veneno y sin pasión´,  mi padre, con dolor, por memoria y por dignidad, cuenta la verdad y nos dice:

     -“Mi verdad, es mía. Otros tendrán la suya.“ Como la que cuenta J. Figeres

    

Papá nos cuenta la verdad de la tristeza, sin intención de “herir ni revivir discordia”, lo hace como “humilde aporte a la celebración del ´Año de la Paz´, el 3 de junio de 1973.

 “Esta primera bala sería, -reitera en su memoria Franklin Chacón- la chispa que encendería la hoguera de la toma de San Isidro del General, Dota y Tarrazú. Luego de esto fuimos sometidos a un intenso fuego de balas, granadas, etc., por espacio de dos horas y media. Huelga decir, que ordené a todos los que ahí habitaban, que permaneciesen acostados en el suelo de la planta baja de la casa, pues no disponíamos de armas para la defensa, salvo un revólver treinta y dos corto, con cinco balitas en su mazorca. No quedaba más que esperar con calma el desarrollo de los acontecimientos, con la “fe” puesta en que los guardas y policías “dieran buena cuenta de los alzados”. Cuando nuestra casa era atacada por un pelotón de unos treinta hombres al mando de quien sería luego el Coronel Domingo García, don José Mora, el jefe político, quien vivía a setenta y cinco varas al oeste de mi casa, salió de la suya, precedido de su hijo Joaquín, a más o menos veinticinco varas de distancia y disparando su mosquetón. Ante aquel inesperado ataque, nuestros atacantes se replegaron hacia el este, calle abajo, unas cincuenta varas distantes de nosotros. Don José y su hijo continuaron avanzando hacia donde los atacantes se parapetaron, en esos instantes alguien vociferó:

     -“¡Alto ahí!… ¿Quién vive?”, a lo que don José respondió:

     -“Aquí quien vive y manda soy yo…”

Esas fueron sus últimas palabras; instantes después su cadáver yacía en el medio de la calle acribillado por las balas del pelotón del “Coronel Domingo García”. La balacera continuó ahora más nutrida que antes, mientras el mosquetón de Piquín ya no tarareaba. Él había sido mortalmente herido en cuatro partes de su cuerpo; dos balas se alojaron en su abdomen, una en el fémur derecho y la otra en la tibia, también derecha. Días después moría en el hospital del Seguro Social.”  Mi hermana Virginia, era una niña de siete años, cuando ocurrieron esos sucesos y ella narra en el documental “Mujeres del 48” de Macarena Barahona y Sochi, algo así…después de la balacera entraron a la casa, revolcaron, golpearon a papá  y a los chiquillos, a papá  se lo llevaron,  mamá, sus hijos y la Abuela teníamos que abandonar la casa,  cuando salimos llevamos un poco de ropa, yo quise llevar unos juguetes, una muñeca y mamá me dijo que no, que los dejara que un día de estos regresaríamos…”  y nunca más, todo quedó en los recuerdos.

Miles de muertos y desaparecidos llenaron tumbas comunes sin cruz, sin nombre, en el centro de San Isidro del General, donde yacen hasta el día de hoy. Bien merecen la antorcha eterna encendida en honor al miliciano desconocido.

Sobre la retirada de San Isidro dirigidas por Fallas y Tijerino mi padre cuenta:

