viernes 10, mayo 2024
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¡Hola! Me llamo Herman Daly

Tuve el honor de conocer a Herman Daly desde 1996 cuando tuvo la gentileza de acercarse a mí, extenderme su mano y decirme «¡Hola! Me llamo Herman Daly» posiblemente notando que estaba anonadado mirándolo a la par mía. Yo, entonces un pichón de economista ecológico lo admiraba deslumbrado en la plenitud de su trabajo durante la conferencia mundial en Boston, Massachussets, después de una brillante alocución mientras esperaba mi campito de 15 minutos para presentar una humilde ponencia producto de mi trabajo con el Centro de Estudios sobre Desarrollo Sostenible.  Ese gesto me lo retrató como persona plenamente.

Como decimos en Costa Rica, era más sencillo que un calzoncillo de manta. Digo “era” pues recién me he enterado de la triste noticia de su muerte. El Dr. Daly, profesor emérito de la Universidad de Maryland, fue uno de los padres fundadores de la Economía Ecológica, transdisciplina que desde 1994 abracé con amor pues me abrió los ojos a una de las más serias corrientes del pensamiento crítico en la economía. Y es que me cayó al pelo, pues por aquellos años acababa de terminar mi maestría en economía, en la que fui formado en un ambiente riguroso de análisis matemático y de modelos de análisis neoclásicos que dejaban poco espacio para el discernimiento.

El Dr. Daly representó para mí un modelo de hombre cuya historia incluye el haber sido consecuente con sus ideas, luego de ser economista destacado en el Banco Mundial. Renunció de su posición por no poder continuar sosteniendo y aplicando las ideas de esta entidad cuando promovía fuertemente el Consenso de Washington. Fue también investigador asociado en la Universidad de Yale y profesor exalumno de economía en la Universidad Estatal de Luisiana.

Economista brillante, miembro del Club de Roma, fue uno de los principales promotores de ideas innovadoras para superar los problemas de la macroeconomía tradicional y su daño al ambiente, como la economía de estado estacionario, el índice de bienestar económico sostenible y otros. En estos esfuerzos, traducidos en muchas obras seminales, promovió conceptos que sirvieron de base para posteriores desarrollos hoy día. Uno de los más reconocidos es la idea del crecimiento antieconómico que según sus escritos se presenta cuando el crecimiento del PIB deja de traducirse en la mejoría de la calidad de vida de los seres humanos y más bien genera efectos como el sufrimiento, el stress, o la desmejora en las condiciones de habitabilidad de una región por degradación ambiental. Ideas como éstas han inspirado corrientes de análisis crítico como la ecología integral, posición que abrazó el Papa Francisco en su iluminadora encíclica Laudato Si´.

Fue pupilo durante los años sesenta del brillante Dr. Nicholas Georgescu-Roegen, matemático rumano que fue uno de los pilares fundamentales de la Economía Ecológica, profesor de Harvard y de la Universidad de Vanderbilt, cuya obra máxima “La Ley de la Entropía y la Economía” ha recibido el aplauso de varios de los más galardonados economistas del mundo. Parte de su relación incluyó recibir una muy fuerte reprimenda intelectual de parte de Georgescu-Roegen y, una vez más mostrando su estatura, la aceptó con humildad y gracia. Este aspecto de su relación con su maestro ha sido utilizado para desacreditar sus posiciones como tibias o reformistas, rasgo no poco común de los extremismos intolerantes cuya validación depende de encontrar el “verdadero radicalismo”. Así, como muchos de los más grandes intelectuales que ha tenido el último siglo, fue criticado como radical por la ortodoxia económica y los ideólogos de la derecha política, mientras que para los dogmáticos de izquierda era un economista cuyas posiciones carecían de esa consecuencia con tintes de rigurosidad ascética que abrazan como su evangelio.

Por sus contribuciones recibió el Nobel Alternativo «Right Livelihood Award» por “definir un camino de economía ecológica que integre los elementos clave de la ética, la calidad de vida, el medio ambiente y la comunidad”. Recibió asimismo el Premio Heineken de Ciencias Ambientales de la Real Academia de las Artes y las Ciencias de los Países Bajos, el Premio Grawemeyer de 1992 de la Universidad de Louisville por “Ideas que Mejoran el Orden Mundial”, el Premio Sophie (Noruega), el Premio Leontief del Instituto de Desarrollo y Medio Ambiente Global y fue elegido Hombre del Año 2008 por la revista Adbusters. En 2014 recibió el Premio Planeta Azul de la Fundación Asahi Glass. Asimismo, fue uno de los líderes académicos fundadores de la Sociedad Internacional de Economía Ecológica y de su revista especializada Ecological Economics. En ambas y más allá, su trabajo ha quedado como una impronta enorme.

Buen viaje Dr. Daly. ¡Le quedamos agradecidos por su lucha e invaluable legado por un mundo mejor, más justo y sostenible!

(*) Dr. Bernardo Aguilar González

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