sábado 27, abril 2024
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De presuntas verdades y medias mentiras “verdaderas”

La facilidad con que algunas gentes –más numerosas de lo que solemos sospechar- opinan de toda clase de temas o asuntos complejos, muchas veces sin tener la menor idea precisa acerca de su especificidad, ni la más elemental información que tenga, al menos algunos rasgos de verdad o verisimilitud, es tan antigua como el ser humano mismo y su existencia planetaria.

En cambio la irrupción, en este cambio de siglo, de las así llamadas “redes sociales”, y de las tecnologías digitales que han venido a trastrocar la escena histórica, nos han conducido también al angustioso dilema de que ese tipo de opiniones, que eran incluso tenidas como “vergonzosas”, o quedaban reducidas a ciertos ámbitos de la vida cotidiana, como la sobremesa o la cantina donde cualquier hijo de vecino expresa sus emociones, sin comedimiento alguno, en tiempos históricos no tan lejanos, mientras que ahora en el presente continuo a la manera anglosajona, dentro del que tendemos a pensar, de una manera casi inconsciente, se han propagado o extendido, dentro de los términos de unas escalas exponenciales e incluso logarítmicas, de tal manera que además de producirnos vértigo la cantidad de presunta información que recibimos, lo que ha llevado a muchas gentes a pensar o a decir de que no es necesaria la rigurosidad en el pensamiento, ni tampoco el empleo correcto del lenguaje. De ahí la oleada de primitivismo y de cierta “barbarie” manifiestas que nos inundan y asfixian, además de que es inútil debatir o pretender hacerlo con gentes que ni siquiera razonan. Sólo nos  falta gruñir, nos recordaba el periodista y escritor Carlos Morales Castro, en un artículo aparecido en este diario digital, hace apenas unos meses.

Estamos en una era en la que una suerte de totalitarismo se ha venido extendiendo desde eso que algunos suelen llamar todavía “la sociedad civil”, más parecida a un rebaño que a una sociedad de seres políticos (Aristóteles, dixit) y con mucho poco de civil o civilizado, el buen sentido de esos términos. Se expresa como intolerancia en muchos órdenes o ámbitos de la vida social, la que va desde pretender obligarnos a todos, so pena de sufrir una especie de linchamiento social, a asumir o aceptar una significación única (al parecer verdadera) para determinado término o expresión, a pesar de que su sola enunciación haga evidente su naturaleza más  bien polisémica. En otros momentos o espacios de la contemporaneidad nos encontramos con la censura abierta hacia las obras de grandes autores de la literatura estadounidense o anglosajona en general, tal y lo como lo evidencia el retrógrado y ultraderechista gobernador de La Florida, Ron De Santis, en las escuelas de ese estado “porque supuestamente ofrecen ideas para analizar críticamente el racismo, la desigualdad y la discriminación en todas sus manifestaciones. Según De Santis esos libros representan la ideología “woke”, ahora supuestamente asociada con las ideas de izquierda” (Montserrat Sagot).

Es así como los jóvenes del estado donde el español Ponce de León buscara sin éxito, durante el siglo XVI, la mítica fuente de la eterna juventud, se encuentran con el engendro totalitario (por arte del paternalista hitlercillo De Santis) que les impedirá acercarse a la obra del maestro californiano John Steinbeck con sus Uvas de la Ira, a la tierra narrativa a la estadounidense afro Toni Morrison, fallecida hace un par de años, o a la de Haper Lee y su novela Matar a un ruiseñor o al inovidable Mark Twain, maestro de maestros y sus Aventuras de Huckleberry Finn que marcaron los límites entre mi infancia y mi ahora también lejana juventud…como el tema toma ribetes orwellianos, no faltaba más, la prohibición de la profética novela “1984” vino a coronar la cereza del pastel.

Los fascistas ucranianos de Zelenski no conformes con sus limpiezas étnicas dirigidas al segmento rusoparlante de su población y más afín a sus historia común con la vecina Rusia, no sólo prohíben las obras clásicas de los maestros de la literatura rusa, tales como León Tolstoi, Anton Chejov, Fiodor Dostoiewski o Leonidas Andreiv, sino que expurgan sus bibliotecas de textos en ruso. Estamos en una nueva era totalitaria: la que nos anunció hace setenta años el inglés George Orwell, con su abrumadora lucidez no exenta de sobriedad.

En una especie de simultaneidad en el transcurrir de eso que llamamos “el devenir histórico” o la singularidad del tiempo como duración, notamos que la complejidad de los estudios históricos y sociológicos se torna, cada día más manifiesta a nuestra mirada, a pesar de las notorias diferencias entre ambas disciplinas de las ciencias sociales. No los recuerdan con insistencia en sus libros y en sus alocuciones el gran maestro de la sociología francesa, Edgard Morin, ya centenario pero siempre lúcido, pero también nuestras propias observaciones del transcurrir sociopolítico y cultural, en este tumultuoso,  absurdo, inextricable e indescifrable cambio de siglo, en el que ni siquiera logramos distinguir lo real de lo ficticio, a pesar de nuestras inútiles tentativas.

(*) Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

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10 COMENTARIOS

  1. Estimado Rogelio, excelente artículo. En verdad se ha instaurado sobre el planeta el reino de los imbéciles, llenos de ruido y de furia, como escribiría el gran maestro. Estas mismas páginas donde usted escribe, muestran el fanatismo ya sea los que son pagados, ya sea de la horda dispuesta a linchar a quienes no comulgan con el ideario que les han incrustado, y del que solo se benefician los poderosos del mundo. Hay hoy muy poco espacio para la verdad.