“A las dos de la tarde, uno que otro disparo lejano venía a turbar el silencio de paz. Uno de esos balazos, el último de aquella contienda,  fue  para  “asesinar”  a  un  mariachi,  que  con  las  manos  en  alto, desarmado,  saliendo de  debajo  del  piso  de  la  Jefatura  Política,  a  cinco  o  seis metros de nosotros, se rendía, pero al verlo un  contrario, le disparó su Máuser “a quema ropa”. Diz que muchos fueron muertos en esa forma. Comenzaba  a  cerrarse  otro  capítulo  de  la  guerra  civil  del  48,  tal  vez  el  más importante  de  todos.  Decíase  que  la  deuda  de  vidas  ascendía  a  más  de doscientas. Ya Fallas iba en retirada… Nunca les llegó la ayuda del Gobierno!… …Un batallón compuesto de doscientos veinticinco hombres, milicianos, al mando de Tijerino   y   Fallas,   de   los   cuales   ciento   veinticinco   improvisados   carabineros armados de antiguos rifles Remington, seis con ametralladoras Mendoza de disco, dos con mosquetones, y el resto con sus cuchillos linieros y con la consigna de: “si quieres una arma, arráncasela al enemigo”!…Mientras  Tijerino  con  su  lugarteniente  cubría  la  retirada,  Fallas  comandaba  los despojos de su batallón hacia la ruta que lleva a Buenos Aires de Osa. A  la  altura  del  lugar  llamado  Los  Chiles,  a  unos  cinco  kilómetros  al  este de  San Isidro,  a  la  par  de  un  frondoso  árbol  enclavado  en  el  camino,  Tijerino  fue alcanzado  por  una  bala,  (diz  que  perdida),  siendo  fulminado  en  el  instante.  Esa misma tarde su cadáver fue trasladado al centro, con honores militares y frente a la Iglesia un batallón del “Ejército de Liberación” disparaba una salva en su honor. Luego  fue  sepultado  en  el  cementerio  local  situado  cerca  de  los  planteles  de  la Ralph Mills, donde aun flameaban las banderas de los E.E.U.U., que protegieron a sus contrarios y desde donde con su ametralladora Maxim de sitio, asentada en lo alto  de  una  pared  y  desde  donde  su  vista  dominaba  todo  el  pueblo,  sembró  la muerte  de su batallón. Pocos  días  después,    fuimos  trasladados  a  Santa  María  de  Dota,  luego  a  San Marcos  de Tarrazú  y  por  último  a  la  Cárcel de  Cartago”

Haber recogido y publicado la memoria de mi padre sobre los  sucesos de San Isidro del General de 1948, se convierte en compromiso no solo para divulgarlo, sino,  me obliga a indagar y conocer más sobre tales acontecimientos.  Diferentes versiones: libros y conferencistas hijos de protagonistas de primera línea como fueron, J. Figueres, Manuel Mora, Benjamín Núñez ,  se publican y divulgan en los últimos treinta años, más aún a partir del 2018 con el 70 aniversario de la Guerra Civil.

Quiero  que mis hijas e hijos, mis nietas y nietos y las nuevas generaciones de costarricenses conozcan, investiguen, se informen de la verdad de la historia,  de nuestras raíces, de lo que somos, del ser nacional, porque 

“La memoria intenta preservar el pasado sólo para que le sea útil al presente y a los tiempos venideros. Procuremos que la memoria colectiva sirva para la liberación de los hombres y no para su sometimiento”, Jacques Le Goff.

Sobre  la  Guerra Civil de 1948 y el Pacto de Ochomogo hay dos historias: la oficial,  la que escribe  José Figueres Ferrer y los alzados, contada con tergiversaciones y  simplismo, procurando narrar una epopeya, una historia épica, llamada “El Espíritu del 48”  y otra, contada por los vencidos, perseguidos  y  traicionados,  la que narran historiadores e investigadores, acercándose cada vez más a la verdad histórica.

Una tercera fue narrada primero por  el camarada Arnoldo Ferreto Segura en 1984 y ampliada en 1987 en sus libros “Vida Miliante” Editorial Presbere  y   “Gestación, consecuencias y desarrollo de los sucesos de 1948”, Ediciones Zúñiga y Cabal, y retomada,  como memoria heredada, por el compañero Oscar Madrigal Jiménez en su artículo  “El Pacto de Ochomogo, otra perspectiva”, setiembre 2020, en “La Revista”.

En el país se han editado innumerables libros, creo que  más de veinte, documentales y testimonios que narran episodios de la Guerra Civil, incluido por supuesto el “Pacto de Ochomogo”, una recreación histórica del cineasta Víctor Ramírez, Ministerio de Cultura Juventud y Deportes 1981. “Los 40 días de la Guerra Civil, 1948”.  Juan Diego López.

(*) Lenin Chacón Vargas,

Ex secretario general de la Juventud Vanguardista Costarricense, De la Comisión Política del Partido Vanguardia Popular, Sub secretario y Secretario General del Partido del Pueblo Costarricense.

Militancia comunista 1961 1991.

Continúa…

 

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9 COMENTARIOS

  1. Todos los años se sigue asistiendo al cementerio de obreros a hacer un homenaje a las Mártires de Chicago, solo este año, por razones de la pandemia, se presentó una sencilla ofrenda floral.

