¡Nos agarraron de chancho!

¿Tiene casa propia?, ¿vehículo propio?, ¿una hacienda o granja?, ¿una quinta de recreo?, ¿un vehículo acuático?, ¿un lote?, ¿un local comercial?  A usted, principalmente, digo que porsupuestísimo que nos agarraron de chancho.  Eso de “propia” y “propio” pretende significar que el objeto es de su propiedad.

¿Cómo mi bolígrafo, mi reloj, mi peine, mis pantuflas y así con otros objetos personales, no?  ¡No! ¡No es como con estos objetos! Estos se puede decir que son “propios”, nuestros de verdad.  Para eso nos los compramos pagando el IVA y los cuidamos y mantenemos así, pagando y pagando toda clase de pagos que tenemos que hacer para conservarlos y mantenerlos en buenas condiciones.

Los enumerados al principio no son nuestros;  no son de nuestra propiedad.  Los estamos arrendando al verdadero dueño que es el Estado como un gran y ominoso latifundista oligárquico y colonial.  Yo me percaté de esto hace ya algunas décadas sobre todo tras haber vivido en sitios del extranjero por mucho tiempo, pero no podía ni puedo hacer nada al respecto porque como buen y genuino ciudadano costarricense no tengo representatividad política.  No tengo a nadie que represente mis intereses y a quien pueda yo EXIGIR -no solicitar ni rogar ni dar las gracias, no, EXIGIR- como en algunos otros países, que actúe y que sea eficaz en representación y nombre del pueblo so pena de que lo reemplacemos con otro más idóneo.  Menos si somos apolíticos electoralmente porque no compartimos ideas con ninguno del ramillete de partidos políticos con los que presume el país pintándolos como prueba de igualdad y oportunidad para todos.  Y siendo apolítico no se puede votar por regidores municipales ni para alcaldes (porque para poder hacer eso es obligatorio ser miembro de un partido político según el Tribunal Supremo de Elecciones que es uno de los sacerdotes del poder).

No sé yo de ningún caso en que los ciudadanos hayamos escogido a nuestros representantes de cada sitio y que los hayamos puesto en la Asamblea Legislativa.  No es posible hacerlo.  Lo que hemos hecho es aceptar que se nos permita votar por un paquete de individuos que nos enflautan los partidos políticos para que sean nuestros representantes, pero escogidos a dedo por parte de los dueños de cada partido que son quienes los escogen.  Algunos ni siquiera conocen la mayor parte de los distritos que se supone representan.  Yo, por lo menos, nunca he conocido a algún diputado por mi distrito, cantón y provincia que me conozca ni que conozca mi barrio y eso que vivo en un sitio muy visible y transitado del centro de la capital.  ¡Ni hablar de sitios remotos!  Jamás se me ha pedido, ni a nadie de mi familia se ha pedido, que sugiramos como candidatos a personas de nuestras respectivas jurisdicciones para que representen nuestros intereses ni jamás ha aparecido un diputado a hablar con nosotros sobre nuestras localidades y problemas (por lo menos desde que nací)

Pues bien, volviendo a lo de lo propio y lo arrendado, en algún momento alguien de mala sombra que probablemente ocupaba el Ministerio de Hacienda creó la perversidad que hasta ahora ha funcionado para el Estado sin que la ciudadanía ni chiste pero que es como concebida por los imperios y las monarquías medievales que mataban a sus súbditos a base de impuestos;  un truco que no se detecta como lo que realmente es sino como lo que parece ser. 

Simplemente cambiaron nombres:  al contrato de arrendamiento le pusieron “título de propiedad” y al alquiler que tenemos que pagar para tener por ejemplo casa y vehículo “propios” le pusieron “impuesto a bienes inmuebles” y “derecho de circulación”, por ejemplo.  Entonces crearon entre los “propietarios” la ilusión de ser dueños de esos bienes cuando en realidad los hemos venido alquilando al Estado y pagando alquiler trimestralmente por unos (el impuesto a bienes inmuebles) y anualmente por otros (como el derecho de circulación) pero, claro, después de otra perversidad:  hacernos “comprarlos” nosotros y encima teniendo que pagar por esa compra IVA y honorarios de notario proporcionales al precio fiscal que también determina el Estado totalitariamente;  como decir teniendo que comprar el derecho a que nos alquile el Estado esos bienes.  Así es como funciona en términos de bolsillo de los habitantes y de vida humana real, benditamente inocente y honrosamente lega, diga lo que diga la letra de la ley,  hablen como hablen los expertos y más si tienen intereses políticos y lo explique como quiera el Estado.  Si no me cree haga la prueba:  declare que deja de pagar el impuesto a bienes inmuebles y el derecho de circulación con el argumento de que el espacio público es público, que la casa y el vehículo son suyos, que ya pagó por ellos y que cada día son más suyos y costosos por todo lo que se gasta en mantenimiento y vendrán y se los incautarán por falta de pago.  Entonces, en realidad no son suyos como su reloj o su bolígrafo.

¿Por qué tener que pagar por un derecho a poseer un bien inmobiliario o un vehículo? ¿Qué es eso de tener que pagar por el derecho a circular en el espacio público? ¿Se inventarán dentro de poco los verdugos estatales el impuesto a la circulación peatonal, a los bienes muebles, a la posesión de un refrigerador o de un ropero? ¿O un impuesto pero llamado “derecho” a vivir, a respirar? ¿A cobrarnos por simplemente existir, por asolearnos, por salir a la calle?  Con toda honestidad no me extrañaría nada que concibieran más inhumanidades de ese tipo.

Si estamos en una sociedad manifiestamente capitalista, consumista, de derechas, conservadora y de libre empresa dentro de la zona de influencia política, económica y militar de EUA lo congruente con ello y lo más emblemático de esta forma de sociedad es precisamente la propiedad privada.  La propiedad sobre la cual ya el Estado no puede demandar derechos de disfrute o administración.  Entonces ¿cómo llegamos a que nos metieran ese gol del Estado cobrándonos por el derecho a poseer bienes propios? No siendo ni chicha ni limonada.  Para los brujos de la Administración esta es la fórmula más eficaz y funcional:  es más fácil sacar más dinero al ciudadano apolítica y amoralmente imponiendo medidas algunas veces de corte hipercapitalista e imperialista de extrema derecha inspirados en algunos sectores de EUA, otras veces de corte socialista con matices de la extinta Unión Soviética, otras de corte socialdemócrata inspiradas en la socialdemocracia alemana y así aplicando toda clase de artificios a veces de corte fascista, neonazi y hasta punk en nombre de la democracia, la paz, la igualdad, el amor, las culturas, el medio ambiente, etc., pero realmente sin aterrizar, como dicen, en un compromiso político definido y determinado identificable y comprensible y más bien manteniendo al pueblo convenientemente en un vaivén ideológico alucinante y nebuloso tan resbaladizo que llega a ser indescifrable. 

Pero sí es imposición tras imposición tras imposición, llámesele impuesto, derecho, canon, timbre, entero, cuota, matrícula, licencia, permiso o lo que les dé su real gana llamarlos, pero que son todos impuestos con distintos nombres para que se crea que son cosas distintas.  Se nace y se muere debiéndole al Estado por el derecho a existir, a circular, a tener bienes supuestamente propios y la angustia de tener que estar pagando por ello el resto de la vida va matando.  Muchos más habitantes de los que imaginamos han carecido de la fuerza necesaria para seguir sin ver la luz al final del túnel y han simplemente caído o recurrido a medidas extremas…

(*) Orlando García Valverde, Traductor-Intérprete Oficial.