  2. Ya veo, aparentemente el autor de este articulo separa a los que opinan en contra de el (que supuestamente no saben de lo que hablan) de los que opinan como el (esos si saben) o el mismo (el si puede opinar de los demás…pero los demás de el no…). Da dolor ver como un ¨académico¨ tiene la osadía de venir a creer que su opinión, luego de haber trabajado en un entorno fuera de la realidad como lo es el universitario, venga a decirle a cuanta persona hay que son ignorantes, que la única opinión valida es la de el.

    • Dígame por favor señor, de qué me perdí al leer el excelente artículo del señor Cedeño, porque en el texto no veo fundamento a su comentario. Parece que más bien refuerza usted, con su virulento e intolerante ataque, lo que el autor señala. No conozco al señor Cedeño ni él necesita que lo defienda, de hecho, ya le respondió…

  3. No he dicho que las gentes deban opinar lo mismo que yo, de lo que se trata es de argumenten con información y análisis sólidos sus opiniones, las que al fin y al cabo son meramente subjetivas. Por otra parte, la vehemencia y desproporción en la manera de reaccionar suya frente a los contenidos de mi artículo confirma con creces mucho de lo que he afirmado en él. Yo siempre reconozco mi ignorancia y en esto sigo a Sor Juan Inés de la Cruz quien decía que ella leía para disminuir su carencia de conocimientos, no creo haber resuelto en estos tiempos tan convulsos la diferencia entre lo real y lo ficticio, sobre todo cuando lo que se ha implantado es el reino de la mentira, nos hacen pasar gato por liebre…Dichoso usted que ha trabajado en un entorno dentro de la realidad, aunque al parecer no se haya planteado nunca ¿en qué consiste? o ¿cuáles son sus contornos? Estos impresionado con su inmensa sabiduría, según parece inversamente proporcional a la ignorancia mía. No sería mejor tener como punto de partida nuestra ignorancia, la que podemos mitigar con lectura y reflexión serena (o incluso apasionada) sobre nuestro entorno.

  4. Mi estimado tocayo : Sera Orweliano que hoy dia nuestro pais este dirigido por un miembro de la fauna entrenado por mas de 30 años en el Banco Mundial ?
    Me recuerda aquel viejo dicho de mi pueblo que dice : Al que no quiere sopa, dos tazas.

    • Mi estimado tocayo: Le devuelvo el saludo y le manifiesto, en cuanto a eso de «orwelliano» como calificativo para ciertas manifestaciones de lo social en nuestro presente que, en efecto lleva usted razón, en especial para esa fauna del Banco Mundial, No sólo es orwelliano sino paradojal que termináramos dirigidos por semejante personaje. Por mi parte, no ceso de admirar la obra del gran escritor inglés, alguien que fue capaz de imaginar y delinear las coordenadas de nuestro presente en este cambio de siglo. Un hombre que se enfrentó a los totalitarismos desbocados ya en su tiempo, tanto desde el nazifascismo como del lado del estalinismo y las monstruosas expresiones de ambos. Hay que leer con atención, cuantas veces nos sea posible «1984», Rebelión en la Granja, Homenaje a Cataluña y sus escritos políticos (1937-1949). También sus novelas como El camino de Wiegan Pier, Sin Blanca en París y Londres y otras…Saludos.

  5. Concuerdo plenamente con usted. No es que tienen que estar de acuerdo con uno, pero cuando la forma de enfrentar ese pensamiento que se les hace difícil de digerir es, la descalificación, el linchamiento en masa. No se caracterizan por la contundencia y amplitud de sus argumentos sino por lo furibundas y violentas palabras, estoy seguro que de tenerlo a uno enfrente de seguro sería linchado.

  6. Mi estimado tocayo don Rogelio Zepeda: Le devuelvo el saludo y le manifiesto, en cuanto a eso de «orwelliano» como calificativo para ciertas manifestaciones de lo social en nuestro presente que, en efecto lleva usted razón, en especial para esa fauna del Banco Mundial. No sólo es orwelliano sino paradojal que termináramos dirigidos por semejante personaje. Por mi parte, no ceso de admirar la obra del gran escritor inglés, alguien que fue capaz de imaginar y delinear las coordenadas de nuestro presente en este cambio de siglo. Un hombre que se enfrentó a los totalitarismos desbocados ya en su tiempo, tanto desde el nazifascismo como del lado del estalinismo y las monstruosas expresiones de ambos. Hay que leer con atención, cuantas veces nos sea posible «1984», Rebelión en la Granja, Homenaje a Cataluña y sus escritos políticos (1937-1949). También sus novelas como El camino de Wiegan Pier, Sin Blanca en París y Londres y otras…Saludos.

  7. FE DE ERRATAS; «Es así como los jóvenes del estado donde el español Ponce de León buscara sin éxito, durante el siglo XVI, la mítica fuente de la eterna juventud, se encuentran con el engendro totalitario (por arte del paternalista hitlercillo De Santis) que les impedirá acercarse a la obra del maestro californiano John Steinbeck con sus Uvas de la Ira, a la tierra narrativa de la estadounidense afro Toni Morrison, fallecida hace un par de años, o a la de Haper Lee y su novela Matar a un ruiseñor o al inolvidable Mark Twain, maestro de maestros y sus Aventuras de Huckleberry Finn que marcaron los límites entre mi infancia y mi ahora también lejana juventud…como el tema toma ribetes orwellianos, no faltaba más, la prohibición de la profética novela “1984” vino a coronar la cereza del pastel.»

  8. Felicito al autor por su excelente artículo. Al fin alguien en Costa Rica se ha atrevido a mencionar la verdad respecto a la guerra Rusia-Ucrania. Gracias Don Rogelio.

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