  2. Nunca vamos ni podremos saber ¿cómo es que ocurrieron determinados hechos históricos en la totalidad de sus alcances? en cambio lo que sí es importante es el rescate de la memoria de las luchas sociales y de sus protagonistas, dentro del incesante devenir histórico, como asimismo el sentido que tenían esas luchas para ellos dentro de la coyuntura en que les tocó vivir. El artículo tiene la virtud de rescatar precisamente, un elemento esencial: las tradiciones de luchas de los «comunistas» de aquella generación, como una singularidad histórica muy valiosa. Es por eso que la crítica que el autor formula hacia si mismo y hacia su partido también es válida, ya es tiempo de darle importancia a esa memoria histórica, la que se verá reflejada en las luchas del presente y en las que vendrán, dentro de la sana tradición revolucionaria.

  3. Cuando han transcurrido ya tantas décadas (73 años, nos dice el autor del artículo) desde los hechos políticos y bélicos con que se cerró la década de los cuarenta del siglo anterior, un período de grandes transformaciones sociales y políticas, además de turbulento por la violencia que se fue escalando día a día, mes a mes, año a año, conviene examinar con mucho cuidado todo el contexto sociohistórico nacional e internacional de la época, sobre todo a partir de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, desde una perspectiva tanto macro como micro, teniendo en cuenta las singularidades históricas allí presentes y no siempre visualizadas. Al respecto pienso que este trabajo de Lenín Chacón no sólo se inscribre en ese esfuerzo sino en la recuperación testimonial de las percepciones, recuerdos y valoraciones de quienes fueron protagonistas del conflicto, ahí reside lo más valioso de sus aportes. Lo asombroso es que toda una corriente política tan importante como el Vanguardia Popular de la posguerra no se abocara a recuperar esa memoria tan importante: Por ejemplo, la CTCR la central obrera más importante de nuestra historia llegó a contar con 125 sindicatos afiliados y una capacidad de movilización impresionante, tanto en la lucha callejera como durante los enfrentamientos armados.

  4. FE DE ERRATAS: «Al respecto pienso que este trabajo de Lenin Chacón no sólo se inscribe en ese esfuerzo sino en la recuperación testimonial de las percepciones, recuerdos y valoraciones de quienes fueron protagonistas del conflicto, ahí reside lo más valioso de sus aportes. Lo asombroso es que toda una corriente política tan importante como el Vanguardia Popular de la posguerra no se abocara a recuperar esa memoria tan valiosa: Por ejemplo, la CTCR la central obrera más grande de nuestra historia llegó a contar con 125 sindicatos afiliados …»

  5. La descripción de la batalla de San Isidro de El General que hace Lenin Chacón, basándose en los testimonios de su padre es novedosa para mí, al menos en cuanto a la disponibilidad de armamento que tenían las fuerzas de Carlos Luis Fallas y Tijerino (el militar profesional en esa jornada, donde perdió la vida), en especial cuando se habla de los mosquetones y el tipo de ametralladoras Mendoza, los viejos fusiles remington…etc los que venían con machetes y que buscaban recuperar armas de fuego, una vieja táctica de guerra.

  6. Cuando ya nos acercamos a los ochenta años de aquel conflicto son muy pocos los sobrevivientes de aambos bandos que quedan(hace poco falleció Óscar Saborío Alvarado), es el momento de concluir el levantamiento de los testimonios, publicados o no, de quienes intervinieron en aquellos hecho bélicos y políticos. En cuanto al bando contrario fue el periodista y escritor Guillermo Villegas Hoffmeister quien recogió mucha información, escribió numerosos textos para el diario Excelsior, que los publicó por entregas y todo eso fue recogido en un libro. No hay duda de que sería muy valioso el que se realizara un trabajo semejante de los combatientes o militantes del Partido Vanguardia Popular, sin duda como nos el autor del artículo existe la novela de Fabián Dobles LOS LEÑOS VIVIENTES y numerosos artículos de Carlos Luis Fallas que sería preciso recuperar, también está el texto reciente de Óscar Madrigal Jiménez, que Lenin Chacón cita en este artículo.

  7. Mi nombre es fernando herrera. Le saludo con mano solidaria. Estoy por concluir un libro sobre la tragedia de Costa Rica en 1948, cuyo título es ACTORES Y GESTORES DE LA GUERRA FRÍA EN COSTA RICA, y espero que pueda publicarse y generar un amplio debate para poner a derecho que lo que ha sido distorsionado. Solo me duele que cite ud en el encabezado de su trabajo al farsante de la guerra. Es hora que este hombre sea puesto en su lugar, y espero que mi libro contribuya con ello.

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